RENUNCIAS

RENUNCIAS

Por Ignacio Vila

La reciente renuncia de Máximo Kirchner a la presidencia del bloque de Diputados del Frente de Todos no hace más que explicitar públicamente las miradas diversas que existen en el actual gobierno nacional en relación a la negociación de la deuda con el FMI. Es una renuncia que exhibe otras renuncias. Más allá de los condicionamientos que pone el Fondo para acceder a este acuerdo, la cuestión central pasa por otro lado. Nuestro país, con este acuerdo, está dando por válida una deuda que a todas luces ha cruzado varios límites legales tanto argentinos como los del propio fondo.

Lo peor del caso es que del total de la inmensa cantidad de dinero que nos prestó el FMI durante el macrismo, nada ha quedado en nuestro país. Ni en obras, ni en billetes. Mediante diversos mecanismos institucionales de mercado, los principales actores económicos del país lograron que los fondos del FMI ingresen por una puerta y salgan por la otra. En este sentido, el presente acuerdo técnico al cual han llegado los equipos del FMI en conjunto con el Ministerio de Economía nacional, olvida y valida todo ese proceso como si nada hubiese pasado.

Por otro lado, nuestro país llega a este momento con muy poco margen de negociación. Sin Reservas de Libre Disponibilidad, con un dólar paralelo subiendo, con fuertes presiones devaluatorias que se sienten por todos lados, con una inflación imparable y luego de una derrota electoral en la cual la sociedad mostró que ya no apoya al gobierno como antes. Es en este contexto en el cual se debe analizar la actual propuesta de acuerdo. Y en este sentido, teniendo en cuenta las habituales exigencias que hace este organismo de crédito internacional, las condiciones a las que se accedería son bastante mejores de lo que suelen ser. Básicamente el FMI pretende que Argentina reduzca el déficit fiscal.
Además, exige que también se reduzca la financiación de ese déficit mediante emisión monetaria. En este sentido, podemos asegurar que el propio equipo económico nacional coincide con este camino. Incluso el propio Ministro de Economía Martín Guzmán aclaró públicamente que las diferencias estaban en las velocidades más que en los conceptos.

Se dice que hay déficit fiscal cuando el gasto del estado es mayor a lo que logró recaudar mediante impuestos. En estos casos, el estado consigue los fondos faltantes mediante deuda y/o emitiendo moneda. Este planteo de reducir el déficit a lxs argentinxs nos genera invariablemente mucha desconfianza, ya que habitualmente a lo largo de nuestra historia, esto ha sido sinónimo de ajuste; es decir, reducción en las jubilaciones, reducción en los servicios públicos, reducción de ingresos a lxs docentes, etc.
¿Es posible pensar en la reducción del déficit sin hacer este tipo de ajustes? Sin dudas. Dependerá de la voluntad y la creatividad que tenga el gobierno para captar recursos de los sectores más pudientes de la sociedad.

Sin ir más lejos, el 2021 hubiese tenido un mayor nivel de déficit sino se hubiese cobrado el impuesto a la riqueza, que se conoció públicamente como el Aporte Solidario y Extraordinario para ayudar a morigerar los efectos de la pandemia (Aporte), establecido por la ley 27.605, que recaudó cerca de 250 mil millones de pesos.
En fin, a pesar de la coincidencia del rumbo, Guzmán y su equipo deberán hacer malabares para lograr alcanzar los objetivos fiscales y monetarios que exige el acuerdo. Por otro lado, el Ministro Guzmán ha planteado públicamente que no sólo no habrá ajuste sino que el Gasto Público aumentará en términos reales. Esto se lograría haciendo crecer la economía a una velocidad mayor a la del Gasto Público. Si la economía crece un 5% y el Gasto crece un 2% se logra lo mejor de los dos mundos. No hay ajuste en término de la cantidad de dinero que volcaría el estado pero el resultado fiscal, que es lo que requiere el fondo, mejoraría.

En segundo término el acuerdo volvería a meter al FMI en la economía cotidiana nacional. Las revisiones trimestrales a las que se sometería nuestro país, sabemos que no se tratan solamente de simples análisis técnicos sino que juegan un profundo rol en la política local. Naturalmente, a medida que se ingrese en épocas electorales, la trascendencia pública y mediática de lo que digan o dejen de decir los técnicos del FMI pasará a jugar un rol fundamental. ¿Se pierde soberanía? Sí, claramente.

Volviendo a pensar en términos del contexto del acuerdo, es muy difícil comprender porqué se decidió llegar hasta este punto para cerrar un acuerdo. Alberto Fernández asumió con una gran nivel de aceptación y particularmente había tenido durante la campaña electoral, un discurso bastante fuerte en relación a cómo había que resolver esta problemática en la cual nos había metido Mauricio Macri.

La aparición de la pandemia generó aún mejores condiciones para discutir frente al FMI. No sólo había una catarata de argumentos para mostrar las irregularidades del préstamo y  su carácter político sino que además la aparición de una pandemia daba las herramientas para plantear al FMI que no era posible pagar las cuotas correspondientes porque en ese momento histórico el país, como el resto del mundo, debía priorizar el uso de los recursos para salvar vidas. Sino se decidió patear el tablero en ese momento, era casi imposible imaginar un escenario distinto en el actual contexto con una cancha más bien inclinada en favor del fondo.

Por último, una vez sorteados los primeros 2 años y medios de este acuerdo, asumiendo que todo sale bien y el FMI nos presta los fondos para cancelar la deuda contraída por Macri, habrá que empezar a devolver ese préstamo. En este sentido el acuerdo marca objetivos de acumulación de Reservas Internacionales que garanticen que a futuro el país logrará definitivamente pagarle la deuda al fondo. Pero serán necesarias una serie de reformas que logren frenar de una vez por todas a una estructura instalada en nuestro país que logra llevarse de la economía  todo excedente de divisas que genera el país.

Esto no solamente se vio durante el macrismo donde la fuga de divisas fue récord, sino que también ha continuado durante la actual gestión de gobierno. En este último trienio (2019 – 2020 – 2021) Argentina ha tenido resultados comerciales realmente fantásticos: en ese período alcanzamos un superávit comercial de casi 45 mil millones de dólares, un monto equivalente al de la deuda del FMI. No se trata de un resultado habitual sino que es producto de la época y está parado sobre todo en el aumento del precio internacional de los alimentos producto de la pandemia. Lamentablemente este fantástico resultado no logró traducirse en un aumento del ahorro nacional: las Reservas internacionales a finales del 2018 eran todavía mayores que las que teníamos a finales de 2021.
Alguien se sigue llevando los dólares de nuestro país.

Finalmente todo indica que Argentina avanzará en aprobar en el Congreso Nacional el pre acuerdo alcanzado por el Fondo y nuestro Ministerio de Economía. Para lograr sortear estos años con tantos condicionamientos el gobierno deberá apelar a la creatividad, a la firmeza fiscal y al aumento de los controles para frenar la permanente apropiación de los beneficios económicos que lleva adelante un grupo minúsculo de nuestro país. El accionar político del diputado Máximo Kirchner finalmente pone sobre la mesa todas estas cuestiones: en primer término logra hacer público un debate que se suele dar a puertas cerradas; y sobre todo, con su renuncia logra exhibir que hay otras renuncias mayores que se darán cuando terminemos de cerrar este acuerdo.