EL FIN DE LA PAX ROMANA

EL FIN DE LA PAX ROMANA

Por Beatriz Chisleanschi
@BeatrizChisle

Cuando dijo “sí acepto”, lejos de pensar en la felicidad hasta que la “muerte los separe”, Alberto Fernández (AF) sabía que de llegar a la presidencia nada sería sencillo, no sólo en términos de un país arrasado económica, social y culturalmente, sino también en lo que significaría un poder real organizado frente a la que ni sus dotes de componedor serían suficientes.

Pero, con el entusiasmo que da el apoyo popular manifestado en las urnas primero, en las plazas colmadas ese 10 de diciembre, la de Los dos Congresos, al mediodía y la de Mayo a la tarde, y la convicción de que siempre dan las ideas, se paró en el centro del campo de juego, dio el puntapié inicial para el primer pase y empezó a gambetear. No logró llegar al arco para gritar el primer gol cuando la pandemia del Covid-19 se interpuso como una barrera entre el arco y su gobierno.

No tuvo otra alternativa, volvió al vestuario, reunió a los jugadores, tomó marcador y pizarra y comenzó a dibujar una nueva estrategia para la que se valió de una asesoría de alto nivel científico. Claramente, las primeras jugadas tácticas empezaban a dar sustento a la nueva estrategia: volver a la condición de Ministerio a la Salud (degradada a la condición de secretaría por el macrismo) y reincorporar a lxs científicxs despedidxs (también por el macrismo) del Malbrán.

Luego, y haciéndose eco de lo mismo que pregonaba en su campaña electoral “es con Todxs”, sentó a Rodríguez Larreta a un lado y Axel Kicillof del otro, juntó a los ministros de Salud, Ginés González García, con Fernán Quirós y Daniel Gollán de Nación, CABA y Provincia de Buenos Aires, respectivamente, y dejó sin palabras a más de unx. Mientras se tomaban las primeras medidas para vencer al virus, se vislumbraba una especie de pax romana que más que la concreción de un anhelo del presidente y la realización de una utopía, parecía una realidad distópica, que se sumaba a la propia distopía que se instaló a nivel mundial. Una pax en la que los poderes mediáticos, agroexportadores y empresariales de nuestro país, junto a la oposición parecían haber aceptado.

Y fue entonces cuando apareció Paolo Rocca (que aunque no lo veamos siempre está) y decidió despedir a 1.450 trabajadorxs. Pero Paolo no está  solo, es la cara visible de un empresariado al que poco le importa la vida.

Nada que asombre, al capitalismo nunca le interesó la humanidad, ¿por qué le iba a importar ahora? ¿Por qué el dueño de Techint y de una fortuna que se calcula en 9.700 millones de dólares y uno de los 500 empresarios más ricos del mundo iba a sensibilizarse por una pandemia que ya mató a 160.000 personas en el planeta? ¿Acaso se podía presuponer que a un mega empresario que llegó a operar en 45 países con más de 50 mil empleados, le importan lxs trabajadorxs en su condición de tales y no por beneficio propio? ¿Se le puede pedir un signo de humanidad a quien se lo acusa de ser uno de los responsables de la expansión de la pandemia en Lombardía? (ver https://www.elcohetealaluna.com/el-ordine-nuovo-doppo-techint/) Las respuestas son obvias, y ante esta obviedad, y con un Estado que intenta estar presente, el presidente Alberto Fernández señaló con ese tono cordial que lo caracteriza “Muchachos, llegó el momento de ganar menos” y dictó un decreto por el que no se podía despedir trabajadorxs por 60 días.

Fin de la pax romana. Los subsistemas mediáticos, económico y político desenfundaron espadas y la guerra impiadosa se retomó con un claro sentido destituyente.

Paolo Rocca, en acuerdo con el ex integrante del Batallón 601 como Personal Civil de Inteligencia durante el período 1976/1983 y actual secretario General de la Unión Obrera de la Construcción (UOCRA), Gerardo Martínez, despidió (con promesa de retomarlxs si todo volvía a la “normalidad) a los 1450 trabajadorxs y redobló la apuesta algunos días más tarde, al amenazar con suspender con rebajas salariales a lxs trabajadorxs que no se presenten a sus puestos aún cuando estén avalados por el decreto de la cuarentena obligatoria. El ex presidente Eduardo Duhalde, si bien apoya a Alberto Fernández declaró en el canal de noticias TN que no hay que “buscarle problemitas” a los grandes empresarios y que “hay que protegerlos. No condenarlos y perseguirlos».

Los voceros políticos de la oposición, mal llamados periodistas, socavan el piso a cada segundo. La construcción de sentido y de claro efecto ideológico se expande en el campo periodístico al que se encargan de minar, minuto a minuto, con infodemias (fake news de la pandemia), preguntas inconducentes o reflexiones reiteradas sobre cómo vamos a sobrevivir sin desarrollo económico. Una eminencia de la ciencia, como lo es el doctor Pedro Cahn, asesor de presidencia en la pandemia, es “apretado” por el pseudo periodismo quienes, a la par, inventan peleas al interior del gobierno que son desmentidas hasta por integrantes de la oposición que trabajan hoy junto al equipo de AF, o hacen creer a quien vive con un salario o, ni siquiera eso, que el impuesto a las grandes fortunas, los afecta a ellos tanto como a sus destinatarios. En tanto, el ejército de trolls que tuvo tanta presencia durante el gobierno de Mauricio Macri fue reactivado con la llegada del Coronoavirus. Desde sus cuentas disparan barabaridades para atacar al gobierno de Fernández, incluso hasta inventan muertes de supuestas madres que murieron hace muchos años atrás y que ni siquiera eran madres de esos mismos que la difundieron.

La pax romana duró poco. Y todo indica, que la avanzada contra el gobierno de Alberto Fernández irá en aumento. No se puede permitir que un gobierno nacional y popular pase una pandemia, negocie la deuda externa, ayude a las pymes, proteja a lxs trabajadorxs, toque los grandes capitales y otorgue subsidios, sin ningún costo político.

En épocas de crisis profunda, donde lo que se pone en cuestionamiento es el modelo neoliberal y la cultura globalizadora, es bueno recordar lo que se preguntaba el checo Julius Fucik desde una celda de la Gestapo poco antes de su ejecución y que se puede leer en Reportaje al pie de la horca “¿Cuántos siglos necesita el hombre para al fin abrir los ojos? ¿Por cuántos millares de celdas ha pasado la humanidad en su camino hacia adelante? ¿Y cuántas deberá recorrer aún?

En épocas de pandemia, donde Alberto Fernández deberá jugarse al todo o nada en pos de poner a resguardo al pueblo que le dio su confianza en las urnas y lo sigue apoyando, diría Fucik “En lo más profundo de tu ser sólo ha quedado lo esencial; todo lo que estaba en segundo plano, y que ennoblecía, afeaba o embellecía el fondo de tu carácter, todo eso ha caído, ha sido arrancado de cuajo por el vendaval que precede a la muerte. No quedan más que el sujeto y el predicado: el fiel resiste, el traidor traiciona, el burgués desespera, el héroe combate. En cada ser hay fuerza y debilidad, audacia y miedo, firmeza y vacilación, limpieza y suciedad. Pero aquí no puede quedar más que una cosa u otra. Esto o aquello».

Cuando la pax romana llega a su fin sólo queda una cosa, aquello que la vicepresidenta, Cristina Fernández de Kirchner, le recomendó a AF el día de su asunción: “Confíe en el pueblo, ellos no traicionan, sólo piden que los defiendan y los representen».