Portada. Elecciones Paso 2023

40 AÑOS DE DEMOCRACIA: LA FELICIDAD DE EMITIR EL VOTO

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40 AÑOS DE DEMOCRACIA: LA FELICIDAD DE EMITIR EL VOTO

Por Beatriz Chisleanschi

Hay quienes dicen por ahí que la democracia es ese sistema que le permite a los pueblos elegir cada cuatro años en qué salsa lo van a cocinar. Y si bien hay mucho de cierto en esto, para quienes atravesamos la dictadura, no hay nada más gratificante que ir, cada cuatro años, a preparar a nuestra salsa preferida.

En el día de hoy millones de argentinxs volvemos a las urnas y lo hacemos en el marco de los 40 años de Democracia ininterrumpida en nuestro país. Muchxs de nosotrxs aún tenemos grabado en nuestra piel, ojos y emociones aquel 30 de octubre de 1983 cuando, después de siete años de la más terrible de las dictaduras vividas, volvíamos a las urnas. Más allá de las preferencias y las ideologías, ese día poco importaba quién resultaría finalmente electo. A las 8 de la mañana ya las filas en la puerta de los colegios eran larguísimas y si te tocaba ser presidente de mesa porque el titular había faltado, no importaba, se asumía el rol con felicidad. Pero, creo que nadie faltó a cumplir con su función, estar allí durante diez horas presidiendo una de las tantas mesas en que se votaría por la vuelta al más perfectible y mejor sistema conocido hasta el momento, era una cuestión de orgullo.

Luego, a esperar el resultado. La algarabía se sintió durante todo ese domingo. A la noche, cuando ya la salsa estaba cocinada y sabíamos quién nos iba a gobernar por los próximos seis años (aún no se había reformado la Constitución que indica que los mandatos se extienden por cuatro) todo era festejo. Ganó Alfonsín, lo mismo hubiese sucedido si quien ganaba hubiese sido Luder. Las calles se llenaron de gente, los abrazos y llantos entre padre o madre e hijxs, entre amigxs o entre compañerxs eran interminables. La democracia había vuelto y estábamos dispuestxs a defenderla con uñas y dientes. Nada mejor nos podía pasar.

Transcurridos 40 años, hoy nos encontramos en un nuevo proceso electoral con condiciones objetivas totalmente diferentes. El desprecio hacia la política o lxs políticxs se construyó sin prisa y sin pausa. Mientras que una parte minoritaria de la juventud encuentra espacios de militancia y cree fervientemente en su capacidad transformadora, la mayoría de este grupo etáreo siente que no hay futuro posible. El filósofo británico Mark Fisher (2016) en su trabajo Realismo capitalista: ¿No hay alternativa? señala que “Ahora estamos frente a otro proceso que ya no tiene que ver con la incorporación de materiales que previamente parecían tener potencial subversivo, sino con su precorporación, a través del modelado preventivo de los deseos, las aspiraciones y las esperanzas por parte de la cultura capitalista.” Parafraseando al propio Fischer, el discurso antipolítica parece haber colonizado la vida onírica de la población.

Una realidad esta que se traslada a las poblaciones adultas. Sin embargo, sabemos que las elecciones de hoy y de octubre, especialmente éstas últimas, no son unas elecciones más. El marco de violencia que, no casualmente, se vivió en estas últimas 72 horas, dan cuenta de que esa salsa en la que nos van a cocinar puede ser tan picante que lleve a la descomposición social o, aunque con diferentes condimentos, permitirnos transitar por el camino de los derechos conquistados y la construcción de una esperanza en pos de no cesar en darle vida, renovación y transformación a nuestra querida y siempre amenazada democracia.

Hoy vayamos todxs a las urnas y al volver a nuestras casas, abracémonos con nuestros afectos. Hace 40 años que la democracia está entre nosotrxs y eso, merece seguir emocionándonos.