DÍA DE LOS DIFUNTOS, O “TODOSANTOS” EN LA REPÚBLICA ARGENTINA
Por María Azucena Colatarci
Fotografía: Foto Sur
Es posible decir que la transición entre la vida y la muerte es una de las circunstancias de mayor inquietud y misterio para el hombre en particular, y la sociedad en general. De modo que quizás esto permita comprender el conjunto de explicaciones/creencias en torno al futuro después de la pérdida de la vida que prácticamente todas las culturas, a través del tiempo, han generado.
Mucho se ha escrito y descripto al respecto y el espacio no admite largas explicaciones, sin embargo, en general en todas las culturas, y a través del tiempo, se encuentra la creencia en la vida después de la muerte que se resuelve en una compleja variedad de ideas y representaciones que necesariamente requieren de un conjunto de ritos en honor y recuerdo de los muertos.
Antes de continuar, es de interés plantear que al abordar el tema de la muerte es operativo distinguir dos cuestiones:
- a) Las prácticas y rituales que se realizan en el momento de la muerte – entendida esta como un rito de pasaje en términos de Arnold van Gennep – , considerando que en muchos casos hay diferente tratamiento ya se trate de adultos o de niños.
- b) Las prácticas y rituales que se realizan en conmemoración de los muertos.
En este caso interesa centrarse en estas últimas.
Hacia finales del mes de octubre, en algunos lugares de la República Argentina, la población comienza a realizar los preparativos para el Día de los Santos Difuntos cuyos actos rituales comienzan en la tarde del 1 de noviembre para finalizar durante el día 2 del mismo mes.
El contexto en el que se producen esos actos rituales es, en este caso, el del extremo noroeste argentino que comparte diversos aspectos culturales con el área andina en general, pero con particularidades locales que no se abordarán en esta nota. Lo dicho es en cuanto a la región y su población. Pero también, es necesario considerar que el otro contexto a tener en cuenta es el de una cultura que ostenta ser el resultado de un rico e interesante proceso de síntesis cultural producido a través de años -desde épocas prehispánicas hasta el presente-, en el que prevalece el formato del cristianismo en la versión del catolicismo, dando lugar a lo que se suele denominar religiosidad popular. Pero que, quizás, resulte más adecuado encuadrar como sistema de creencias pues se entiende que ese concepto es más abarcativo en términos del proceso de síntesis cultural planteado.
Hay que tener presente que, de acuerdo a los documentos del período colonial, las poblaciones prehispánicas practicaban variados rituales en honor de sus muertos que los españoles persiguieron e intentaron eliminar. Pero también la religión católica dedica parte de su liturgia y magisterio al tema de la vida después de la muerte, así como el recuerdo y devoción a los fieles difuntos. Esta sintética referencia planteada tiene como objetivo exponer las – por lo menos – dos tradiciones de las que se nutren los rituales actuales debido a que ambas vertientes se conjugaron de tal modo que es muy dificultoso pretender distinguir cuáles podrán ser los componentes prehispánicos y cuáles los pos hispánicos. No obstante, sería una tarea inconducente ya que para los practicantes esa cuestión puntual carece de significación.
De qué se tratan entonces los rituales del Día de los Santos Difuntos
Tienen lugar entre el 1 y 2 de noviembre en muchas localidades del noroeste argentino, así como en otros lugares del país en los que reside población migrante interna del NOA y de otros países del área andina.
En líneas generales, y partiendo de la idea central de que los seres queridos que han fallecido regresan a las casas en la noche del 1 al 2, en los hogares se preparan mesas – que pueden recibir diversas denominaciones –. En las mesas se colocan variedad de alimentos, algunos específicos de la fecha, y otros que le gustaban al familiar muerto, como también bebidas, además de velas y diversos adornos; se destaca la variedad de formato de los panes que integran el “banquete” para los difuntos.
La gente del lugar sostiene que, durante esa noche, las almas retornan, beben y se alimentan, si la mesa no ha sido preparada los deudos serán castigados por sus difuntos que no han podido satisfacer sus necesidades.
El día 2 de noviembre, con variabilidad según se trate de un difunto “nuevo” (que ha muerto en el año) o no, los deudos parten al cementerio, en general llevan los alimentos y en las tumbas proceden a adornarlas con pequeñas coronas de colores realizadas con flores artificiales. Allí comparten el “banquete”, oran, conversan y, en muchos casos también coplean. Promediando la tarde regresan a sus hogares con la certeza de haber cumplido con sus difuntos queridos que descansan en paz.
Ahora bien, vale repensar esto de las tradiciones culturales puesto que los modos de rendir culto a los difuntos en el NOA (entre parte de su población) es propia y regional, aunque como ya se adelantó es posible ver el mismo tipo de rituales en diversas regiones, incluida la ciudad de Buenos Aires, en virtud de la instalación de población migrante. Y se parte de dejar en claro que la percepción de las diferencias es enriquecedora en la medida en que el contacto y conocimiento esté asentado sobre el respeto de las diferencias. En ese sentido, interesa una reflexión referida al avance de diversas actividades vinculadas a la celebración de Hallowen.
La instalación de la cultura Hallowen en contraposición con la cultura argentina
La celebración de Hallowen, francamente foránea a las tradiciones de cualquier región de la República Argentina, se ha ido instalando con cierta fuerza particularmente en los centros urbanos. Parecería que en especial se instaló en la ciudad de Buenos Aires, por causas que posiblemente aún no han sido estudiadas en profundidad, sin embargo es fácil advertir que los medios juegan un rol preponderante en la difusión de esta celebración entre otros factores.
Ahora bien, quizás sea pertinente preguntarse si la celebración de Hallowen, así como los rituales antes descriptos en forma sintética por la población andina migrante, tienen el mismo carácter. En una primera aproximación se puede arriesgar una respuesta negativa ya que se entiende que las actividades rituales que se concretan en honor a los difuntos se sustentan en el sistema de representaciones de quienes las practican, en tanto que las actividades vinculadas Hallowen son culturalmente extemporáneas y claramente lúdicas en el contexto de la sociedad argentina.
Pero también sorprende una actitud que se podría denominar en términos de “un rapto de ‘notable’ conciencia cultural de lo propio” cuando amigos y conocidos se escandalizan por quienes adhieren a Hallowen, y miran con simpatía (y en muchos casos comparten las formas) los rituales de “Todosantos” en este tiempo – así como para Pachamama (1) en el mes de agosto – y esto con referencia a población entre la que estas costumbres y creencias no han sido recibidas en el seno de sus familias.
Respecto de lo planteado precedentemente resulta necesario aclarar que no se trata de una crítica ya que cada cual puede adherir a todo aquello que le parezca pertinente, pero sí interesa destacar que, en estos tiempos, de comunicación casi planetaria, debe primar el respeto por la diversidad ante el conocimiento de la misma. Pero esta toma de conciencia de lo diverso requiere un fuerte compromiso tendiente a distinguir entre aquellos modos culturales congruentes con el sistema de representaciones de la sociedad, de aquellos que son disonantes con ella.
Data de la autora:
María Azucena Colatarci: Premio KONEX 2014. Mgter. En Cultura y Sociedad. Lic. en Folklore. Docente investigadora Cat. II.
Nota:
1- Pachamama: Madre Tierra, deidad andina.