¡BIENVENIDXS A MAYO, MES DE LA REVOLUCIÓN!
Por Darío Ferrazzano
Mayo promedia con clima atípico para estos lares, a 210 años del primer levantamiento americano sobre el opresor español empiezan a sentirse, nuevamente, aires de Revolución.
Sin dudas, mayo es un mes fundamental para nuestra historia, un mes clave que nos marcó y nos trae enseñanzas de cara a lo que viene. No nos caería para nada mal remontarnos a aquellas personas rebeldes que buscaban una Patria Grande sin esclavitud ni sometimiento.
Doscientos diez años pasaron desde aquel 25 de Mayo de 1809 cuando, en la hermana ciudad de Chuquisaca, un joven Monteagudo (inspirado por la Revolución Francesa y sus escritos) descubría el velo de una revolución naciente que ya no se detendría.
Cuatro años más tarde, el 28 de mayo de 1813, en el Teatro Coliseo se escuchaban por primera vez las estrofas del sublime Himno Nacional Argentino, encargado a Vicente López y Planes. Norberto Galasso en su libro Seamos libres y lo demás no importa nada (vida de San Martín) nos lleva a en un viaje imaginario a ese día de mayo en el que Mariquita Sánchez de Thompson junto con Blas Parera en el piano le daban forma física a la canción patria. Galasso nos hace imaginar la escena en la cual tantas heroínas y héroes se juntaron para escuchar esas palabras de libertad que serían replicadas por generaciones: “Se levanta a la faz de la tierra, una nueva y gloriosa nación, coronada su sien de laureles y a sus plantas, rendido un León”[1]. Palabras de desahogo y libertad que quisieron ser olvidadas por decreto del por entonces Presidente Julio A. Roca, en claro sometimiento al disgusto de los herederos opresores, que aún llevan en el ojo la sangre del triunfo patriótico y de nuestra Independencia. Intento de disculpas al conquistador, así como en este presente nuestro Presidente describe, frente a su querido Rey, que fueron tiempos angustiosos los de la Revolución de Mayo.
Es muy interesante el sentido de hermandad y Patria Grande que tiene el Himno completo y, sobre todo, la firme oposición contra los invasores y opresores, por eso no es de extrañar que hayan intentado dejar esas estrofas en el olvido. Sería interesante volver a cantar esas estrofas que rescatan los triunfos revolucionarios:
San José, San Lorenzo, Suipacha.
Ambas Piedras, Salta y Tucumán,
la colonia y las mismas murallas
del tirano en la Banda Oriental,
son letreros eternos que dicen:
aquí el brazo argentino triunfó,
aquí el fiero opresor de la Patria
su cerviz orgullosa dobló.
En una estrofa anterior el himno resalta y hace plantea en el triunfo sobre los invasores la reivindicación del Inca y los pueblos originarios:
De los nuevos campeones los rostros
Marte mismo parece animar
la grandeza se anida en sus pechos
a su marcha todo hacen temblar.
Se conmueven del Inca las tumbas
y en sus huesos revive el ardor
lo que ve renovando a sus hijos
de la Patria el antiguo esplendor.
En su libro, Galasso cuenta que el navegante inglés Basilio Hall mientras estaba en Panamá, en 1822, escucha en una plaza a un grupo de esclavos cantando “no sin gusto e intención la canción patriótica del día (…). El estribillo de la canción era ¡Libertad!, ¡Libertad!, ¡Libertad!”[2]
En el Ensayo sobre la Revolución del Río de la Plata desde el 25 de mayo de 1809, Monteagudo afirma que “el día 25 de mayo de 1809 se presentó en el teatro de las venganzas el intrépido pueblo de la Plata, y después de dar a todo el Perú la señal de alarma desenvainó la espada, se vistió de cólera y derribó al mandatario que lo sojuzgaba, abriendo así la primera brecha al muro colosal de los tiranos”[3]. Ya en ese entonces, los patriotas dejaban claro que había una brecha (hoy la llamamos grieta) entre opresores y oprimidos y cómo el pueblo forjó su poder para salir de ese “penoso letargo en que habéis estado sumergidos. Desaparezca la penosa y funesta noche de la usurpación, y amanezca luminoso y claro el día de la libertad. Quebrantad las terribles cadenas de la esclavitud y empezad a disfrutar de los deliciosos encantos de la independencia”.
Quizás sea tiempo de tomar definitivamente esas ideas y llevarlas como banderas eternamente, para que ningún otro vende-patria intente sumergir en el olvido nuestras gestas históricas y reemplazarla por espejitos de colores extranjeros que nada tienen que ver con nuestra Nación. Repasemos el Himno completo y gritemos bien fuerte
¡Oíd, mortales!, el grito sagrado:
¡libertad!, ¡libertad!, ¡libertad!
Oíd el ruido de rotas cadenas
ved en trono a la noble igualdad.
Se levanta a la faz de la Tierra
una nueva y gloriosa Nación
coronada su sien de laureles
y a sus plantas rendido un león.
De los nuevos campeones los rostros
Marte mismo parece animar
la grandeza se anida en sus pechos
a su marcha todo hacen temblar.
Se conmueven del Inca las tumbas
y en sus huesos revive el ardor
lo que ve renovando a sus hijos
de la Patria el antiguo esplendor.
Pero sierras y muros se sienten
retumbar con horrible fragor
todo el país se conturba por gritos
de venganza, de guerra y furor.
En los fieros tiranos la envidia
escupió su pestífera hiel.
Su estandarte sangriento levantan
provocando a la lid más cruel.
¿No los veis sobre Méjico y Quito
arrojarse con saña tenaz,
y cuál lloran bañados en sangre
Potosí, Cochabamba y La Paz?
¿No los veis sobre el triste Caracas
luto y llanto y muerte esparcir?
¿No los veis devorando cual fieras
todo pueblo que logran rendir?
A vosotros se atreve, argentinos
el orgullo del vil invasor.
Vuestros campos ya pisa contando
tantas glorias hollar vencedor.
Mas los bravos que unidos juraron
su feliz libertad sostener,
a estos tigres sedientos de sangre
fuertes pechos sabrán oponer.
El valiente argentino a las armas
corre ardiendo con brío y valor,
el clarín de la guerra, cual trueno,
en los campos del Sud resonó.
Buenos Aires se pone a la frente
de los pueblos de la ínclita Unión,
y con brazos robustos desgarran
al ibérico altivo león.
San José, San Lorenzo, Suipacha.
Ambas Piedras, Salta y Tucumán,
la colonia y las mismas murallas
del tirano en la Banda Oriental,
son letreros eternos que dicen:
aquí el brazo argentino triunfó,
aquí el fiero opresor de la Patria
su cerviz orgullosa dobló.
La victoria al guerrero argentino
con sus alas brillantes cubrió,
y azorado a su vista el tirano
con infamia a la fuga se dio;
sus banderas, sus armas se rinden
por trofeos a la Libertad,
y sobre alas de gloria alza el Pueblo
trono digno a su gran Majestad.
Desde un polo hasta el otro resuena
de la fama el sonoro clarín,
y de América el nombre enseñando
les repite: ¡Mortales, oíd!
Ya su trono dignísimo abrieron
las Provincias Unidas del Sud!
Y los libres del mundo responden:
¡Al gran Pueblo Argentino, salud!
Sean eternos los laureles
que supimos conseguir:
coronados de gloria vivamos,
o juremos con gloria morir.
[1] [1] N. Galasso – Seamos libres y lo demás no importa nada – página 102
[2] [2] N. Galasso – Seamos libres y lo demás no importa nada – página 104
[3] Bernardo de Monteagudo, escritos políticos – Estudio preliminar de Felipe Pigna, página 221