UN MUNDO BIPOLAR
Mientras en la Argentina se acerca una fecha definitoria, donde debe decidirse entre dos concepciones de la política- del Estado, de la economía, de la sociedad- y experimentamos esto como una polarización autóctona ( la “grieta” argentina) es bueno mirar un poco lo que sucede en el mundo y ver un tablero que muestra múltiples grietas en las que podemos encontrar, en grandes trazos, estas mismas concepciones en disputa.
Por Mariano Quiroga
Fotografía: Cecilia Markic
Ilustración: Gustavo Napoli
Derechas vs progresismos latinoamericanos
El escenario que vivimos en Argentina se encuentra replicado en el resto de países de sesgo progresista de la región. Quizás, el escenario más parecido es el que llevó a Dilma Rousseff a competir el año pasado en una segunda vuelta muy igualada con Aécio Neves, representante de la derecha neoliberal y aglutinante de todos los desencantados del modelo de Lula y Dilma de inclusión social y lucha contra la pobreza.
Brasil es un país con industriales muy fuertes, y la contienda por el poder sobrepasa los intereses nacionales. Dilma ha tenido que hacer equilibrio entre estos intereses enfrentados, el que concibe al Estado como garante de que se cumplan los derechos de la población y se cubran sus necesidades, pero también del fortalecimiento del bloque industrial en su pelea por concretar un polo contrahegemónico como puede ser el BRICS. Esto exigió ceder en políticas macroeconómicas, para sostener las políticas sociales.
Este equilibrio para el poder económico no deja de ser un estorbo para un mayor crecimiento de la economía privada brasilera, por eso preferían tener un candidato “propio” que garantizara que el poder ejecutivo fuera súbdito del dictado de las grandes empresas.
El caso de Venezuela es paradigmático porque el proceso iniciado por Hugo Chávez es el más largo de la región y es donde se ha visto a la derecha tomar las decisiones más trágicas, orquestando un golpe de estado y generando decenas de muertos en los enfrentamientos recientes entre militantes bolivarianos y aquellos que deseaban voltear al gobierno de Nicolás Maduro. Tanto en Venezuela como en el Ecuador de Rafael Correa o la Bolivia de Evo Morales, lo que se enfrentan son modelos desarrollistas que ponen principal interés en los más desfavorecidos; y del otro lado, se encuentran el poder de la Banca, de los medios concentrados de comunicación y de la oligarquía empresaria. Todos estos países denunciaron, además, campañas de desestabilización orquestadas desde las embajadas de las potencias económicas.
TTIP y TPP vs BRICS
Si en esa injerencia de las potencias en las políticas de los estados soberanos de Latinoamérica vemos cómo busca sostener el lucro y la imposición de sus reglas de juego neoliberales en la región, con los TTIP y TPP debemos leer una búsqueda de imponer las normativas en el resto del planeta. El TPP (Acuerdo Transpacífico de Cooperación Económica) y el TTIP (Asociación Transatlántica para el Comercio y la Inversión) son acuerdos secretos impuestos desde las potencias centrales (léase Estados Unidos) a países con costa en el Pacífico de Asia y América (lo confirmaron Chile, Perú y México) y un acuerdo con la Unión Europea y Canadá, en el segundo caso. Fundamentalmente, lo que se busca es contrarrestar el crecimiento de las economías de los BRICS (recordemos: Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica), que dejaron de ser emergentes hace rato para convertirse en verdadero motor económico planetario.
Si bien Estados Unidos todavía prevalece en los intercambios comerciales, su supremacía declina. Estos acuerdos buscan seducir a países poderosos como Japón, Alemania, Australia o Reino Unido y volver a forjar alianzas corporativas que permitan luchar contra economías de Estados fuertes. Porque esto hay que decirlo: los BRICS pegaron el salto que pegaron por políticas de estado que permitieron sostener el crecimiento económico. Tanto Estados Unidos como Europa están en una fase de declive de sus economías, heridas por la crisis provocada por el desenfreno especulativo de las bolsas y la Banca y por políticas expansionistas que descuidaron a su gente y dejaron que las empresas migraran no solo sus ganancias hacia los paraísos fiscales, sino sus usinas hacia países con mano de obra más barata.
Los pliegos del TTIP y TPP igualan las condiciones de los trabajadores hacia abajo y fortalecen a las empresas frente a las constituciones soberanas de los países, blindando a los capitales de tener que reinvertir en los países donde generan sus ganancias o compartir los avances tecnológicos y científicos con los gobiernos.
Refugiados – Estación de tren en Viena (Wein Hauptbahnhof), límite con Hungría
La Europa de la austeridad vs el estado de bienestar
Esta igualación hacia abajo repercute sobre todo en Europa, continente donde se respetaban mucho más los derechos laborales, los derechos sociales e incluso los derechos sobre las patentes y el copyright.
Las políticas de austeridad -que vienen aplicándose desde hace casi una década- han ido socavando y debilitando el poder obrero, que ante las crisis termina aceptando condiciones de explotación para asegurar la manutención de las familias. Con los derechos laborales a la baja, superando los récords de desempleo en toda la Comunidad Europea, con los menores de 25 años con más del 40% desocupado en muchos países, la situación se volvió dramática.
El estado de bienestar del que fue modelo Europa durante décadas se cae a pedazos por la voracidad de los bancos y la deslocalización de sus fábricas. Las grandes empresas que se hicieron fuertes produciendo, contaminando y explotando las reservas naturales fuera de sus fronteras, ahora pueden volver a operar en sus respectivos países porque la gente aceptará (o eso al menos especulan los analistas del establishment) sueldos de miseria, jornadas de trabajo asiáticas y deterioro medioambiental creciente.
La denominada crisis de la inmigración aporta notas de mayor dramatismo a esta situación, ya que incorpora a las fuerzas de trabajo desocupadas locales, miles de refugiados dispuestos a trabajar bajo cualquier condición.
En medio de ese cóctel explosivo, los gobiernos han mostrado su cara más dura y es posible que hayan reveses electorales hacia la izquierda, pero también hacia la extrema derecha con un discurso anti inmigrantes, y anti Unión Europea, cuya rigidez es vista como un problema fundamental de falta de soberanía económica en todos los países.
El fundamentalismo económico de la Troika, de la OMC, del FMI y del Banco Mundial, quedarían reemplazados si estas alianzas prosperaran. El estado de shock de las poblaciones de todos estos países no favorece la organización para resistir estas imposiciones. Las condiciones para que sean llevadas adelante, tal y como las describe Naomi Klein en La Doctrina del Shock, parecieran estar dispuestas.