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Revista 109

Desde El Bermejo -Guaymallén Mendoza -Argentina, Revista La Mosquitera Nº109, Julio, Año 2016 ya están en las calles con sus 2000 ejemplares impresos y gratuitos recorriendo las calles de la provincia. Leela y compartila para que llegue otra agenda mediática propuesta desde un medio comunitario.

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«Somos anti-imperialistas porque somos marxistas, porque somos revolucionarios, porque oponemos al capitalismo el socialismo como sistema antagónico, llamado a sucederlo, porque en la lucha contra los imperialismos extranjeros cumplimos nuestros deberes de solidaridad con las masas revolucionarias de Europa». Tesis de Mariátegui presentada a la Primera Conferencia Comunista Latinoamericana (Buenos Aires, junio de 1929). Se ha reproducido de El Movimiento Revolucionario Latino Americano (Editado por La Correspondencia Sudamericana).

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Monumento_Monteagudo
Bernardo Monteagudo, (1787-1825), patriota argentino. Participa en 1809 en el movimiento revolucionario de Chuquisaca con el que se inicia la independencia de la región platense. Participa en la Revolución de Mayo en la Argentina, en 1812. Desde la Gaceta escribe sus críticas a la marcha de la Revolución. Críticas que se encuentran extremadamente radicales. Esboza, entre otras tesis la de la necesidad de establecer una Dictadura que enfrenta el peligro de la anarquía en que puede transformarse el movimiento revolucionario. Funda el periódico Mártir o Libre en donde expone estas ideas para el logro de una auténtica libertad e independencia. El grupo de Monteagudo llega al poder pero es objeto de la oposición federal que hace que Monteagudo ataque con vehemencia al federalismo. Sigue al general San Martín, libertador de la Argentina en su marcha al otro lado de los Andes liberando Chile y el Perú hasta su encuentro con Bolívar en Guayaquil. San Martín se retira y Bolívar toma el mando de las fuerzas de la libertad que se unen. Dos días antes de la batalla de Ayacucho, dada por Sucre, de acuerdo con el plan libertador, el 9 de diciembre de 1824 Bolívar convoca al Congreso de Panamá. Monteagudo que le ha seguido, escribe en 1825 el presente Ensayo en el que habla de la necesidad de una reunión como la convocada por el libertador. Ensayo inconcluso porque es asesinado en Lima en donde se encuentra al servicio del libertador.

Ensayo sobre la necesidad de una Federación General entre los Estados Hispanoamericanos

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EVITA

MI VIDA ES DE USTEDES

Al despertar de un desmayo que duró más de tres días, Evita tuvo al fin la certeza de que iba a morir. Se le habían disipado ya las atroces punzadas en el vientre y el cuerpo estaba de nuevo limpio, a solas consigo mismo, en una beatitud sin tiempo y sin lugar. Sólo la idea de la muerte no le dejaba de doler. Lo peor de la muerte no era que sucediera. Lo peor de la muerte era la blancura, el vacío, la soledad del otro lado: el cuerpo huyendo como un caballo al galope. Aunque los médicos no cesaban de repetirle que la anemia retrocedía y que en un mes o menos recobraría la salud, apenas le quedaban fuerzas para abrir los ojos. No podía levantarse de la cama por más que concentrara sus energías en los codos y en los talones, y hasta el ligero esfuerzo de recostarse sobre un lado u otro para aliviar el dolor la dejaba sin aliento. No parecía la misma persona que había llegado a Buenos Aires en 1935 con una mano atrás y otra adelante, y que actuaba en teatros desahuciados por una paga de café con leche. Era entonces nada o menos que nada: un gorrión de lavadero, un caramelo mordido, tan delgadita que daba lástima. Se fue volviendo hermosa con la pasión, con la memoria y con la muerte. Se tejió a sí misma una crisálida de belleza, fue empollándose reina, quién lo hubiera creído. «Tenía el pelo negro cuando la conocí», dijo una de las actrices que le dio refugio. «Sus ojos melancólicos miraban como despidiéndose: no se les veía el color. La nariz era un poco tosca, medio pesadona, y los dientes algo salidos. Aunque lisa de pechera, su figura impresionaba bien. No era de esas mujeres por las que se dan vuelta los hombres en la calle: caía simpática pero a nadie le quitaba el sueño. Ahora, cuando me doy cuenta de lo alto que voló, me digo: ¿dónde aprendió a manejar el poder esa pobre cosita frágil, cómo hizo para conseguir tanta desenvoltura y facilidad de palabra, de dónde sacó la fuerza para tocar el corazón más dolorido de la gente? ¿Qué sueño le habrá caído dentro de los sueños, qué balido de cordero le habrá movido la sangre para convertirla tan de la noche a la mañana en lo que fue: una reina?»

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