ES LEY

ES LEY

“Estaba el viento sentado una piedra cansado de ser invisible”
Carlos Pellicer

Por Beatriz Chisleanschi
Ph portada Kaloian Santos Cabrera

Es Ley, repetimos una y otra vez como si fuera un karma. Es Ley, nos decimos y nos gritamos y nos abrazamos y aún no lo podemos creer. Desde hoy, 30 de diciembre del 2020, a las 4.12 hs. ese reclamo que lleva años y en memoria a tantas mujeres que murieron por abortos clandestinos, la Interrupción Voluntaria del Embarazo (IVE) es Ley.

En el año 2018, luego que el Senado votara a favor de la clandestinidad, recordaba este texto de Elsa Bornemann de su cuento “El año verde”: «–¡El aire ya huele a verde! ¡Si todos juntos lo soñamos, si lo queremos, el año verde será el próximo! (…) ellos ya saben que ninguna lluvia será tan poderosa como para despintar el verde de sus corazones, definitivamente verdes. Bien verdes, como los años que –todos juntos—han de construir día por día.»

¿Qué duda cabe que durante estos dos años el aire olió a verde y que, cansado de ser invisible, se levantó el viento, un viento verde que provocó esa marea imparable que rodeó al Congreso de la Nación?

Verdes las plazas del país, verdes los pañuelos que asomaron, durante todos estos años, de las carteras, los bolsos, las mochilas y las muñecas. Verdes las caras, los cabellos, el corazón, el alma, la vida.

La sanción de la Ley IVE es una deuda que la democracia tenía con las mujeres. Es la respuesta a un reclamo histórico que esta generación de las pibas que, con su potencia y fuerza mueven el mundo, decidió visibilizar, nombrar, gritar y animar a contar que el aborto existe desde siempre, que las madres, abuelas, bisabuelas y tatarabuelas abortaron. Que la clandestinidad traía muerte o un gran negocio.

El patriarcado es un sistema que viola sistemáticamente los derechos humanos. El pañuelo verde, hijo de los pañuelos blancos, vino a decirnos que la maternidad será deseada o no será; que las mujeres tenemos derecho a decidir sobre nuestro cuerpo; que queremos que las niñas sean niñas, y no madres; que el patriarcado se va a caer (o lo vamos a tirar) y que le decimos basta a los espejismos hermenéuticos (al decir de Moira Pérez y Blas Radi), esa ilusión de que existen categorías adecuadas para dar sentido a situaciones de opresión que en realidad, quedan desatendidas.

Los derechos siempre vinieron después de grandes luchas, y lo sucedido entre estos históricos 29 y 30 de diciembre en el Senado, y antes, el 10 y 11 de diciembre, en Diputados, es la demostración cabal -una vez más-que luchar tiene sentido.

“Resulta aprobado con 38 votos afirmativos, 29 negativos y una abstención. Se convierte en ley y se gira al Poder Ejecutivo” -dijo la presidenta del Senado, Cristina Fernández de Kirchner. Y la calle estalló y estallaron los corazones, las lágrimas, los gritos, la alegría imparable de saber que se hacía justicia y que esta ley nos hace un poco mejores. Y en esos brazos entrelazados, que dejaron atrás cualquier protocolo pandémico, se abrazaba a todas y cada una de las mujeres muertas por abortos clandestinos, por el uso del perejil, de la percha o de la aguja de tejer. Se abrazaba a las mujeres humilladas cuando iban a pedir el Misoprostol a las farmacias; a las penadas por haberse practicado un aborto; a las encarceladas por haber matado a un hije que no querían y a las que permanecieron silenciadas por temor a la censura social.

El aborto ya es legal, es seguro, es gratuito y será en el hospital.

Los pañuelos verdes comenzarán a ocupar un lugar en las vitrinas de las casas como emblema de esta revolución de las pibas y de la historia de un lucha que engendrará otras y que, seguro, tendrán otro pañuelo que las simbolicen, porque las deudas con las mujeres son muchas aún y porque desde las Madres para acá, los pañuelos son mucho más que un retazo de tela, son campos de batalla.

Repitamóslo como un karma, una y otra vez: “Es Ley”.