EL PLAN ATLANTA LLEGA A SU CUMBRE
Por Miguela Varela
En un año donde la región latinoamericana se calienta con elecciones, el encarcelamiento de Lula Da Silva, la renuncia del Presidente peruano y la exclusión de Venezuela, la VIII Cumbre de las Américas en Perú se desinfla con la ausencia de Donald Trump.
Como una paradoja más de la historia, el canciller peruano declaraba en junio del año pasado que el eje central de esta Cumbre sería la gobernabilidad democrática frente a la corrupción. Lo que no sabía el canciller es que, unos meses después, el propio presidente peruano renunciaría en el marco de un escándalo ligado a un caso de corrupción. Fue en ese contexto que Pedro Pablo Kuczynski (PPK), para congraciarse con Washington, excluyó a Venezuela del evento.
La Cumbre de las Américas es una reunión que congrega, bajo el impulso de Estados Unidos, a los 35 estados de todo el continente desde 1994. Pero en este caso, bajo el lema “Gobernabilidad democrática frente a la corrupción”, la Cumbre intenta institucionalizar el Plan Atlanta. Esta estrategia basada en la utilización de causas judiciales vinculadas a la corrupción para la deslegitimización y proscripción de los movimientos políticos y sociales progresistas de la región comienza a instalarse en los foros de integración apadrinados por Washigton. Es por esto que los participantes emitieron una declaración conjunta llamada Compromiso de Lima donde hacen hincapié en la gobernabilidad democrática, la lucha contra la corrupción y el fortalecimiento de la cooperación jurídica internacional.
El documento pide por la autonomía e independencia de sus poderes judiciales, en el marco de la detención ilegal de Lula. Además, insta a los Estados a que implementen medidas que promuevan la rendición de cuentas y bancarización de ingresos y gastos de las Organizaciones y Partidos Políticos, cuya escenografía es la renuncia del ex presidente peruano acusado de corrupción. Asimismo, solicita avances en cooperación jurídica internacional para que los países adopten medidas contra la elusión y para combatir la evasión fiscal, mientras el Presidente argentino figura en los Panamá Papers y varios funcionarios de su gobierno poseen cuentas offshores en paraísos fiscales.
Por otro lado, la concertación conservadora que empujó la declaración también se pronunció en contra de las próximas elecciones en Venezuela, siempre en “nombre de la democracia”.
La Cumbre intenta recobrar la legitimidad perdida en la última década cuando el multilateralismo regional caminaba por la senda de la UNASUR y la CELAC, y donde Estados Unidos no tenía voz ni voto. En un intento de recobrar hegemonía en la región ante el avance chino y ruso, Trump aprovecha la connivencia de los gobiernos conservadores para lanzar su ofensiva. Sin embargo, su propia ausencia (primera vez que un presidente norteamericano no preside el convite), la de Maduro, el incidente peruano y la larga lista de personalidades ligadas a la corrupción y con escasos niveles de popularidad opacaron el encuentro.
El contraste fue evidente en el encuentro donde participa la sociedad civil llamada Cumbre de los Pueblos. Allí, los verdaderos representantes de más de 150 Organizaciones Sociales y Políticas populares realizaron un llamado a la integración y reiteraron pronunciamientos de solidaridad con Venezuela y Cuba y pidieron por la liberación de Lula.
Una vez finalizada la Cumbre, Nicolás Maduro declaró desde Venezuela: “Yo creo que la cumbre de Lima ya comienza a ser lo que pudiera ser el final de las cumbres de las Américas por la intolerancia ideológica, la intolerancia política”. Tal vez tenga razón.