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DE ATENDER A HERIDXS DE LOS BOMBARDEOS DE PLAZA DE MAYO A PRESIDIR LA JUNTA DE ESTUDIOS HISTÓRICOS DE SAN CRISTÓBAL

Entrevista al Doctor Carlos Alberto Macagno

DE ATENDER A HERIDXS DE LOS BOMBARDEOS DE PLAZA DE MAYO A PRESIDIR LA JUNTA DE ESTUDIOS HISTÓRICOS DE SAN CRISTÓBAL

Por Ana Belén Marrello

La Junta de Estudios Históricos de San Cristóbal ‘Jorge Larroca’ pertenece a la Junta Central de Estudios Históricos de la Ciudad de Buenos Aires. Es una de las más jóvenes, surgió en el 2002. Su presidente, desde el 2007, es el Doctor Carlos Alberto Macagno, un médico cirujano de larga trayectoria que vive en el barrio desde los 7 años y hoy tiene 90. Fue médico en la Guardia del Hospital Ramos Mejía, desde 1952 a 1958, donde atendió a lxs heridxs de los Bombardeos de Plaza de Mayo. Estuvo, además, 3 años en el servicio de Clínica Médica del Hospital Ramos Mejía. Fue por 20 años cirujano en el Hospital Alvear. Trabajó durante 40 años en el Sanatorio Julio Méndez, donde fue Jefe de Servicio por 25 años y Director por un año y medio. Además, es Magíster en Biología Molecular Médica.

Socio de la Sociedad Argentina de Escritores, escribió varios libros de medicina y otros con relatos sobre el barrio. El más reciente es sobre una Selección de experiencias quirúrgicas entre los años 1958 y 2000. Son 100 casos de los miles que operó. También publicó “Crónica del barrio de San Cristóbal de la Ciudad de Buenos Aires (1970-2010). Genocidio, asambleas y participación ciudadana”, Editorial Dunken. Y “Sueños y realidades desde San Cristóbal”, con poemas y relatos cortos sobre su niñez y juventud en las décadas del 40, 50 y 60.

“San Cristóbal tiene una rica historia de inmigración, pero también de haber sido el escenario de una cantidad de sucesos muy importantes en relación con la lucha por mejores condiciones de trabajo”, señaló el Doctor Macagno. Y agregó: “Lo hemos visto y nombrado durante la conmemoración por el Centenario de la Semana Trágica (ver https://revistappv.com.ar/a-100-anos-de-la-semana-tragica/), que enmarcó la lucha de los obreros por conseguir condiciones de vida más dignas y más humanitarias, y que fue ferozmente reprimida. Con 1056 muertos, según el embajador norteamericano; según otros, 700. Nunca se supo por qué desaparecieron los cadáveres de muchísimas personas”, relató.

El barrio pertenece a la Comuna 3, integrada también por Balvanera, y está delimitado por las avenidas Independencia, Entre Ríos, Juan de Garay y la calle Sánchez de Loria. El 14 de junio de 1940 fue inaugurada la Plaza Martín Fierro, en el sitio donde estaban emplazados los Talleres Metalúrgicos Vasena, testigos de la cruenta represión y asesinato de obrerxs durante la Semana Trágica, ocurrida del 7 al 14 de enero de 1919. “También fue castigado San Cristóbal con la represión del proceso. De San Cristóbal desaparecieron 80 jóvenes, algunos niños también”, describió y agregó: “Fue también el terreno en que se enfrentaron las tropas de la provincia de Buenos Aires con las tropas de la Capital, cuando fue el conflicto por la federalización de Buenos Aires. Hubo muchas luchas y los heridos fueron asistidos en el predio del Colegio del Huerto, que está en Independencia y Rincón. Así que hay historia, hay historia para investigar”.

¿Cómo se ha encarrilado la investigación de la historia de San Cristóbal?

Hay un primer libro, del periodista Jorge Larroca, que se llama ‘San Cristóbal, el barrio olvidado’. Está agotado. Después surgieron una serie de libros con investigaciones sobre la historia del barrio. Muchas publicaciones toman como base estas investigaciones. Yo mismo hice dos libros, uno de poemas y relatos cortos sobre mi juventud, mi niñez, ‘Sueños y realidades desde San Cristóbal’. Vuelco mis recuerdos de San Cristóbal de esas épocas. Cómo yo vi a mi barrio en la década del 40, 50, 60. Hay otro sobre la historia de San Cristóbal. ‘Crónica del barrio de San Cristóbal de la Ciudad de Buenos Aires (1970 a 2010). Genocidios, asambleas y participación ciudadana’, que se ha escrito poco sobre eso. Ahí detallo no solamente el tema de los desaparecidos, las represiones, sino también los sucesos históricos que fueron sumamente importantes e interesantes desde el punto de vista político y sociológico, cual fueron las asambleas, de las cuales yo participé para ver qué podía aportar como médico, con mi experiencia no solamente de cirujano sino de Director de Hospital, como fui en su momento.

Y pudimos hacer muchísimas cosas por la sociedad, que en ese momento no las podía hacer el Estado, porque habían entrado en crisis todas las estructuras de decisiones importantes. Y el tema de las asambleas, que hay que prestarle mucha atención, tiene relación con la organización de las bases sociales para atender sus propias necesidades. Independientemente de las estructuras políticas, que es lo que hizo la gente de San Cristóbal. Tanto éxito tuvo en San Cristóbal esa experiencia colectiva, que una de las asambleas todavía persiste. Tiene su local en la calle Prudan. Ha evolucionado, provee alimentación a mucha gente que la necesita, da clases a los alumnos, provee ropa. En su momento empezó con el apoyo estatal, del gobierno de la Ciudad. Hicimos gestión y les proveían comida. Habíamos armado una olla popular. Organizamos consultorios, acá en mi casa, yo tenía un consultorio gratuito para los desocupados. Tenía dos secretarias que me ayudaban, que fueron provistas por la Iglesia Santa Cruz. Los laboratorios del barrio hacían análisis gratis para los pacientes que necesitaban. Todo eso, que eran recursos latentes en las estructuras sociales de un barrio, se movilizaron por el afecto al barrio, por el afecto al otro, ante la crisis paralizante de una estructura social que en ese momento falló.

¿De qué manera la Junta de Estudios Históricos de San Cristóbal promueve el fortalecimiento comunitario?

La Junta tiene sus funciones perfectamente definidas, sus estatutos y reglamentos a los cuales hay que ajustarse. Y las funciones o el fin es recrear el conocimiento de la historia del barrio, desde su fundación hasta la actualidad, patrocinar el desarrollo de las investigaciones históricas, registrar el acervo cultural del barrio y, por supuesto, eso lleva indefectiblemente a la necesidad de contactar con las personas.

Todo también tiene relación con un perfil que tienen estas Juntas Históricas que es la historia del barrio. Entonces uno se pregunta qué es un barrio. Es una entidad geográfico cultural y que tiene como fundamento una cantidad de experiencias compartidas, principalmente el fundamento al espíritu barrial es el afecto por el vecino. Es muy interesante investigar y conocer la historia de un barrio porque uno conoce de esa forma a sus ancestros. Porque este es fundamentalmente un barrio de inmigración, y eso significa toda la historia de traslados, de viajes en barco que duraban meses, de gente que venía a instalarse en este país sin conocer el idioma, sin saber lo que iban a encontrar y, sin embargo, fundaron una sociedad barrial que tuvo múltiples desarrollos en el comercio, en la industria, en la aparición de la clase media, los profesionales. La mayor parte de nosotros somos descendientes de proletarios. Y todo eso tiene un barrio y merece ser reivindicado, porque al mismo tiempo, del estudio de esas conductas, que no solamente han sido individuales sino colectivas, surge una especie de perfil para jóvenes, porque se les enseña, y es bueno que eso lo asimilen, cuál es el camino en la vida, muchas veces.

¿Cómo llegó a la Junta de Estudios Históricos de San Cristóbal?

Hasta los 78 años, ahora tengo 90, caminaba 14 kilómetros por día. Salía a las 6 de la mañana, sobre todo en verano, primavera. Iba hasta la Reserva Ecológica, daba la vuelta y volvía. Tres horas veinte, le ponía. Y en una esquina me encontré con una señora que yo conocía, que había sido la fundadora y en ese momento era la presidenta de la Junta de Estudios Históricos, entidad que yo ignoraba que existiera. Y bueno, me invitó a participar, y como yo ya estaba jubilado, y por las mías había empezado a trabajar con el barrio, porque yo me jubilé después de una intensísima actividad hospitalaria. Iba al hospital, toda la vida, a las 6, 6:30 de la mañana y salía a las cinco de la tarde. Venía a mi casa y hacía consultorio. De un día para el otro, cuando te jubilás te dicen ‘mañana no venga, está jubilado’. Entonces pensé: ‘ahora qué hago’. Al otro día, dije: ‘me pongo a estudiar otra cosa’. Me puse a estudiar una segunda carrera universitaria como si no hubiera pasado nada, Magíster en Biología Molecular Médica en la Facultad de Ciencias Exactas de la Universidad de Buenos Aires.

Y al mismo tiempo me puse a observar qué cosas podía aportar para mi entorno barrial y empecé con la Plaza Martín Fierro. Y conseguí un montón de cosas, nada más que haciendo gestiones, entrevistando a los responsables de las distintas áreas que mantienen una plaza. Además, uno no se imagina cuántas dependencias tienen responsabilidad sobre distintas partes, porque hay una Dirección de Fuentes, pero si en la fuente hay una estatua, como había, hay una Dirección de Estatuas, entonces son dos direcciones municipales que tienen que cuidar la fuente y la estatua, y como eran dos, ninguna hacía nada. Después hay una entidad privada que tiene que cuidar la higiene, que tampoco la cuidaba. Sobre todo eso hice gestiones y con todo éxito porque cuando los apuré a los que tenían que limpiar y no limpiaban, les dije ‘miren, yo voy a ir a la televisión y los voy a denunciar, porque ustedes están robando la plata’. Al otro día limpiaron la plaza de tal manera que se podía comer en el piso.

Esos fenómenos los conocía porque tuve mucha gestión hospitalaria y sabía que si el que puede gestionar no gestiona, no pasa nada. Pero cuando uno presiona, hay una cantidad de mecanismos y de estructuras armadas en la sociedad, que están a su vez bancadas económicamente por los impuestos, que deberían funcionar, y no funcionan porque no se las controla. Deberían funcionar espontáneamente, pero muchas no lo hacen. Y así entré entonces a enterarme y a tener la satisfacción de modificar una serie de realidades de lo que se podía. Por ejemplo, al lado (de su casa sobre Avenida San Juan) había un terreno baldío, donde ahora hay estos edificios de veintipico de pisos. Había ratas, de todo. Hice una nota para que lo desratizaran. No sé cuántas gestiones tuve que hacer, pero al final lo desratizaron. Me llamaron de la municipalidad para entregarme el expediente en el cual se había gestionado la desratización que incluía una especie de allanamiento del terreno para lo cual se tenían que expedir. Tomé el expediente y en el subte de vuelta a mi casa en Plaza de Mayo lo estaba hojeando y en la mitad del expediente aparece la orden de un juez, que nada tenía que ver con el expediente de desratización, para que se tomaran medidas respecto de una casa en Villa Urquiza que se estaba por derrumbar. Dije ‘qué barbaridad’. Además, lo habían firmado todos, desde el Intendente y una cantidad de secretarios de la Intendencia, ‘pase a fulano’, ‘pase a sultano’, toda la burocracia había firmado ese expediente sin fijarse qué había en el medio. Cuando llegué tomé el teléfono y llamé y le dije ‘mire, pasa tal cosa’. Y me dicen ‘ah, está foliado. Mire no se preocupe’. Y ahí terminó todo (risas). Pasan esas cosas.

Macagno coordinó la realización y publicación de los libros de las Escuelas del barrio de San Cristóbal

Durante su presidencia al frente de la Junta, en 2012 y 2013 se organizaron concursos de investigación histórica en los colegios de San Cristóbal. En el primer ciclo participaron seis colegios de San Cristóbal y en el segundo, participaron todos los colegios, públicos y privados, en total 16, excepto el Colegio de la Iglesia de San Cristóbal. Cada colegio hizo un trabajo de investigación histórica que después fueron compilados en forma de textos y evaluados por comisiones de profesores de la zona. Participaron más de 500 chicxs, junto a sus familias, en trabajos históricos recorriendo el barrio y sacando fotos. Recibieron premios y medallas. En 2014, tras gestiones del Dr., se consiguió que el Ministerio de Cultura de la Nación imprimiera 1000 libros, que fueron repartidos en los colegios. La biblioteca de la Escuela Jorge Luis Chinetti (en Estados Unidos 3141) facilitó un lugar en la biblioteca para alojar algunos ejemplares.

¿Cómo fue la experiencia del trabajo con les niñes de los colegios del barrio?

Tenían que hacer un trabajo de dos capítulos. Un capítulo consistía en la historia de su colegio, con lo cual aprendían sobre su colegio y sobre los rasgos históricos de los que le daban nombre al colegio, de los próceres, y el segundo capítulo era sobre cualquier aspecto que ellos juzgaran digno de que fuera trabajado. Así que ellos salieron a hacer fotos, hablaron de comercios, de las guerras intestinas ocurridas en San Cristóbal. De ahí sacamos el libro, muy original, que se llama ‘Historia de los colegios de San Cristóbal redactada por los alumnos’. No hay en la Argentina ningún otro libro así, con esas características. Tanto que el Ministerio de Cultura en su momento, tuvo la intención de darle vigencia nacional a esa iniciativa como metodología para que, en todas las ciudades, grandes o chicas, del país, los niños se interesaran en la historia de su colegio, de sus ciudades, de sus próceres. Esa fue una forma de abrirse a la sociedad. Terminó con un acto cultural en el Centro Okinawense (Avenida San Juan 2651), donde las entidades culturales aportaron los ballets. Hubo música japonesa, ballets italianos, sirio libaneses. Después todo eso se paralizó. Cuando cambió el gobierno, cambiaron las autoridades de los colegios y se cortó muchísimo. Yo hice 295 gestiones personales para armar todo eso. Ahora se cerraron un poco en sí mismos al acceso de estas entidades. Entonces estuvimos dos años prácticamente hibernados. Ahora estamos tratando de recuperarlo, sobre todo de incorporar gente joven, porque somos gente muy mayor. Es una alegría ver que hay jóvenes que se van incorporando y que tienen interés en el estudio de la historia barrial, que no es menor, no es para despreciar. No será de tinte académico, pero tiene mucha vida.

Otro edificio histórico es la Iglesia de San Cristóbal sobre Avenida Jujuy 1241

La iglesia de San Cristóbal es de 1884; la de Santa Cruz, de 1894. Pero antes de la inauguración de 1894, había una iglesia muy primitiva de madera, como también la hubo en San Cristóbal, donde antes de la construcción que empezó en 1881, 82, el barrio fue fundado en 1869, antes de eso hubo un señor que cedió los terrenos, que era el secretario de Rosas, un Coronel que cedió terrenos de su propiedad incluso para hacer la iglesia. La primera iglesia estaba en San Juan y Matheu.

¿Recibe la Junta algún tipo de financiamiento estatal o privado?

La Junta nunca recibió ningún tipo de financiamiento ni de organismos públicos ni privados. Nosotros impulsamos incorporar a la gente al conocimiento de su barrio, como una forma de estimular el amor por el barrio. Porque si uno no conoce las cosas, no tiene por qué quererlas. Por eso fue muy interesante ver cómo reaccionaron los chicos.

Somos filial de la Junta de Estudios Históricos de la Ciudad de Buenos Aires, que es como decir, la Junta de Estudios Históricos de Berlín, de Nueva York o de Washington, o de Londres. Todos los barrios de Buenos Aires tienen su delegación ahí.

El relato del Doctor Macagno sobre su experiencia durante la atención de heridxs de los Bombardeos de Plaza de Mayo

El Premio

Pertenecer al Servicio de Medicina y Cirugía de Urgencia del Hospital Ramos Mejía era, por aquella época, un orgullo y una excelente oportunidad para adquirir conocimientos en la materia, estando en contacto tanto con la gran cantidad de pacientes de diversas patologías agudas que allí se asistían diariamente, como con los distinguidos profesionales que conformaban el elenco de Guardia.

Ese día, jueves, me correspondía hacer guardia de veinticuatro horas y tenía como compañero a René, un condiscípulo de promoción. Con él estábamos a punto de recibirnos, y teníamos ya varios años de actividad en la guardia del Hospital. Por razones fortuitas, quedamos a cargo de la jefatura de la guardia, porque tanto el Médico Interno jefe como su Adjunto debieron retirarse por algunas horas, demandados por otras tareas profesionales. Era una gran responsabilidad y una distinción al mismo tiempo, que se nos considerara capaces de manejar las distintas emergencias que podían requerir la intervención de un hospital de la envergadura del Ramos Mejía.

Era un día gris, frío, triste, ideal para pasarlo trabajando en lo que nos apasionaba, alternando la medicina y cirugía de urgencia con la compañía, estimulante y divertida de los compañeros de tareas, con el ánimo alegre que siempre tienen los jóvenes comprometidos con responsabilidades que los enaltecen, los hace sentir útiles a la sociedad, y cuyo ejercicio altruista a la par que científico estimulaba cotidianamente la aplicación al estudio y al aprendizaje.

El transcurrir de la vida estudiantil y profesional sólo estaba ensombrecido por el asfixiante clima político de la época, y por los recientes acontecimientos represivos en la universidad de Buenos Aires que habían determinado la prisión de centenares de alumnos en Villa Devoto, a disposición del Poder Ejecutivo, desde el 8 de octubre de 1954, hasta bien entrado el año 1955.

Al mediodía, estaba yo atendiendo el consultorio externo, cuando se presentó una mujer de mediana edad, maestra, con su guardapolvo blanco teñido con sangre que brotaba de una herida en la frente, acompañada por un vigilante de la Provincia. ¿Qué le ha pasado le pregunté? “Fue una bomba”, me dijo. Grande fue mi sorpresa, (pues hasta el momento no nos habíamos percatado de los acontecimientos que se estaban desarrollando en la Plaza de Mayo), al informarme el agente de policía que la bomba la habían arrojado aviones de combate.

Mucho más no pudimos hablar, pues ese diálogo pronto fue interrumpido por el angustioso ulular de varias ambulancias que llegaron al hospital con víctimas del bombardeo. En pocos minutos, la Guardia se transformó en un pandemonium de heridos graves más el estupor, horror y temor, por lo que estaba sucediendo.

En medio de esa abrupta instalación de un clima angustiante y demandante de atención de situaciones inéditas, todos los médicos y personal auxiliar rápidamente se abocaron a las tareas específicas que les competían: Aplicar analgésicos, curar las terribles heridas, detener hemorragias, aplicar transfusiones, y reorganizar el hospital para afrontar esta impensada emergencia.

Se presentaban a nuestros ojos con la exigencia de atención perentoria, enormes heridas que no estábamos acostumbrados a ver. En una guardia médica de un hospital como ese, había mucha experiencia en tratar baleados, apuñalados y accidentes de tránsito, especialmente los sufridos por motociclistas, que eran en aquella época tanto como ahora muy frecuentes y lamentables. Otra cosa, son las heridas de guerra. En poco tiempo, concurrieron en nuestro auxilio, médicos del resto del Hospital, especialmente los cirujanos de sala, y se organizaron los equipos médicos y las instalaciones para afrontar esta situación, tratando muchas veces de reparar lo que era irreparable. Los cadáveres se amontonaron en la morgue, y las intervenciones quirúrgicas se sucedían sin interrupción, una tras otra.

Tuve que amputarle ambas piernas a un vigilante de provincia que ingresó desangrándose. El infierno de horror y dolor se complicó con el acoso de particulares que buscaban a sus familiares y querían saber si estaban ahí internados, asistidos o muertos, y sólo amainó un poco alrededor de las 20 horas, en que exhaustos, nos tomamos un respiro. Fue en esa circunstancia cuando René comentó que ese día debían visitarlo su hermanita y su prima, y que como no habían llegado estaba muy preocupado. Los teléfonos no funcionaban bien y para aliviar su preocupación el jefe de guardia lo autorizó a que se retirara unas horas, para que averiguara sobre las niñas. No estaban en su casa.

Las encontró en la morgue del Hospital Argerich.

Cuando subían alegremente las escalinatas del subte, ignorando que unos pocos escalones más arriba, agazapada, las esperaba la muerte, una heroica ráfaga de la infantería de Marina segó sus vidas.

René lloró amargamente esas muertes rodeado por el silencio impotente de sus compañeros. Ese fue el Premio que el destino le reservó a su intensa y apasionada actividad de ese día.

La noche había caído sobre Buenos Aires, ese 16 de Junio de 1955. Llegó la noticia de la quema de las Iglesias, recibida con estupor y congoja.

Las garras del terror y la desazón atenazaron nuestro espíritu, impregnándolo de un oscuro sentimiento ominoso que hacía imposible concebir esperanzas de felicidad en el porvenir inmediato de nuestro país y sus habitantes.

Las décadas siguientes, justificaron los infaustos presagios de esos acontecimientos. Y veinte años después impiadosas flores negras brotaron de esa terrible semilla, enlutando a varias generaciones de argentinos.

El 28 de junio San Cristóbal cumplirá 153 años. La Junta de Estudios Históricos del barrio realizará actividades culturales. Del 28 de junio al 1ro de julio, habrá en el Centro Okinawense (Av. San Juan 2651) una exposición de pinturas, esculturas y caricaturas de artistas sancristobaleñxs. Podrá visitarse de 10:00 a 12:00 y de 14:00 a 17:00, el 28, 29 y 30; mientras que el primer viernes de julio, la muestra estará habilitada únicamente en el horario de la mañana. Por la tarde, se desarrollará un acto cultural virtual, con la participación de la directora del Grupo de Titiriteros del Teatro San Martín, Adelaida Mangani; la escultora y artista plástica Fabiana Valgiusti; la escritora y presidenta de la Academia Porteña del Lunfardo, Otilia Da Veiga; la pintora Leticia Macagno; el poeta Ramón Canalís; la directora de cine Mariana Arruti; y la poetisa Isabel Vassallo; entre otrxs ilustres vecinxs.

En tanto, en el Centro Okinawense expondrán sus obras las y los artistas plásticxs Marta Vassallo, Mónica Bongiorno, Alicia Demare, Ana Lucía Maldonado, Patricio Mendiondo, Diego Giraudi Penelas, Lidia Penelas, Evangelina Lenarduzzi, Sofía Pirosanto, Cristina Adur, Fabiana Valgiusti y el caricaturista Rubén Frúmboli.

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