El odio al peronismo: de Marta Ezcurra a Sandra Pettovello
CON LOS CHICOS NO
Por Claudio Corriés
Quizás te asombraste cuando te enteraste que la ministra Pettovello (Sandra) encanutó toneladas de comida destinada a los humildes y que las sigue encanutando pese a las órdenes judiciales.
Quizás te indignaste cuando Carolina Stanley mandó quemar las cunitas y los elementos de cobertura integral para las embarazadas y el cuidado para bebés, o cuando el corrupto de Hernán Lombardi mandó desmantelar e incendiar los muñecos de Zamba en Tecnópolis.
Pero, esto tiene un antecedente tenebroso. Una mujer escondida en la historia. Una verdadera sádica. Se trata de Marta Ezcurra, que en la dictadura de la Revolución Libertadora fue la encargada de liquidar la Fundación Eva Perón, la mayor obra asistencial de la historia de América en favor de las personas empobrecidas. Asumida la dictadura encabezada por el Lonardi (Eduardo), nombran a esta conspicua católica al frente de la comisión creada a tal efecto.
Marta Ezcurra había nacido de una familia “bien”, de profesión Asistente Social, con raíces genealógicas en la esposa de Juan Manuel de Rosas, e incluso de Manuel Belgrano. El tataratataraabuelo representaba al Santo Oficio de Lima: vamos, la inquisición. La niña Marta fue pupila en el Colegio Sagrado Corazón de Almagro y –ya de joven- fue fundadora en 1931 de la Juventud de Acción Católica, el ala juvenil de esta organización de la derecha eclesial, que aún prohija a todo tipo de piadosos que rezan por el alma del Papa Francisco, pero que no moverían un dedo contra la injusticia social, ni contra los poderosos; que prefieren la caridad –la dádiva- a la justicia y no dudarían en mandar a la hoguera inquisidora a quien adhiera a las enseñanzas concretas que este hombre dejó en la historia.
Fue además la autora de un Manual de doctrina social de la iglesia y cofundadora del Partido Demócrata Cristiano, un fallido intento de la cúpula eclesial de recuperar a los católicos que huían de la sacristía hacia el peronismo, quizás espantados por lo reaccionario y sectario de esos prelados, siempre cercanos al poder real y alejados del pueblo y del Jesús que decían representar. Y amiga del Embajador Spilder Braden, si el de “Braden o Perón”.
Entre las atrocidades que hizo, desde su lugar de poder en una dictadura, figura la quema de las sábanas, toallas, frazadas y ropas que los niños y niñas recibían en los hogares escuela donde tenían educación, alimentación y futuro digno. Los soldados “de la patria” quemaron todo frente a los mismos niños, junto con los juguetes. Todo lo que llevara el logo de la Fundación ardió. Como los libros en la Alemania nazi.
También, la designación de interventores de los institutos de la Fundación a los comandos civiles (el grupo paramilitar de los años ´50) provenientes de la Acción Católica. Por citar sólo un ejemplo: el de Termas de Reyes en Jujuy, donde los niños fueron desalojados a la calle y en cuyo edificio se construyó un casino.
Por medio de una orden suya, tropas armadas ingresaron y desmantelaron la Escuela de Enfermería donde se formaron las primeras enfermeras, instrumentadoras y asistentes de salud.
Desmanteló los hospitales y quemaron las camas, ropa de cama e instrumental y llegaron al extremo de destruir los pulmotores que la Fundación había comprado para prevenir la epidemia de poliomielitis que ya hacía estragos en Europa. Los fusiladores debieron comprar a precio vil unos años después nuevos pulmotores para enfrentar la epidemia.
Mandó tirar al Rio Mendoza la vajilla importada de Finlandia en la que comían los niños en las unidades turísticas de Puente del Inca y Las Cuevas. Ordenó destruir todos los frascos de los bancos de sangre de la Fundación porque “contenían sangre peronista”.
Ordenó destruir todo el mobiliario de los hogares, escuelas y hospitales, pero sus muchachos de la Acción Católica se los llevan a sus casas en camiones del Ejército. Se los afanaban, bah.
Los informes de los interventores consignaban que en las escuelas y hogares “la atención de los menores era múltiple y suntuosa, y nada ajustada de la sobriedad republicana que debía darse para la formación austera de los niños”. “Aves y pescados se incluían en el menú, dando muestras de excesiva atención”.
Su cuñada María Delfina Matilde Salomé Caprile de Ezcurra (se le escapó el nepotismo) era parte de la comisión liquidadora y en su informe dijo: “No se ha podido acusar a Evita de quedarse con un peso, me gustaría decir lo mismo de los que colaboraron conmigo en la liquidación del organismo”.
Hoy que escuchamos “con los chicos, no” de los sectores reaccionarios porque en las escuelas reflexionamos con las y los estudiantes acerca del patriarcado, las diversidades, la democracia, la libertad, la solidaridad, el amor a los más humildes, los derechos reproductivos y el respeto a las identidades de las personas, es bueno recordar a esta mujer, que de verdad se metió contra los y las chicas para destilar su veneno, odio y resentimiento de clase.
Sus restos están en el cementerio, tan cerca de la receptora de su odio, tan lejos de su dios. Ojalá las almas de sus víctimas, los niños y las niñas a quienes quitó alegría, salud, alimento y abrigo no le permitan descansar en paz.
*Docente de escuela pública. Escrito el 07/05/25 En el cumple de Evita.
Gracias al historiador Jorge Tesan por los datos