CHINA: EL COMIENZO DEL ASCENSO NO PACÍFICO
Por Miguela Varela
“Estados Unidos no debería pensar que Pekín tiene miedo a sus amenazas”, sino que además debería “prepararse para un enfrentamiento militar”. Palabras que emitieron las autoridades chinas que nos recuerdan, como mínimo, a la Guerra Fría. Pero no, estamos acá, en un siglo XXI marcado por la erosión de la hegemonía norteamericana a nivel global y por el ascenso de nuevas potencias, como el caso de Pekín. Si bien los chinos no cuentan con un potencial militar equivalente al estadounidense, tienen otros recursos, especialmente económicos. Para desafiar a Estados Unidos en estos términos es condición sine qua non una espalda económica sólida y desarrollada.
¿Que otro país, sino China está en condiciones de asumir semejante desafío? Una nación que entre 1980 y el 2015 multiplicó su Producto Interno Bruto (PIB) por 16 y en el 2010 superó al de Japón y se convirtió en el segundo mayor del mundo, sobrepasado sólo por el de Estados Unidos.
Según el informe de Tendencias Globales del 2030 del Consejo Nacional de Inteligencia de Estados Unidos, China ya superó a EE.UU. en cuanto al valor de importaciones y exportaciones de mercancías, convirtiéndose en el país con mayor comercio del mundo.
Más aún, de acuerdo al Informe 2016 sobre las Inversiones en el Mundo de la Conferencia de Naciones Unidas sobre Comercio y Desarrollo (UNCTAD), en el año 2015 China se ubicó el tercer puesto de las 20 principales economías inversoras con 128 mil millones de dólares, solo por detrás de Japón y Estados Unidos.
Además, el país asiático ha acumulado prestigio internacional en cuanto a su capacidad de resistencia y de resiliencia frente a la crisis económica internacional de 2008 iniciada en Estados Unidos. Si bien al 2017 la economía global apenas muestras signos de recuperación, el Fondo Monetario Internacional (FMI) estimó que Beijing aportó el 39% del avance mundial en 2016, esto es un aumento de 14,2 puntos porcentuales con respecto al 2015.
Otro dato que ilustra la cada vez mayor importancia china es su capacidad por acumular deuda de origen estadounidense. Ya en 2008, el Departamento del Tesoro lo ha clasificado como el mayor acreedor extranjero de Estados Unidos, lo que le permite balancear su estrategia monetaria para sostener la competitividad de sus exportaciones.
Pero estos datos no hacen más que reflejar una tendencia que viene siendo constante desde hace algunos años. Según las estimaciones del FMI, el crecimiento chino de los últimos 15 años transformó al país en un actor decisivo del comercio mundial, ya que sus importaciones aumentaron del 3% en 2000 a aproximadamente un 10% en 2015. En cuanto a su participación en el PBI mundial el aumento fue aún mayor, pasando del 3% al 12%.
Esta fortaleza económica va acompañada por un conjunto de alianzas políticas bajo una diplomacia amable en sintonía con su estrategia de “Ascenso Pacífico”, donde se canjean gigantescas inversiones económicas y en infraestructura sin ninguna intromisión en los asuntos internos de cada país. El caso de América Latina es paradigmático, si tenemos en cuenta que la disminución de la presencia norteamericana no sólo fue política sino también económica. En este sentido, Pekín desarrolló un comercio bilateral con la región que creció hasta las 200.000 millones de dólares, y se convirtió en el primer destino de las exportaciones de Brasil y Chile, y el segundo de Perú, Cuba y Costa Rica. En un intento por diferenciarse del modus operandi de los Estados Unidos con los países en desarrollo, China refuerza un liderazgo popular que le resulta en un imagen más positiva. Sin embargo, este ascenso pacífico comienza a tomar otros tintes ante el cambio de la administración norteamericana.
En este contexto, no es casual que Donald Trump haya realizado afirmaciones tales como «¿Cuándo fue la última vez que alguien vio ganarle a China en un acuerdo comercial? Nos matan”. La estrategia del nuevo presidente apunta a intensificar la guerra económica con la China que le pisa los talones en el ranking de los países más poderosos. No se trata sólo de meras declaraciones caprichosas. Por otro lado, no es menor el hecho de que Trump manifieste un acercamiento con Rusia en un intento por enturbiar el vínculo sino-ruso. Es sabio no tener dos enemigos tan poderosos, en un contexto donde la importancia relativa norteamericana se reduce desde hace años, y donde el escenario mundial marca claras resistencias a la globalización tan proclama por Estados Unidos. Trump no hace otra cosa que blanquear un conflicto que estaba latente y espejado en diversos escenarios y que recién hoy, se pone en palabras.