VOTAR EN LA INCERTIDUMBRE

VOTAR EN LA INCERTIDUMBRE

Por Miguela Varela

El domingo votamos en un contexto de crisis por todos lados. De discurso, de candidatxs, de política, de rol del Estado, de las instituciones financieras internacionales, de economía, de medio ambiente, de salud. Todo es crisis y confusión. Pero aún así hay democracia, que no es poco. Pero, ¿cómo abordar este caos? ¿Cómo establecer prioridades dentro de la etapa con mayor incertidumbre de las últimas décadas? Veamos el escenario.

Cómo se votó en otro países

La tendencia general en las democracias occidentales demostró que los oficialismos fueron derrotados. Lo vimos en la derrota de Donald Trump y de Benjamín Netanyahu en Israel (con casi toda la población vacunada en tiempo récord). También lo observamos en las últimas elecciones de la Comunidad de Madrid, donde la izquierda quedó descalabrada y empujó la salida de Pablo Iglesias como Vicepresidente de España. En Chile el oficialismo obtuvo pésimos resultados en la votación constituyente. Ni hablar de Perú. Por su parte, los gobiernos de México y Bolivia obtuvieron malos resultados en sus comicios legislativos.

Sin embargo, si bien la derrota de los oficialismos en las democracias occidentales es una tendencia que debemos observar, de ninguna manera resulta en una explicación rotunda.

Son muchas las variables a considerar por parte del electorado.

En primer lugar, la gestión de la pandemia. Este punto, a su vez, se desglosa en muchos otros como la cantidad de fallecimientos por Covid-19, la resistencia del sistema sanitario, la cantidad de vacunas aplicadas, el apoyo económico por parte del Estado ante las medidas de aislamiento y el manejo de las vacunas (teniendo en cuenta que en varios países se dieron escándalos de corrupción vinculados a este tema).

En segundo lugar podemos ubicar a la situación económica extremadamente grave y a la escalada de la desigualdad. Aquí algunos gobiernos propusieron medidas como el impuesto a las grandes fortunas o simplemente dejaron rodar el déficit fiscal. Aunque no todos. Un tercer punto tiene que ver con las expectativas.

En un contexto de tanta incertidumbre los gobiernos sufren una fuerte demanda de horizonte, de reorganización de  las expectativas, de ofrecer una salida: ¿Cuándo termina la pandemia? ¿Cómo combatimos la crisis económica? ¿Qué va a cambiar de ahora en más? ¿Se seguirán ejecutando políticas sanitarias cuando finalice la pandemia? ¿Qué rol va a tener el Estado?

Qué hacer con la incertidumbre

Ahora bien, tal vez es un momento de hacernos más preguntas, que de apresurar respuestas: ¿por qué abordar un escenario excepcional con respuestas convencionales? ¿Entendemos que la excepcionalidad no se trata solo de la pandemia? ¿Cómo gestionan los oficialismos la incertidumbre? ¿Qué se propone en una elección tan incierta? ¿Es sólo económica la respuesta al descontento? Cuando decimos que el contexto no sólo es excepcional por la pandemia, nos referimos a muchas otras variables. Una de ellas puede ser la inestabilidad política. No podemos olvidarnos de lo que pasó en enero en Washington, ni del golpe de Estado en Bolivia, ni de la reforma constitucional en Chile, ni las protestas en Ecuador y Colombia, ni de la asunción de un campesino como presidente en Perú, ni de los intentos desestabilizadores de Bolsonaro. Otra excepcionalidad es la profundización de la crisis económica y la desigualdad, donde, en términos generales, América Latina sigue recorriendo el mismo camino. Otro punto a considerar es el ascenso de la extrema derecha en la región (¡ahora incluso en Argentina!) y en el mundo. Además, surgen nuevas agendas en las discusiones políticas de las sociedades: medio ambiente, feminismos, acceso a la tecnología, entre otras. Y es acá donde se juegan los nuevos-viejos discursos. Ante una serie de fenómenos que pusieron patas para arriba el sistema, son necesarios nuevos discursos. Entonces, tal vez una sola cosa podamos aventurar en un escenario tan difuso: son momentos de mayor creatividad y de candidatxs con mayor representatividad.

Qué pasó acá

Argentina se venía sosteniendo sobre un sistema político predecible: peronismo y radicalismo como fuerzas hegemónicas que se alternaban desde el regreso de la democracia. Pero desde 2015 para acá surgieron emergentes que ponen en cuestión esta tendencia que parecía inamovible: la derecha monta su propio aparato partidario y gana las elecciones con el PRO a la cabeza. En menos de cuatro años retorna el peronismo, pero esta derecha sigue madurando, va a internas en las elecciones intermedias y vuelve a ganar. Al mismo tiempo, surge algo nuevo: una derecha extrema que se muestra “antisistema”, irrumpe y se come un 15% de la torta de la Capital Federal. Este triunfo corre el arco discursivo a la derecha. Por el otro extremo, la izquierda también consiguió más votos y se ubica como tercera fuerza, pero no pica en punta como espacio de contención para quienes cuestionan el sistema. La extrema derecha se pone creativa y suma de a uno, mientras tanto el sistema político cruje. ¿Y qué hará el peronismo? Quien sabe…