UN ENCUENTRO QUE NOS DA VOZ A TODAS
Por Comisión de Géneros. Centro Político Cultural Eduardo Galeano
Fotografía: Comisión de Géneros. Centro Político Cultural Eduardo Galeano
Los días 8, 9 y 10 de octubre en la ciudad de Rosario, tuvo lugar la celebración del 31° Encuentro Nacional de Mujeres, con más de 70.000 participantes en los múltiples talleres y actividades culturales y alrededor de 90.000 en la tradicional marcha realizada por toda la ciudad. Se trata de un Encuentro plural y multipartidario, cuya génesis se halla en el Teatro San Martín, en la ciudad de Buenos Aires, donde 1000 mujeres de diversos espacios replicaron la experiencia de su participación de la III Conferencia Mundial de Mujeres de Nairobi (Kenia, África) del año 1985. ¿Por qué se tornaron tan masivos?, ¿Qué sucede con las mujeres que participan? ¿Qué aportan a la construcción colectiva, son algunos de los interrogantes que abordaremos en esta crónica?
Es sábado y son las 6am. El sol entibia la mañana e ilumina la puerta del local, donde se agolpan bolsos, mochilas, bolsas de dormir y mujeres de todas las edades, alegres y ansiosas por la llegada del micro que nos transportará a Rosario. Desde que comienza el viaje hacia la ciudad elegida, las energías y las ansias empiezan a recorrer nuestros cuerpos. Las expectativas son altas. Sabemos que “algo cambia en cada mujer que participa”, todas las que ya han ido, y asisten de manera ininterrumpida, lo sostienen. Subimos al micro y entre mates y galletitas, tratamos de buscar definiciones. Queremos participar, aprender, debatir, construir a partir de las experiencias compartidas. Son 69 los talleres de este encuentro, tan diversos como las mujeres que participamos, se cuentan entre ellos: Mujeres y sexualidades; Personas transgénero, transexuales, travestis; Mujeres, relación con su cuerpo y políticas del cuerpo; Mujeres, anticoncepción y aborto; Estrategias para el acceso al aborto legal, seguro y gratuito; Mujeres y lucha contra las drogas y el narcotráfico; Mujeres y cannabis (primer apertura, propiciada por Mamá cultiva http://www.mamacultiva.org/); Mujeres, violencia y maltratos; Femicidios; Feminización de la pobreza; Mujeres y organizaciones sindicales; Mujeres de los pueblos originarios; Mujeres campesinas y rurales; Mujeres, poder y política; Mujeres y educación; Mujeres, antiimperialismo, solidaridad e integración latinoamericana y más.
Rosario nos recibe repleta de mujeres, de colores, banderas azules, turquesas, rojas, naranjas, multicolores que celebran la diversidad sexual, pañuelos violetas en contra de la violencia hacia la mujer, pañuelos verdes que claman por el derecho al aborto legal, seguro y gratuito, caras de Milagro Sala, presa política, reclamando su inmediata liberación. Las escuelas, los clubes, hoteles y hospedajes están repletos.
Nos dirigimos hacia las escuelas del centro, donde se realizan los talleres. En el camino discutimos con las compañeras en cuál o cuáles participaremos. Los talleres son el corazón de los Encuentros, allí participamos todas. Su modalidad es democrática, horizontal y pluralista. Son soberanos, lo que se discute pertenece solo a las mujeres que participamos, y su modalidad es el consenso, para garantizar que todas podamos expresarnos y todas las voces estén en el documento final, por lo que no se vota ni se sostienen “mayorías o minorías”. En todos habrá una coordinadora, cuyo deber será el de garantizar la pluralidad, soberanía y consenso.
Al comenzar, todas nos presentamos. Encontramos mujeres de todo el país: Jujuy, Rio Negro, Tierra del Fuego, Quilmes, Santiago del Estero, La Matanza, entre otros. Muchas asisten con sus hijxs. Todas tenemos problemas comunes, cuando una habla, otra se identifica. Compartimos nuestras experiencias. Pasan rápido las horas, y las discusiones se tornan álgidas y apasionadas. Muchas veces nos dejamos ganar por las broncas y diferencias, pero logramos ordenarnos, organizarnos y retomar los ejes que nos convocan a estar y participar, a poner en práctica el concepto de “sororidad” (que pregona la práctica de solidaridad entre mujeres en un contexto hostil y patriarcal).
Ya son las seis de la tarde y los talleres continuarán el domingo. Vamos a la plaza San Martín donde vendedores, ongs, organizaciones políticas y organizaciones feministas sostienen sus stands y llevan adelante distintas actividades. Hay tambores, guitarreada, abrazos, besos, visibilidad, alegría. El Encuentro abraza la ciudad. Las mujeres no tenemos miedo.
El domingo, Rosario nos regala otro día de sol y calor (de esos que no abundaron este año). Son las 9 de la mañana y estamos nuevamente en el aula, realizando propuestas y delineando las conclusiones. Todas nos pronunciamos por la libertad de Milagro Sala, presa política, todas coincidimos en la necesidad de un paro nacional para hacerle frente al ajuste del gobierno neoliberal y en exigir el tratamiento y aprobación de la Ley de Interrupción Voluntaria del Embarazo. Tejemos lazos de solidaridad, reflexionamos sobre nuestro poder, tomamos conciencia de nosotras mismas y coincidimos en que la única manera de avanzar es aportando a la unidad.
Llega uno de los momentos más esperados del encuentro, la marcha por toda la ciudad. Las columnas son gigantes, y cada una brillará por su creatividad, por sus consignas, por las luchas que encarnan. Pelucas rosas de las socorristas, cuerpos diversos, cuerpos pintados, trajes de brujas (esas que no pudieron quemar), cantos contra el patriarcado y la violencia machista. Nos expresamos contra los más conservadores: ¡Qué momento! ¡Qué momento! A pesar de todo, les hicimos el encuentro ¡Qué momento! Hay mujeres con sus madres, mujeres con sus hijas, campesinas, estudiantes, indias, sindicalistas, profesionales, amas de casa, putas, deportistas. Hay tetazos, carteles con consignas, banderas que muestran los rostros de niñas y mujeres víctimas de trata, de femicidios. Marchamos al ritmo de la batucada, sentimos nuestras fuerzas unidas. Algunas pintan la ciudad con consignas radicales, que escandalizarán más que nuestros cuerpos descartados en bolsas de basura. Hoy somos miles. ¡Gritamos presente! Por las desaparecidas para ser prostituídas, por las víctimas de la violencia machista y patriarcal. Somos Diana Sacayán, somos Sandra Cabrera, somos Melina Romero, somos el legado de las Madres y Abuelas de Plaza de Mayo, somos organización y resistencia ante un sistema que nos oprime. Tenemos voz.
“[…] el miedo de la mujer a la violencia del hombre es el espejo del miedo del hombre a la mujer sin miedo” dijo Eduardo Galeano. Ante el accionar de un grupo minúsculo de manifestantes sobre la Catedral (ubicada en la intersección de Buenos Aires y Córdoba, al costado de la manifestación), la policía avanza hacia la calle Santa Fe, sobre las columnas de mujeres organizadas. Nuevamente la marcha termina con represión y deja un saldo de 30 heridxs, entre los que se cuentan varios trabajadores de prensa. A Johanna de La Garganta Poderosa, un uniformado le disparó balas de goma a dos metros de distancia, ocasionándole una herida en el medio de su frente. La violencia se hace carne otra vez.
Ni la represión, ni la violencia empañan la experiencia que vivimos. Volvemos a Buenos Aires empoderadas, sabiendo que lo femenino es poderoso. Sentimos el dolor por las que faltan, reafirmamos el compromiso para continuar la lucha, marchando hacia adelante. Queremos que cada mujer que tenemos cerca conozca esta experiencia. Sentimos empatía y solidaridad. Queremos que todas las voces sean escuchadas, porque todas valen y entre todas construimos el hoy. Entendemos que la movilización del #NiUnaMenos fue clave en la masificación del Encuentro, movilización que hoy se replica en el resto del continente y tiene el potencial de desnaturalizar las violencias que nos oprimen. Entendemos también que lo personal es político, y que en este proceso histórico resultaron fundamentales las conquistas obtenidas durante los 12 años de gobierno nacional y popular, donde destacamos la Ley de Educación Sexual Integral, la Ley de Parto Humanizado, la AUH, la Ley de Identidad de Género, la ley de Prevención y Sanción de la Trata de Personas y Asistencia a sus víctimas y la Ley de Protección Integral para Prevenir, Sancionar y Erradicar la Violencia contra las Mujeres; y la incorporación gradual de políticas públicas con perspectiva de género, como el programa “Ellas Hacen”, dirigido a mujeres de sectores populares.
Los encuentros nacionales de mujeres se constituyen como lugares de creación y recreación del feminismo, de un movimiento que año a año se fortalece. Son una experiencia única, creativa, que expresa la amplia alianza de mujeres de todos los sectores, de sindicatos, universidades, barrios, organizaciones políticas, que conforman una ola en búsqueda de más derechos, de transformación cultural. Nos demuestran que podemos superar las lógicas patriarcales que nos dividen, que podemos apropiarnos de las palabras del Che, que nos enseñó que “Si fuéramos capaces de unirnos, hermoso y cercano sería el futuro” y de Eva, quien lúcidamente, hace más de 60 años, exclamó: “Ha llegado la hora de la mujer que piensa, juzga, rechaza o acepta, y ha muerto la hora de la mujer que asiste, atada e impotente, a la caprichosa elaboración política de los destinos de su país, que es, en definitiva, el destino de su hogar. Ha llegado la hora de la mujer argentina, íntegramente mujer en el goce paralelo de deberes y derechos comunes a todo ser humano que trabaja, y ha muerto la hora de la mujer compañera ocasional y colaboradora ínfima. Ha llegado, en síntesis, la hora de la mujer argentina redimida del tutelaje social, y ha muerto la hora de la mujer relegada a la más precaria tangencia con el verdadero mundo dinámico de la vida moderna”.
En síntesis, espacios como el Encuentro Nacional de Mujeres abonan a la construcción de un mundo donde quepan todos los mundos, donde la pluralidad y la inclusión son ejes fundamentales, donde queda claro que el sistema patriarcal debe ser superado y el neoliberalismo enfrentado porque “de nada valdría un movimiento femenino en un mundo sin justicia social»