Pobreza, desocupación e incertidumbre:
TRASTROCAMIENTO DEL ESTADO DEMOCRÁTICO HACIA LA DUALIDAD DE UN ESTADO Y PARAESTADO REPRESIVO Y CRIMINAL
Por María Quintero
“Esa tragedia ya es inocultable. Desde el rápido aumento de la desocupación hasta los más de un millón de niños que todas las noches se van a dormir sin un plato de comida (estudio UNICEF). Desde el crecimiento exponencial del avance del narco en las barriadas populares ante el retiro del Estado, hasta la caída vertiginosa del nivel de vida de la clase media”, asegura Cristina Fernández de Kirchner en su último documento publicado a fines de la semana pasada.
Desde la asunción del gobierno de Milei, la situación económica y social de nuestro país empeoró mes a mes. Esta nueva realidad social se traduce en altos niveles de indigencia, pobreza, desocupación, salarios devaluados y represión.
Para muestra alcanza lo sucedido este miércoles 11 de septiembre en el Congreso. Milei, con la complicidad de sus diputados libertarios, el Pro y del radicalismo, terminaron con la posibilidad de aumentar la jubilación. Cabe aclarar, un aumento que significaba tan solo 13 mil pesos por jubilado/a.
Esta situación de crisis que atraviesan los jubilados y jubiladas y la respuesta represiva al reclamo, que esta vez no solo gasearon a jubilados, sino que también reprimieron a una niña de 10 años, alcanza para dimensionar que los límites de la violencia estatal se han corrido de una manera tan difusa hasta el punto de ya no haber límite.
Milei gestiona el Estado y, como también asegura Cristina Fernández en su documento, asume la conducción del Estado para regular su intervención en favor de las minorías.
Pero en ese marco, también lo gestiona para producir el vaciamiento de todas aquellas políticas públicas que abonen a la mejora en las condiciones de vida de la sociedad, en general, y de los sectores más vulnerados, en particular. Milei gestiona el Estado, no para desaparecerlo como aseguró en su campaña, sino para favorecer a unos pocos, vaciarlo de todas aquellas políticas que promuevan a la justicia social y trastocarlo de un estado democrático a un (para)estado represivo y criminal.
El camino hacia ese lugar: el descreimiento de la política y el vaciamiento de sentido de la política como herramienta de transformación de la realidad. Milei prepara el terreno para habitar una sociedad que ya no busque respuestas en el estado democrático ni en sus representantes políticos.
¿Qué pasa cuando el Estado se ausenta en los sectores más vulnerables? ¿Qué pasa si no hay límites para la violencia ejercida desde ese Estado? ¿Cuál es la salida cuando la puerta no conduce hacia el trabajo y a un salario digno a cambio de esa fuerza de trabajo?
La última encuesta de Proyección consultora arroja que entre las mayores preocupaciones de la población se encuentra el precio de los alimentos con un 49%, los salarios depreciados con 40,5%, la inseguridad con un 36,5 %, el aumento de impuestos y tarifas con 32% y la preocupación por la posible pérdida de empleo con un casi 26%.
Más del 64% de las y los encuetados expresa que no llega fin de mes o que continúan achicando gastos para llegar, y un 53% cree que la economía empeorará. Más del 42% siente incertidumbre por el rumbo del país y a eso se le suma que a un 25, 4% el rumbo del país le genera la sensación de pesimismo.
En ese marco, creen que entre los mayores responsables de la situación actual se encuentran Alberto Fernández (63 %), Javier Milei (casi un 40%), Mauricio Macri (Casi un 38%), los sindicatos (casi un 35%), Bancos y sector financiero (20,5 %) y las grandes empresas (16,5%).
La Incertidumbre debe ser una de las emociones más paralizantes y tortuosas que puede atravesar una persona. Incertidumbre a llegar a comer todo el mes, a poder pagar el alquiler, a tener trabajo, al presente y al futuro. Pobreza, indigencia, desocupación, salarios depreciados, naturalización de la violencia estatal, incertidumbre. Todas aristas de un cuadro agónico que va rompiendo el tejido social.
Si el futuro es incierto, el presente es rabia y dolor
El pasado miércoles frente al Congreso se comenzó a escuchar un tímido “que se vayan todos”, una vez más. Es que cuando el tejido social se rompe y los territorios quedan aislados entre sí, lo que prevalece en ese individualismo del sálvese quien pueda y cómo pueda es la ley de la selva, o del tecnocapitalismo salvaje. Vemos una y otra vez, y todos los días, imágenes en redes sociales y en la televisión de peleas callejera y de violencia social cada vez más extrema. Las barriadas que habitamos se debaten entre vivir en un espacio-tiempo de violencia y la construcción de una comunidad solidaria. Aún hay disputa de sentido en los barrios, pero también hay hambre. Y cuando el hambre aprieta el estómago, primero hay que parar la olla como sea.
En su libro “La guerra contra las mujeres”, Rita Segato describe lo que en su investigación denomina Mafializaciòn de la política y captura del campo criminal por el Estado. En este sentido, Segato explica cómo el Estado captura el campo criminal e institucionaliza la criminalidad.
“La violencia urbana, especialmente en las ciudades latinoamericanas, diseña escenarios bélicos difusos y en franca expansión, vinculados estrechamente a la informalización de la economía y al aumento vertiginoso del capital no declarado. Su contraparte es la exacerbación de la naturaleza dual del estado, que podríamos describir también como paraestatalizaciòn del Estado, liminalidad de la operatividad estatal o cinismo de la excepcionalidad”, dice Segato.
Rita Segato propone las bases de este modelo de mafialización de la política y captura del campo criminal por el Estado en una serie de negocios ilícitos que producen sumas masivas de capital no declarado como el narcotráfico, contrabando de armas, tráfico consentido y la trata engañosa de adultos y niños, explotación de la prostitución, tráfico de órganos, tráfico de drogas licitas, partes de aparatos electrónico y hasta el contrabando hacia el exterior de minerales estratégicos, piedras preciosas, maderas y animales exóticos.
Cualquier parecido con algunas de las situaciones que atraviesa nuestro país, tal vez no sea pura casualidad. Desde la Ley Bases y el reparto de recursos estratégicos, hasta el caso Loan – que involucró a la Libertad Avanza y abrió un abanico de sospechas y acusados-, pasando por la propuesta de Javier Milei sobre la venta de órganos y el avance del narcotráfico, todo parece un ejemplo del modelo que describe Segato.
Este viernes 13 de septiembre, en el acto en la Universidad Nacional del Oeste donde recibiò el Honoris Causa, Cristina Kernàndez de Kirchner le pidió al Presidente Milei que “deje de engañar a nuestros pibes” y cuestionó la violencia ejercida en sus discursos: “La palabra de un Presidente es muy importante. Los grandes no se horrorizan, pero los niños prestan atención. Y tenemos un niño que ha desaparecido hace casi noventa días. Y otro diputado está detenido por tráfico sexual. Las palabras de un Presidente no pueden tener violencia simbólica o explícita. La palabra de un Presidente debe ser sanadora”.
En este marco, la pregunta que, tal vez, sea la más importante para estos momentos, es cómo se frena el trastocamiento del estado al que apunta el gobierno de la Libertad Avanza encabezado por Javier Milei, pero que cuenta con la complicidad de varios aliados como el Pro de Mauricio Macri, los radicales, los poderes concentrados, los tecnocapitalistas internacionales como Elon Musk, los dueños del capital financiero, los fugadores de dólares seriales, entre otros tantos.
Sin dudas, la respuesta debe ser, otra vez, la política. Que la política vuelva a generar en la sociedad confianza, esperanza, compromiso.
Como plantea Cristina Fernández, como fuerza política y como militantes que creemos que la política es la única herramienta capaz de trasformar realidades y de gestionar para darle felicidad al pueblo, debemos poder sostener con el cuerpo y la acción lo que evocamos con el discurso. En ese sentido, el voto en bloque de todos los diputados de Unión por la Patria, el pasado miércoles, contra el veto de Milei al aumento a los jubilados fue una gran primera señal.
De aquí en más, queda construir comunidad y reconstruir el tejido social, para que la violencia y la mafialización de la política no sean la única respuesta posible al trastrocamiento del estado hacia un para-estado dual represivo y criminal. Una dualidad ejercida desde el propio Estado, que oficia como tal pero también como un paraestado violento. Una nueva forma de estado pensada para aplicar una vieja receta: proteger los intereses de una minoría concentrada.