“RECUPERAR LA MEMORIA HISTÓRICA PARA INVENTARNOS EN ESTE MUNDO NUEVO”

Las Mujeres en la Política – Entrevista a Cynthia Ottaviano

“RECUPERAR LA MEMORIA HISTÓRICA PARA INVENTARNOS EN ESTE MUNDO NUEVO”

Por Tania Rodriguez

Cynthia Ottaviano es licenciada en comunicación social y periodismo, docente y escritora. Estuvo a cargo de la Defensoría del Público, organismo creado en el marco de la Ley de Servicios de Comunicación Audiovisual para “promover, difundir y defender el derecho a la comunicación democrática de las audiencias de los medios de comunicación audiovisual en todo el territorio nacional”, hasta noviembre de 2016. Desde ese entonces, la Defensoría del Público está acéfala.

¿Cuál es la situación actual de la Defensoría del Público?

La Defensoría del Público (DP) está acéfala y la Comisión Bicameral donde se pueden presentar las candidaturas para ser Defensor/a está totalmente inactiva, no está funcionando en el marco del Congreso de la Nación. Esto se da en el marco de un escenario de alta regresión de los derechos humanos en general, del derecho a la comunicación de manera específica también, en un escenario político que podríamos describir como neoconservador y con una política económica de depredación.

En el plano comunicacional, se ejerce un alto grado de darwinismo con mercantilización y un alto grado de concentración, es decir, se han aplicado políticas públicas a través de decretos del poder ejecutivo del gobierno de Macri y a través de las corporaciones y no de las Audiencias. Políticas que han favorecido a los grupos más concentrados del país – entre ellos Grupo Clarín, entre otros – dado que todos los artículos derogados de la LSCA fueron quitando facultades de regulación que debe tener y tenía el Estado argentino y las fue colocando en las manos de los privados.

Lo que está ocurriendo en la DP no es escindible de la realidad general de esta nueva política de comunicación que afectó profundamente a los sectores de la comunicación comunitaria, alternativa y popular a partir de condiciones económicas que restringen las posibilidades de producir comunicación, de un alto grado de persecución sindical e ideológica en el marco de los medios de comunicación y una perspectiva del Estado de desinterés por aquellos que no acompañan la mirada de este nuevo paradigma político, económico y comunicacional.


Es un escenario de crisis, de replanteo general también del periodismo, porque muchas personas que estaban en espacios tradicionales como la TV abierta comienzan a construir algunos medios alternativos (que siguen teniendo vocación de mayoría) pero que son autogestivos, sostenidos por las audiencias.

En este punto, debo decir que soy muy crítica en el uso de las redes sociales y de internet en el sentido de que reconozco que todavía no hay un alcance igualitario. Por ejemplo, en Bolivia solo el 12% tiene internet. En Argentina, el 65%. Y sin embargo el 98% tiene acceso a la televisión. Por eso sigue siendo la televisión y ocupando cierta centralidad en la escena nacional y es a partir de esto también que podemos entender la marginación de esos medios de ciertas voces que hasta hace dos años estaban y que no encuentran espacio en la televisión.

Esas son las dificultades que tenemos hoy a la hora de ver cómo frenamos estos retrocesos. Lo que pensamos algunas/os en el siglo XXI es que necesitamos nuevos pactos civilizatorios que profundicen derechos.

¿Cuáles son las principales dificultades que identificás en los medios de comunicación para la prevención o erradicación de la violencia de género?

Es multicausal. Hay muchas problemáticas en las que se representa el patriarcado en el ámbito de los medios de comunicación. En principio hay que reconocer que es una problemática social, histórica, cultural que significa que sigue habiendo distribución de roles de acuerdo con los géneros y que esa distribución es inequitativa y desigual. En los medios de comunicación audiovisual, las mujeres estamos construidas en un plano de subordinación de nuestras representatividades y representaciones y seguimos siendo más habladas que hablantes.

La primera enunciación que podemos reconocer es la que se hace en los medios de comunicación masiva que tiene que ver con una mujer cosificada, ultra sexualizada en la que está al servicio de los varones como objeto de posesión y de dominio. El ejemplo más clásico son los programas de entretenimiento pero esa subordinación también está dada en el ámbito periodístico. Cuando se hace un relevamiento de qué es noticia en la televisión abierta, todas las luchas de los movimientos organizados de las mujeres no aparecen. Sí apareció el colectivo Ni Una Menos, sí apareció como un fenómeno social, pero separado de la lucha contra el patriarcado. Pero en el marco de los medios de comunicación todavía el femicidio no se termina de construir como un femicidio sino que muchas veces sigue apareciendo como un hecho individual, aislado, que sigue siendo justificado más desde la mirada de la víctima que del victimario. Como una continuidad histórica del “algo habrán hecho”, es decir “algo de responsabilidad hay” en quien debería ser construida como una víctima.

Lo que sí aparecieron fueron más miradas críticas a esas coberturas periodísticas pero no es que en los medios de comunicación podemos reconocer una erradicación de las violencias contras las mujeres. Porque así como hablábamos de un alto grado de sexualización también podemos hablar de un alto grado de patologización, a partir del que se coloca a las mujeres en el lugar de las locas. Se hacen construcciones de algunas mujeres políticas como “la loca”, como se hacía con las Madres de Plaza de Mayo durante la dictadura militar. Esto adquiere la forma de una mirada tutelada, es decir, las mujeres por ocupar el espacio de la locura, deben ser tuteladas (como pasaba con el código de Vélez Sarsfield).

Finalmente, hay una animalización de las mujeres, que también pasó en el plano político con “la yegua”. Es decir, una manera de llevar a la mujer al animal que no puede ser dominado, que no puede ser controlado.

Luego hay que considerar lo que sucede en los planos endógenos de los medios de comunicación audiovisual. Todavía hay menos mujeres con perspectiva de género que varones en los medios periodísticos. Por supuesto que el problema lo tenemos con que no tengan perspectiva de género y no necesariamente con que sean varones o mujeres o que sean chicas o chicos trans.

A su vez, las mujeres no logramos todavía llegar a las redacciones periodísticas en igualdad de condiciones. Y si llegamos, no tenemos el mismo salario. Es decir que a igual tarea, no tenemos la misma paga. No hay políticas públicas inclusivas que hagan que las mujeres tengamos las mismas posibilidades de acceder a esos puestos de trabajo. Tampoco podemos llegar a la toma decisiones: la cantidad de mujeres en el ámbito de decisión son mínimas y con perspectiva de género menos todavía.

Empieza a haber posibilidades igualitarias en estos medios alternativos, porque lo que hay que reconocer es que este mundo no nos contiene y que tenemos que inventar otro, con estas prácticas igualitarias. Por eso tan importante no reproducir el patriarcado. No hay forma de construir una comunicación inclusiva no sexista si quienes la construyen son sexistas y no son inclusivos y son profundamente discriminatorios.

¿Qué nivel de articulación existía entre la Defensoría y otros organismos del Estado respecto de esta agenda?

La DP surgió como uno de los organismos más jóvenes de la democracia y esto implicaba una necesidad de representación y participación construida a la vez, es decir representábamos a las audiencias pero las audiencias participaban ya no siendo representadas sino representándose a sí mismas. La articulación fue con organismos de la administración municipal, provincial y nacional. El poder judicial es uno de ellos y para nosotros era una de las claves de trabajo, así como la articulación con las fuerzas de seguridad. También con el Ministerio de Educación y las escuelas, lo que implicaba alfabetización de la educación crítica de las audiencias de estas nuevas formas de aprender y de saber para tener una comunicación más democrática. Y por supuesto, la articulación con organismos que eran de aplicación (antes AFSCA, ahora ENACOM).

Todavía mucha de la tarea que hay que hacer es de concientización. Rosa Luxemburgo decía que para reconocer la existencia de las cadenas había que moverse, porque si no, no hacen ruido. Esa es una de las claves: de qué manera siendo oprimidos comunicacionales, en términos de Freire, reconocemos al opresor, a esa opresión y a ese “yo” que tenemos todavía del “otro” introyectado y de qué manera sacudimos esas subjetividades como para llegar a caminos emancipatorios, para reconocer cuáles son esas violencias de las que estamos siendo víctimas permanentemente, cómo podemos empoderarnos para dejar de replicar esas prácticas discriminatorias y, entonces, poder construir e inventarse este mundo nuevo que sea libre de violencias.

¿Cómo se integra a estas políticas públicas la construcción de imaginarios de otros sectores históricamente vulnerados de la sociedad?

En el marco de esa batalla cultural una de las tareas tenía que ver con el propio reconocimiento identitario de los grupos históricamente vulnerados como parte de la sociedad argentina. Migrantes, pueblos originarios y afrodescendientes, por ejemplo, reclamaban a la DP porque eran hablados y no parlantes. La batalla era por la recuperación de las culturas, porque eso es lo que no representa vivir en un contexto de comunicación concentrada con alto grado de eurocentrismo y colonialidad. Significa que quienes tengan las estéticas eurocéntricas predominantes serán quienes elijan la centralidad de los discursos comunicacionales. También sucede con las construcciones de “la juventud”. Hay muchas formas de ser jóvenes, como hay muchas formas de ser mujeres, de ser varones, de ser trans, de vivir la discapacidad, de ser adultos mayores.

Cuando construimos la DP, una de las perspectivas fue la del poder obedencial, mandar obedeciendo. Cuando se es funcionario/a se ejerce una función que es delegada en realidad por quienes te votan o te designan en representación. Un Estado de poder obedencial coloca a sus representados en un lugar de sociedad permanente y no en un lugar de combate. Eso fue un aprendizaje, una forma de ir haciendo de manera colectiva, y todavía creo que queda un montón por hacer porque hay un montón de realidades que no están presentes en la representación de los medios de comunicación y eso es una involución, es un retroceso como sociedad.


Tuvimos una mirada pedagógica muy vinculada a Paulo Freire, de humanización de toda esa opresión que existía y que hace que las personas estén ubicadas en lugar de los objetos. Ese Estado no es el mismo que podemos reconocer hoy que con el dedo en alto, a través de DNU en general, dice lo que hay que hacer.

Deconstruir las nociones hegemónicas del «otro» supone construir o recuperar otras identidades. ¿Cómo se construyen esos nuevos consensos?

Creo en la toma de la palabra como toma del poder. Cuando nos atrevemos disruptivamente a tomar la palabra es porque nos estamos atreviendo a construir un proyecto de poder y que es lo podemos hacer todos los días de manera permanente en todos los espacios que ocupemos. Tenemos que inventarnos palabras nuevas que nos definan, que nos construyan y que nos permitan desde esa palabra, pasar a la acción.

Creo en el vínculo de acción y palabra. El desafío que tenemos por delante es volver a nombrarnos, desde el lugar que podamos conquistar para lograr vencer justamente esa estigmatización y esa reducción hacia un otro que es amenazante, para poner en crisis la construcción de esa otredad que es primero fácilmente reconocible porque es estereotipada y que, por ende, después entonces es fácilmente discriminable y fácilmente extirpable.

Hay una canción cubana que se llama La Tempestad que le pregunta a las y los mayores cómo fue que lo pasaron cuando les tocó la tempestad… a mí me parece clave poder recuperar la memoria histórica de cómo atravesaron situaciones que incluso hoy se ven más difíciles que las que nos están tocando vivir a nosotras/os. Creo que con esa memoria histórica es que nos podemos fortalecer para encontrar entonces estos nuevos caminos que hay que inventar. Desde ahí me parece que podemos inventarnos este mundo nuevo.