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MATAR DOS VECES

Justicia patriarcal

MATAR DOS VECES

Por Agustina Borgognone

El miércoles 19 de Octubre del 2016, llovió la mayor parte del día, fue literalmente un miércoles negro. Miles de paraguas colmaron la zona céntrica del obelisco y Plaza de Mayo pocas horas después de realizar un masivo paro de mujeres de una hora bajo el lema: «Si mi vida no vale, que produzcan sin mí». En las paredes de los edificios hubo pegatinas con la imagen de Lucía Pérez, la adolescente de 16 años que días atrás había sido asesinada en Mar del Plata. La brutalidad de su femicidio recorrió el país entero, fue la gota que derramó el vaso, por ella se convocó aquel primer paro nacional de mujeres con un reclamo claro y sencillo: JUSTICIA.


A Lucía la mataron el 8 de octubre de 2016. En la mañana de ese sábado, fue a la casa de Matías Farías, a quien había conocido un día antes porque le había comprado marihuana. Allí fue atacada. Esa misma tarde, Farías junto a Juan Pablo Offidani llevaron a la chica a un centro de salud de Playa Serena, donde ingresó muerta, y la abandonaron. Dos largos años después, precisamente el 30 de octubre de 2018 empezó el juicio. Matías Farías (25) llegó acusado de ser el autor material del delito de “abuso sexual agravado por el suministro de estupefacientes seguido de muerte en concurso ideal con femicidio”, Juan Pablo Offidani (43) llegó considerado partícipe necesario de los mismos delitos, y a su vez ambos fueron imputados por “tenencia de estupefacientes con fines de comercialización agravada por ser en perjuicio de menores de edad”. Un tercer acusado, Alejandro Maciel (60), fue imputado por presunto “encubrimiento agravado”

María Isabel Sánchez, la fiscal que originalmente estaba a cargo de la causa, informó en los inicios de la investigación que Lucía había sido drogada, violada y empalada, y que su cuerpo había sido lavado antes de ser trasladado a una sala de salud municipal. La hipótesis fiscal perdió sustento con el correr de los meses y una Junta Médica de Peritos de la Suprema Corte Bonaerense señaló que no podía probarse que hubiera sido víctima de abuso sexual.


Finalmente, el Tribunal Oral en lo Criminal (TOC) Nº1 condenó a ocho años de prisión a dos de los tres acusados –Farías y Offidani- y absolvió al tercer imputado, Alejandro Maciel. Tanto Farias como Offidani fueron condenados por venta de droga agravada por ser a menores de edad y cerca de una escuela. En relación al abuso sexual con concurso ideal con femicidio, para los jueces durante el debate “no se probó la acusación de que ese hecho haya ocurrido”

A 24 horas del Día Internacional de la Eliminación de la Violencia contra la Mujer nos encontramos con que el femicidio de Lucía no tiene NINGÚN culpable. Como si nunca hubiera pasado, como si su vida no valiera absolutamente nada, como si no nos hubiéramos movilizado incansablemente por los 260 femicidios que hubo en lo que va del año, como si esos miles de paraguas que hicieron un paro histórico hace dos años no significaran nada. No importan nuestras vidas, tampoco importan nuestras palabras, nuestras acciones. Hoy nos desayunamos con la noticia de que a Lucía no la mató nadie ¿Cómo puede ser? Bueno, si alguien estaba buscando la definición de Justicia Patriarcal, acá la tiene.

El análisis de la sentencia permitiría ríos de tinta pero no puede dejarse de destacar que la misma es una muestra representativa del sesgo patriarcal existente en todos los ámbitos, especialmente dentro de las instituciones del Estado, porque aunque se niegue la existencia de abuso y se afirme que existió consentimiento, no podemos perder de vista que eran personas adultas que sabían lo que hacían, que la buscaron, la llevaron a una casa y después la dejaron muerta en una salita, ¿Acaso eso no es poder? ¿Eso no es abuso?


El concepto de femicidio no sólo habla de un crimen misógino. No sólo define que se trata de crímenes contra mujeres sino de crímenes tolerados por la sociedad que promueve la violencia con impunidad, y la institución judicial, por ignorancia, omisión y discriminación, con sus fallos indignantes, contribuye a ello no garantizando nuestros derechos humanos.

La Justicia Patriarcal no es una sentencia manifestante injusta dictada por personas determinadas. La Justicia Patriarcal es el paradigma bajo el que se imparte Justicia. Una justicia hecha por y para hombres blancos, sanos, sin diversidad funcional alguna, heterosexuales y de clase media/alta. Una justicia en la que cualquiera que no entre en ese molde está en peligro de no obtener justicia alguna. Pueden decirnos que la violencia no tiene género, que nos matan a todxs por igual pero basta recordar que a Nahir Galarza la condenaron en 6 meses en contra partida con los asesinos de Lucía a quienes absolvieron en un proceso que duró dos años, para darse cuenta que el machismo en nuestro sistema judicial existe y es rampante.

El problema es el de siempre: la ausencia de enfoque de género en la formación de profesionales, en quienes enseñan las leyes, en el material formativo, quienes redactan la ley, quienes la aplican y en su ejecución. Sin transversalidad no hay solución. Quien va a juzgar tiene que tener en cuenta las peculiaridades de determinados delitos cuando son contras las mujeres o las disidencias, se tiene que tener en cuenta que no nos asusta lo mismo, que el sistema patriarcal nos impone roles y comportamientos que nos sitúan en un grado de indefensión mayor, que nuestra fuerza para oponer resistencia es menor. Si todo esto es sistemáticamente ignorado, entonces la Justicia es Patriarcal.


Hemos demostrado que el femicidio es sólo la punta del iceberg, sabemos que para avanzar necesitamos lograr el empoderamiento económico, social, jurídico y sexual. Por eso, exigimos políticas públicas integrales que presten atención también a cómo prevenir la violencia y al cuidado de las víctimas. Es menester que cambiemos las mentalidades y las creencias. Debemos reformar las Instituciones y extinguir todo el cinismo machista que, queda demostrado, sigue presente.

Los jueces Facundo Gómez Urso, Aldo Carnevale y Pablo Viñas nos mataron a Lucía por segunda vez. Para ellos, si una piba de 16 años se muere en la casa de dos dealers adultos no pasa nada. En la sentencia que dictaron se lee bien claro el mensaje de impunidad y complicidad machista y nos hierve la sangre de rabia por ello, pero si hay algo que aprendimos éste último tiempo es a no quedarnos calladas y a organizar la rabia. Estamos juntxs. Tenemos un movimiento fuerte, hacemos las cosas en nombre del feminismo y con contenido feminista y hemos conseguido avanzar. Hemos logrado derechos muy importantes. Para el derecho a una vida libre de violencia vamos a tardar más, pero lo vamos a lograr. Vamos a hacer historia, ya lo verán, si el patriarcado no se quiere caer, entonces lo vamos a tirar.

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