LOS SICARIOS SIMBÓLICOS EN TIEMPOS NEOLIBERALES
Por Daniel Rosso
El 55 siempre ha quedado cerca: se llega allí con un rápido golpe de memoria, a través de un viaje instantáneo. Porque fue el año en que una dictadura intentó achicar el lenguaje. Año en el que se buscó eliminar palabras por decreto. Y retirar del diccionario las emociones colectivas.
Ese año, no sólo se prohibió la circulación de palabras emblemáticas, como el mismo apellido Perón: se intentó intervenir restrictivamente la totalidad del lenguaje. Junto al control de la circulación de las personas había un control sobre la circulación de las palabras.
Hoy esa práctica de restricción queda en un segundo plano porque domina una operación de ampliación del lenguaje: de uso intensivo del lenguaje, de sofisticación de los lenguajes. Hoy más que restricción rige una operación de ampliación. En lugar de eliminar el apellido Kirchner, se lo embosca simbólicamente, se lo interviene, se lo hace objeto de guerra de este lenguaje ampliado para que su lectura sólo desate indignaciones en cadena. No se eliminan las palabras sino que se las intervienen con las máquinas de renombrar en que se transformaron los medios hegemónicos.
Ese lenguaje ampliado es movilizado por el sistema de medios concentrados, en pleno proceso expansivo, que actúan desde el interior de la nueva hegemonía neoliberal.
Así como la hegemonía kirchnerista combatía a los medios concentrados, la nueva hegemonía macrista tiene a estos medios concentrados en el centro de gravedad de su sistema de alianzas.
Por ello, este sistema político gobernante está sostenido en una serie de lenguajes sofisticados que construye performativamente a la totalidad del universo político, social y sindical.
Su operación es de ampliación del lenguaje. Porque tienden a tener un control sobre el lenguaje. Porque los medios concentrados integran su construcción hegemónica.
Nombran. Son un registro civil de la política. Identifican, clasifican y matan simbólicamente. Producen muertes civiles.
Con su lenguaje ampliado suprimen la memoria, limitan la historia y construyen un pasado ampliado: en este ubican a un kirchnerismo inerte al que intentan trastocar simbólicamente. Un homicidio gradual, un lifting forzado para transformarlo en reservorio monopólico de la maldad.
Con ese pasado ampliado crean una doble temporalidad en los medios: en ella, el macrismo gobierna con un entorno informativo dominado por el pasado. Hay un presente macrista con una cobertura periodístico del tiempo anterior. Y, en ese tiempo anterior, una circulación enloquecida del dinero kirchnerista, en rutas sin fin, sin destino, sin conducción. Dinero fuera de control.
Y junto al dinero enloquecido, los sicarios simbólicos: operadores periodísticos, dotados del uso cuasimonopólico del lenguaje ampliado, que van sobre las identidades políticas, sindicales y sociales para intentar debilitarlas o eliminarlas. Hay, en la desmemoria vertiginosa de la política, cementerios de palabras donde yacen los cuerpos destituidos del sicarismo simbólico.
Hay un reservorio dominante de las identidades descartables: aquellas clasificadas como corruptas. Por eso, en ese pasado ampliado, la corrupción no es un tema: es la causa de todos los temas. La corrupción funciona como centro de gravedad de todas las cadenas explicativas. Quien es nombrado como corrupto por las máquinas baustimales Elisa Carrió, Margarita Stolbizer, Mariana Zuvic, entre otras, no puede atravesar la frontera que separa ese pasado ampliado del presente y futuro de la política. Quedan encerrados en una cárcel simbólica. Y si los sicarios siguen yendo sobre ellos terminan siendo presas de asesinatos graduales: quedan estaqueados en la larga geografía del fin del sentido.
En la política macrista no es posible el diálogo. El dialogo solo funciona como escenografía. Mientras cierran las paritarias formales porque necesitan bajar el precio del trabajo para aumentar la rentabilidad de las empresas, abren todos los días las paritarias simbólicas en los grandes medios hegemónicos: allí se trabaja para reducir el valor del trabajador, se lo trata de vago, no comprometido, faltador, irresponsable. Se llama al diálogo y se destituye a la contraparte del diálogo.
Es la guerrilla macrista operando desde el sistema de medios concentrados que integra la renovada hegemonía neoliberal.
Para pensar cómo escapar de estas insaciables máquinas de nombrar, de los sicarios simbólicos, del nuevo registro civil de la política. Para pensar cómo construir un tiempo nuevo, con sentidos novedosos, con la pasión de los inesperado, con la gramática de las invenciones, realizamos, en el final de un año intenso y agotador, un nuevo curso de comunicación política en la Facultad de Ciencias Sociales en la UBA.
Somos los que hacemos con lo que quieren hacer de nosotros. Y, para saber qué hacer con lo que quieren hacer de nosotros, nos juntamos a aprender juntos.
Como siempre, sólo se trata de vivir: es decir, de abrir caminos, de inventar nuevos rincones, de oponer al fin del sentido nuevos pensamientos que no controlan, que se les escapan, que los sicarios, un poco rústicos y vulgares, no pueden capturar con sus radares rudimentarios.