LA RIFA DE ARSAT
Por Eduardo Fernández Rousseaux
Fotografía Cecilia Markic
Un poco de historia
La creación de AR-SAT surgió como respuesta a la pésima gestión de la empresa privada de capitales europeos Nahuelsat S.A. En 1997, Nahuelsat puso en órbita su primer satélite de telecomunicaciones, diseñado y construido en Europa: el Nahuel 1A –que quedó fuera de servicio en 2010– mientras que el segundo satélite comprometido con el gobierno argentino para ser puesto en órbita geoestacionaria en 2003 nunca fue construido, poniendo así en riesgo las reservas de dos posiciones de órbitas geosincrónicas concedidas por la Unión Internacional de Telecomunicaciones (UIT) a nuestro país en 1985, las cuales habían sido disputadas por Estados Unidos y el Reino Unido.
Ante un pedido del gobierno nacional, la UIT le otorgó a la Argentina una prórroga hasta el 19 de abril de 2005 para poner en funcionamiento un satélite en la posición orbital. Como resultado de ello, en 2004 el gobierno de Néstor Kirchner decide formular e implementar un plan estratégico en materia de telecomunicaciones. Las primeras medidas concretas fueron la creación de AR-SAT, el programa SSGAT y el plan Argentina Conectada. En abril de 2006 se crea por Ley 26.092 la Empresa Argentina de Soluciones Satelitales Sociedad Anónima (AR-SAT S.A.), con el 98% de su paquete accionario perteneciente al Ministerio de Planificación Federal, Inversión Pública y Servicios y el 2% restante al Ministerio de Economía y Finanzas Públicas.
En diciembre de 2007, AR-SAT inicia la ejecución del programa Sistema Satelital Geoestacionario Argentino de Telecomunicaciones (SSGAT). Tiempo más tarde la prestigiosa empresa INVAP Sociedad del Estado se convertirá en el contratista principal para el diseño, fabricación de la plataforma satelital e integración de todos los componentes (nacionales y extranjeros) de los tres primeros satélites del programa SSGAT. Por su parte, AR-SAT, como propietaria de los satélites, quedó como responsable para definir los requerimientos de las misiones, las revisiones de diseño, el seguimiento de los proyectos y la gestión de seguros.
En octubre de 2010 se crea el Plan Nacional de Telecomunicaciones Argentina Conectada, ejecutado por el Ministerio de Planificación Federal. También en 2010, AR-SAT e INVAP, con el apoyo estratégico del referido ministerio, crean el Centro de Ensayos de Alta Tecnología S.A. (CEATSA), para llevar a cabo los ensayos ambientales y mediciones en todos los satélites construidos en el país (esta tarea antes se realizaba en el Laboratorio de Integración y Testeos del Instituto Nacional de Pesquisas Espaciales de Brasil, LIT-INPE). En el CEATSA se realizaron las pruebas al ARSAT-1 durante 2013.
La garra de Magnetto
El 2 de octubre de 2014, Clarín publicó el artículo “Afirman que el ARSAT-1 no es un satélite «100% nacional»”, replicando así el contenido de otro artículo, al que constantemente hace referencia y que fuera publicado por el diario español El País casi un mes antes (el 8 de septiembre de 2014), bajo el título “El satélite «100% argentino» que se fabricó en Europa”. Ignorancia y/o desinformación caracterizan a ambos editoriales. Como señalamos precedentemente, la empresa argentina INVAP estuvo a cargo del diseño de toda la ingeniería, desarrollo, ensamblaje e integración de componentes (nacionales y extranjeros), tareas que fueron realizadas en las instalaciones que esta empresa posee en Bariloche, así como también los ensayos ambientales y mediciones fueron realizados en las instalaciones del CEATSA, adyacentes a las de INVAP. En sus instalaciones, INVAP fabricó la plataforma satelital, la estructura para el módulo de comunicaciones, toda la electrónica asociada a los diferentes subsistemas del satélite, el cableado y el simulador del satélite. También desarrolló los software de control de procesamiento de datos de sensores, de navegación y de la computadora central. En septiembre de 2009, con el propósito de acelerar el proyecto, AR-SAT adjudicó la fabricación de determinados componentes a las empresas europeas Astrium y Thales Alenia Space. ¿Cuál era el apuro? Debía priorizarse la ocupación de las posiciones orbitales asignadas por la UIT en 1985, antes de perderlas por vencimiento; además, para esa fecha el Nahuel 1A estaba alcanzando el final de su vida útil y, por consiguiente, se tenían que alquilar satélites viejos con un horizonte de vida muy corto. A la empresa Astrium se le encargó la fabricación del cilindro central del satélite, componentes del subsistema de propulsión y el hardware de la unidad procesadora que aloja el software diseñado en la Argentina por INVAP, mientras que a Thales Alenia Space se le encargó la fabricación de componentes de la carga útil (transpondedores y antena de comunicaciones). Todos estos componentes de procedencia extranjera fueron ensamblados, integrados y ensayados por INVAP en Argentina. En suma, el ARSAT-1 es realmente 100% argentino, en primer lugar porque su propietario es AR-SAT –una empresa pública argentina, en lugar de una empresa privada de capitales extranjeros (Nahuelsat) caracterizada por incumplimientos contractuales–; y en segundo lugar, porque toda la ingeniería, integración de componentes y campañas de ensayos ambientales fue realizada por científicos y técnicos argentinos en el país, a diferencia del Nahuel 1A, diseñado y construido íntegramente en Europa sin ninguna transferencia tecnológica a la Argentina.
Un convenio ilegal e inmoral
Es innegable que la firma del convenio ARSAT-Hughes es ilegal e inmoral. Con fecha 29 de junio de 2017 el director de la empresa ARSAT, Rodrigo de Loredo –yerno del inefable Oscar Aguad–, firmó un convenio con la empresa Hughes para la construcción del satélite ARSAT 3, acuerdo por el cual la empresa satelital argentina cede a la empresa estadounidense al menos el 51% de la participación accionaria tanto de este satélite como de los próximos que se construyan. El convenio establece, además, la creación de una empresa de capitales mixtos en la cual la mayoría accionaria también quedará en manos extranjeras.
Esta no es la primera medida que toma el gobierno de Mauricio Macri en contra de nuestra soberanía satelital: ya con anterioridad autorizó a satélites extranjeros el uso de las posiciones orbitales que pertenecen a la Argentina.
Para que entendemos la situación:
El art. 8 de la ley 27208 reza “establécese que el capital social de la Empresa Argentina de Soluciones Satelitales AR-SAT estará representado en un cincuenta y uno por ciento (51%) por acciones clase A, encontrándose prohibida su transferencia y/o cualquier otro acto que limite, suprima o modifique su destino, titularidad, dominio o naturaleza o sus frutos o el destino de estos últimos, sin previa autorización expresa del Honorable Congreso de la Nación”.
No solo son intransferibles las acciones de la empresa sino también los recursos de la misma, como las frecuencias asignadas y los derechos de utilización de órbitas para colocación de satélites. Esto podemos verificarlo en el art. 10 de la ley 27.208 que dice: “Cualquier acto o acción que limite, altere, suprima o modifique el destino, disponibilidad, titularidad, dominio o naturaleza de los recursos esenciales y de los recursos asociados de las Tecnologías de la Información y las Comunicaciones y de las Telecomunicaciones, definidos en la ley 27.078 ‘Argentina Digital’, que pertenezcan o sean asignados a la Empresa Argentina de Soluciones Satelitales Sociedad Anónima AR-SAT, requerirá autorización expresa del Honorable Congreso de la Nación”.
Por lo expresado en este artículo queda muy claro que el capital accionario y los recursos de AR-SAT son intransferibles sin previa autorización del Congreso de la Nación. Esta autorización debe ser aprobada por los dos tercios de los votos de ambas cámaras, por lo que sabiendo que el oficialismo no cuenta con esta mayoría ni en diputados ni en Senadores es de creer que esta privatización sería de imposible aprobación. “ARTÍCULO 14. — Las autorizaciones exigidas por los artículos 8° y 10 así como cualquier modificación de la reserva establecida en el artículo 11, requerirán del voto de los dos tercios (2/3) de los miembros del Honorable Congreso de la Nación”.
Fue fundamental para que sea de esta manera el texto de los artículos 1° y 3° de la “Ley de Desarrollo de la Industria Satelital” que declara de “interés nacional el desarrollo de la industria satelital como política de Estado y de prioridad nacional, en lo que respecta a satélites geoestacionarios de telecomunicaciones.” (art.1°) y declara “de interés público nacional el ‘Plan Satelital Geoestacionario Argentino 2015-2035’.” (art.3°).
Lo que está en juego
La clave y la importancia de la posición orbital 81 es que “ilumina” a toda América, longitudinalmente, con una franja que va desde Estados Unidos hasta la Argentina, por lo que se pueden ofrecer servicios satelitales en el hemisferio norte… no hace falta que nos explayemos en el valor económico que eso representa. Las órbitas geostacionarias son un recurso crucial para las comunicaciones de un país y son un recurso limitado y valioso ya que existen restricciones a la cantidad de satélites que pueden ubicarse en dichas órbitas.
Los servicios satelitales son partícipes necesarios en el desarrollo de la sociedad de la información y la disminución de la brecha digital, siendo los satélites vehículos de transferencia de información, de gran alcance, y que permiten la prestación de servicios tales como la televisión y la radiodifusión digital, la telefonía móvil e internet. La industria satelital es una herramienta para garantizar una educación inclusiva, equitativa y de calidad y promover oportunidades de aprendizaje durante toda la vida para todos y todas; promover el crecimiento económico sostenido, inclusivo y sostenible; el empleo pleno y productivo y el trabajo decente para todxs; construir infraestructuras resilientes, promover la industrialización inclusiva y sostenible y fomentar la innovación.
Vender o ceder en un todo o en parte nuestras posiciones orbitales hace que perdamos soberanía, que nuestra información, crucial en los tiempos que corren, sea manejada y manipulada por extranjeros. Es tirar por la borda una conquista fundamental que tanto esfuerzo, dinero y recursos humanos nos costó conseguir.