LA ESQUINA PORTEÑA DE UN LADRON Y UN ASESINO
Por Claudio Corriés
José Rivera Indarte
Jose Rivera Indarte fue, lo que se dice, un hombre de principios flexibles. Nacido en Córdoba en 1814, se mudó de niño a Buenos Aires para estudiar. Fue expulsado de la Universidad de Buenos Aires por robar libros.
Aunque fue readmitido al año siguiente, volvió a tener problemitas por robar la corona de una imagen sagrada y por un intento de estafa. Fue condenado a prestar servicios militares en el batallón del general Mariano Rolón pero, por su inutilidad en el uso de las armas, se le conmutó la pena por la de destierro en 1832. Se fue a Uruguay y también lo expulsaron por robos menores.
De nuevo en Buenos Aires, publicó un pasquín pseudorosista El Imparcial, primero y Oda a Rosas, después. Como no fue premiado por el Restaurador –quien detestaba tanto a los unitarios como a los chupamedias- se volvió a Uruguay. En 1836, el presidente uruguayo Oribe lo denunció como partícipe en conspiraciones junto a los unitarios.
Publicó otros diarios antirosistas con el mismo fervor y mentiras de antes. Acusaba a don Juan Manuel de crímenes horrendos como incesto y depravación. Una especie de María Laura Olivan del siglo XIX.
En 1840 intentó asesinar a Rosas a través de una caja que contenía un mecanismo casi infantil de alambres, resortes y revólveres que no sólo no cumplió su objetivo sino que generó apoyos al Gobernador. Se murió en el anonimato en 1845. Ladrón e inútil. Varias calles en Córdoba llevan su nombre, una calle y un cine famoso (que ahora el “progreso” cambió de nombre) en Buenos Aires.
Ramón Falcón
Ramón Falcón era el Jefe de Policía desde 1906. Había sido coronel de las brigadas asesinas que se cargaron a los pueblos originarios en la llamada “Conquista del desierto” que no fue conquista sino exterminio, y que no era desierto porque estaba habitado. Tomaron toda la Patagonia para regalársela, entre otros, a la familia Martinez de Hoz, (que ligó 2 millones y medio de hectáreas como retribución por financiar esa misión “civilizadora”). Martinez de Hoz es el nombre que ostenta el predio central de la Sociedad Rural Argentina. Predio afanado, digamos de paso.
Fundador del Club Gimnasia y Esgrima de la Plata, fue diputado y senador después de volver de asesinar originarios. Se ve que era un tipo ligado al Poder. Cumplió también el rol de represor en la “huelga de Inquilinos”, que, en julio de 1907 resistía los aumentos de alquileres en conventillos, a los que manguereó con agua helada.
El 1 de mayo de 1909, ordenó -cual «Pato» Bullrich- reprimir en Plaza Lorea a los obreros anarquistas que celebraban el día del trabajador, con un resultado de más de 80 obreros muertos. En el entierro de los trabajadores asesinados, al que concurrieron 300000 personas, Falcón encabezó la represión con más muertos y heridos y ordenó clausurar todos los locales y publicaciones socialistas y anarquistas (cuando el socialismo era socialista y el anarquismo era anarquista).
Simon Radowitzky, militante libertario de verdad, lo ajustició con una bomba casera el 14 de noviembre de 1909. La historia asombrosa de Simón –anarquista ucraniano exiliado- merece todo otro relato.
La escuela de Cadetes de la Policía Federal llevaba su repugnante nombre hasta que fue cambiado en 2006 por “Comisario Pirker” por resolución del Presidente Néstor Kirchner. Su nombre permanece en una calle porteña, paralela a otro miserable injustamente reconocido, Ribadavia (no me equivoqué, su apellido era con “B” pero se autopercibía con “V”).
El cruce en una esquina del barrio de Flores
Por esas cosas del destino, estos dos despreciables personajes de nuestra historia se cruzan en una esquina del barrio porteño de Flores. Me toca pasar por allí y, siempre con un poco de disimulo, escupo en la alcantarilla la memoria de estos dos sujetos a quienes algún ignorante tuvo la idea de premiar.