ENDEAVOR, EL ETERNAUTA Y LA DISPUTA IDEOLÓGICA
Por Beatriz Chisleanschi
Por segundo año consecutivo me toca acompañar a mis estudiantes de 5°año al Movistar Arena para participar del «show» organizado por el Ministerio de Educación de la Ciudad de Buenos Aires y Endeavor, «una comunidad de emprendedores de alto nivel mundial», tal como ellxs mismxs se presentan.
En un escenario deslumbrante, como lo es el Movistar Arena, rodeado de ofertas gastronómicas que motorizan el consumo; pantallas gigantes; hipertecnologización; un lenguaje visual y estético que va desde la ropa que usan los disertantes hasta la forma suelta y desestructurada en la que se dirigen al auditorio, más una entrevista final a íconos actuales de la música (Duki el año pasado, Nicky Nicole, éste) hacen que los más de 10 mil adolescentes de diferentes escuelas porteñas, públicas y privadas salgan deslumbradxs de allí. Por suerte, no siempre lo logran.
El discurso es unificado en cada una de las charlas tipo TED: «si lo soñás y te sacrificás, vos podés» y como ejemplo bastan los Ceos o dueños de Globant; Mercado Libre; Ualá o algún/a que otrx pibx que te explican cómo de la nada, o, apenas becados, pudieron ser emprendedores de alcance mundial. Incluso, en esta última presentación, hubo quien vendía el «error» como sinónimo de fracaso. A lo largo de las 3 horas que dura el encuentro, ni una palabra que refiera a la importancia del apoyo social, la presencia del Estado o lo vital de la construcción colectiva.
Y aquí aparece el Eternauta, serie que estamos viendo todxs casi a la par, y que moviliza comentarios de todo orden. Pero, más allá de la crítica, en la cual no me voy a detener, sí me parece oportuno rescatar el mensaje subyacente en la historia que, con tanto cuidado y una prodigiosa creatividad, nos regaló don Héctor Oesterheld (historia que leen, por suerte, muchxs estudiantes secundarios de la mano de sus profes. La escuela, aún sigue siendo ese espacio que invita a pensarnos como un otrx de otrxs). Y allí, la importancia de la organización, de la «manada», al que refiere en un momento el personaje Juan Salvo, como esa unión inevitable y necesaria para salir de aquello que nos oprime o el rescate de lo viejo, tan descartado por la sociedad actual y la hipertecnologización (como pasó con la radio a transitores en el apagón que se produjo días pasados en España).
En definitiva, en el centro está la disputa ideológica: o la construcción de sujetos individualistas (si le agregamos un poco de odio, mejor aún) que creen que con solo soñarlo podrán conquistar el mundo; o el sujeto colectivo, organizado sabiendo que «nadie se salva solo». En esa disputa quienes ejercemos la docencia tenemos un gran desafío cada vez que ingresamos a un aula. Nuestra lucha contra los cascarudos es cotidiana.
¡Héctor, Diana, Estela, Beatriz y Marina Oesterheld, presentes. Ahora y Siempre!