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EL ÚLTIMO CLICK

Debates tecnológicos

EL ÚLTIMO CLICK

Por Daniel Bello

Al repasar las noticias que se van generando en torno a la pandemia de coronavirus, y las consecuencias que va dejando a su paso, es usual que nos encontremos con el mismo enunciado que cae en mismo lugar común: el mundo cambió y este no será el mismo luego de que finalice la actual etapa de la pandemia.

El asunto es que esa verdad revelada ya se percibía sin la pandemia. Algunos de esos cambios se reflejaban en cuestiones geopolíticas, como la disputa inconclusa entre China y Estados Unidos o el intento norteamericano por reeditar un mundo bipolar y una nueva guerra fría con Rusia. Otros cambios se daban en el terreno de lo cultural, como el consumo de contenidos on demand en plataformas como Netflix o similares, que ya habían roto el territorio de lo privado y sus lugares de socialización. Sobre esto último, dichas plataformas ya habían logrado integrarse a nuestra cotidianidad, algo similar trataba de lograr el consumo de e-books o bien la utilización de aplicaciones para «dialogar» on line, por dar algunos ejemplos. Estas úlimas aplicaciones no eran masivas, es verdad, pero estaban presentes y tratando de ocupar poco a poco más lugares en nuestras vidas. Sin embargo, una primera sensación sobre este momento histórico, es que esta pandemia -y su consecuente aislamiento preventivo- completaron las etapas del proceso de cambio mundial que mencionábamos al inicio, pero de manera profundamente violenta.

Así como casi no hubo posibilidad de generar herramientas que contrarresten con organización obrera la voracidad del capitalismo en este contexto, no hubo posibilidad ni tiempo de abordar una alfabetización consciente y planificada en el uso de nuevas tecnologías que, por ejemplo, permitiese generar los anticuerpos necesarios para no terminar como víctimas de las 5 empresas que manejan internet.

En consecuencia, hoy se aprecian diálogos mediados por la app Zoom, con hackeos atroces, y un valioso e inmenso caudal de datos personales regalados -sin darnos cuenta siquiera de ello- a las corporaciones que manejan la big data, para que hagan del futuro un lugar apacible para nosotrxs pero altamente rentable para las empresas que desarrollan el control en la red. Por supuesto que esto también generó una mayor flexibilización en el mundo laboral.

Con motivo -y algunos como excusa- de la urgencia, subieron al trance con destino incierto de este re ordenamiento mundial a aquellos que venían rezagados o manejando, mediante la disputa de la soberanía, tiempos ajenos al capital. El último click que se dio con el comienzo con la pandemia significó entrar violentamente a la gesta del nuevo ordenamiento mundial tecnológico, cultural, social, económico y político.

Por esta razón, que Jack Dorsay, dueño de Twitter, done mil millones de dólares o que la empresa de Mark Zuckerberg, Facebook, done 3 millones de euros para «apoyar» al periodismo europeo – medios medianos y pequeños – para afrontar la crisis por el coronavirus, saben a poco en relación a la ganancia que se aseguran por el usufructo que harán con la recopilación de nuestros gustos y deseos, y con los cuales el capital tratará de diseñar-nos una nueva jaula.

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