EL PAPA RECIBIÓ A LA NIETA DE ESTHER BALESTRINO DE CAREAGA, UNA DE LAS FUNDADORAS DE MADRES DE PLAZA DE MAYO
Por PPV
Lejos de cesar los ecos por la visita que un grupo de diputadxs de La Libertad Avanza hicieran a represores y genocidas detenidos en Campo de Mayo y Ezeiza por los crímenes de les humanidad cometidos, en la tarde de ayer, el Papa Francisco recibió en su sede de Roma a Ana Fernández, hija de Ana María Careaga, ex-detenida y desaparecida y nieta de Esther Balestrino de Careaga quien participara en la gestación de la organización Madres de Plaza de Mayo y una de las desaparecidas en el hecho conocido como «lxs 12 de la Santa Cruz».
Según transmitió un comunicado del Instituto Espacio para la Memoria, en la charla que tuvieron en la residencia de Santa Marta, en Roma, «el Papa le manifestó a Ana Fernández que se había enterado de que unos diputados habían visitado a Astiz, que estaban queriendo que no estuvieran presos y que eso era algo muy peligroso”.
Para el Instituto, se trató de “una clara respuesta a la ofensiva contra la memoria”. En la entrevista Francisco también “recordó con admiración a su amiga y compañera Esther Balestrino de Careaga -quien fuera su jefa en un laboratorio de análisis clínicos-, y dijo que de ella había aprendido su amplitud política, entre otras palabras afectuosas”.
Asimismo, el Supremo Pontífice envió un saludo a su madre, Ana María Careaga, quien estuvo detenida y desaparecida en el campo de concentración conocido como el Atlético y le manifestó que “No aflojen, conserven la memoria de lo que han recibido, no solo de las ideas sino de los testimonios, ése es el mensaje que les doy en este día”.
El Papa Francisco recibió a Anita Fernández, hija de Ana María Careaga, desaparecida y víctima de Alfredo Astiz, y dejó un fuerte mensaje tras la visita de libertarios a genocidas: “No aflojen, conserven la memoria” pic.twitter.com/KEuYF2Aol5
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Hagamos Memoria
Entre los represores visitados por lxs diputadxs de LLA se encontraba Alfredo Astiz, responsable de la desaparición, entre muchxs otros, de Esther Balestrino de Careaga. Maestra, bioquímica y una luchadora comprometida desde su juventud, huyó a la Argentina escapando de la dictadura paraguaya de Higinio Morinigo. Con la desaparición de su tercera hija, Ana María Careaga, se une al grupo de familiares de desaparecidxs que se reunía en la Iglesia de la Santa Cruz en el barrio porteño de San Cristóbal.
El 8 de diciembre de 1977, represores de la Armada entre los que se encontraba el marino Alfredo Astiz, quien se había infiltrado en el grupo fingiendo ser un familiar de un desaparecido, secuestró a siete personas que se reunían habitualmente en la Iglesia Santa Cruz, entre ellas, dos Madres de Plaza de Mayo, familiares y militantes de derechos humanos.
Los encuentros en la Iglesia Santa Cruz tenían como finalidad la confección de una solicitada con la lista con los nombres de los detenidos desaparecidos durante los primeros dos años de la dictadura.
Ante testigos, el grupo de tareas 3.3.2 de la Armada secuestró ese día a las Madres Esther Careaga y Mabel Bianco, a la religiosa francesa Alice Domon, Angela Auad, Patricia Oviedo, Raquel Bulit y Gabriel Horane, y como parte del mismo operativo también secuestró esa mañana a Remo Berardo y por la tarde a Julio Fondovila y Horacio Elbert.
La solicitada fue publicada en el diario La Nación el 10 de diciembre de 1977 y ese mismo día el plan represivo se completó con los secuestros de la monja francesa Leonie Duquet y de la fundadora de Madres de Plaza de Mayo, Azucena Villaflor de De Vincenti.
Los 12 secuestrados, nombrados por los represores como el «grupo de la Iglesia Santa Cruz», fueron trasladados al centro clandestino de detención, torturas y exterminio de la ESMA, torturados y arrojados vivos al mar en los llamados «vuelos de la muerte».
Tiempo después, el mar devolvió cinco cuerpos en las costas bonaerenses de Santa Teresita y los cadáveres fueron sepultados como «NN» en el cementerio de General Lavalle.
En 2005, el Equipo Argentino de Antropología Forense (EAAF) identificó los restos pertenecientes a las monjas francesas Domon y Duquet, y los de las Madres fundadoras Azucena Villaflor, Esther Careaga y María Bianco.
Cuarenta años después, la justicia argentina dio por probado por primera vez la existencia de los «vuelos de la muerte» y condenó a prisión perpetua a Mario Daniel Arru, Alejandro Domingo D’Agostino, Francisco Armando Di Paola y Gonzalo Torres de Tolosa.