EDUCACIÓN Y DICTADURA:
TODO EL PODER AL DISCIPLINAMIENTO
Por Beatriz Chisleanschi
Los 24 de marzo no son un día más en el calendario, para la mayoría de lxs argentinxs, esta fecha nos llena de sensibilidad, de alegría por la lucha y de tristeza por lxs 30 mil que ya no están, pero que permanecen vivos en la Memoria colectiva, en el apasionamiento por las ideas, en el hacer presente y construir futuro.
Instalaron el terror y el horror, intentaron ingresar en cada órgano del cuerpo social y destruirlo. Para ello el sistema educativo tenía asignada una misión. Es importante señalar que las modificaciones que se experimentaron en éste ámbito no se realizaron a partir del 24 de marzo de 1976 sino que ya tenían su antesala en la gestión peronista que presidía María Estela Martínez de Perón -Isabelita- representada en el ámbito educativo por su ministro, Oscar Ivanisevich, el secretario de Estado, Carlos Frattini y el rector de la UBA, Alberto Eduardo Ottalagano, entre otros. El tradicionalismo ideológico y los discursos y medidas reactivas, con alta incidencia en términos curriculares, ya se habían instalado en los años previos a la dictadura militar. Sin embargo, y a pesar de tener el camino allanado, el área educativa fue la de mayor inestabilidad durante el período 1976/1983. No resulta casual entonces que cinco hayan sido los ministros que transitaron por la cartera educativa: Ricardo Bruera (1976/77); Juan José Catalán (1977/78); Juan Rafael Llerena Amadeo (1978/81); Carlos Burundarena (marzo de 1981 a diciembre de 1981) y Cayetano Licciardo (1981/10 de diciembre de 1983).
Excepto en lo que tenía que ver con la restitución del orden, la jerarquía y la autoridad, una alta burocratización y fragmentación interna, falta de coherencia entre las líneas impuestas por los distintos ministros enlazados sólo por lo reactivo de sus discursos y en lo que era preciso destruir y una contradicción importante entre el sistema económico que se intentaba instalar y los valores ideológicos que sustentaban la propuesta educativa caracterizaron el período que aquí se analiza.
Así fue que, a dos días de producirse el Golpe Cívico-Militar, el contraalmirante César Guzzetti, nombrado delegado militar ante el Ministerio de Cultura y Educación, establece la ocupación de parte de miembros de las Fuerzas Armadas en todas las dependencias nacionales y generales de este Ministerio. El objetivo era exterminar todo aquello que consideraban “subversivo”, para lo cual distribuyeron un panfleto con llegada a la comunidad educativa que desde el que se apelaba a “erradicar la subversión del ámbito educativo y promover la vigencia de los valores de la moral cristiana, de la tradición nacional y de la dignidad de ser argentino”. (1)
Y aquí una de las importantes contradicciones, mientras que se instalaba un modelo económico que se conoció como monetarista (hoy neoliberal) basado en la acumulación financiera y rentística, la apertura irrestricta del mercado, el endeudamiento externo, la destrucción de la industria nacional, la especulación y el consumo, desde la educación se promovieron actitudes ascéticas, más vinculadas a la moral y a las costumbres religiosas y, esencialmente, no consumistas.
Del disciplinamiento como medio al disciplinamiento como fin
Quizás, para entender mejor este proceso es conveniente centrarse en las figuras de Ricardo Bruera y Juan Rafael Llerena Amadeo.
Bruera, quien ya había sido ministro de Educación de Santa Fe durante los año 1970/73 y secretario del Consejo Federal de Educación planteó la necesidad de reflexionar sobre los fundamentos ideológicos de la acción docente y basó su política educativa en importantes teóricos de la educación que reivindicaban la libertad, la creatividad y la participación. Estos aspectos chocaban con la necesidad de imponer un orden totalitario, disciplinario y excesivamente burocrático. Bruera intenta zanjar esta contradicción sosteniendo que el orden y la disciplina eran pre-requisitos para llevar a cabo sus preceptos pedagógicos, es decir definir un modelo educativo que permitiese el desarrollo de la libertad y la creatividad.
Obviamente duró poco en el cargo y al año fue reemplazado por Catalán.
La mayor congruencia entre la política del estado represor y golpista y el sistema educativo fue alcanzado con la conducción de Llerena Amadeo. El orden y la disciplina ya no fueron durante este período un medio para alcanzar un modelo participativo y creativo sino que fue un fin en sí mismo. Para ello la reivindicación de los valores cristianos y el tradicionalismo católico, la revalorización de la familia y la desconfianza al Estado y el establecimiento de objetivos y fines pedagógicos sustentados en lo ético y lo político en clara oposición a lo científico, técnico y económico, constituyeron el eje por el que transitó el modelo educativo de Llerena Amadeo y que dejó huella.
La transferencia de las escuelas primarias nacionales a las provincias, la descentralización curricular, el predominio del enfoque enciclopedista por sobre el científico, las prácticas memorísticas, el reglamento de vestimenta (corte de pelo, el color de las prendas de vestir, las vinchas y los blaizer azul) y la censura en los contenidos fueron algunos de los aspectos que caracterizaron este proyecto educativo y que nadaron en mejores aguas en el período de Llerena Amadeo.
Un capítulo siniestro en nuestra historia organizada por civiles y ejecutada por militares que dejó un saldo de de decenas de cientos de docentes y estudiantes desaparecidos, pero también una historia de lucha y una Memoria viva porque No Olvidamos. No Perdonamos.
Por todes, por cada une #MemoriaVerdadyJusticia.
(1) Pigna, Felipe: “El golpe de estado en el ámbito educativo”. El historiador https://www.elhistoriador.com.ar/el-golpe-de-estado-en-el-ambito-educativo/
Artículo escrito en base al libro El proyecto educativo autoritario, editorial FLACSO, capítulo II “Elementos para una sociología del currículum escolar en Argentina”, Tedesco, Juan Carlos, 1985.