Entrevista a Oscar Minteguía, Sec. de Desarrollo Social de San Martín
«DURANTE LA PANDEMIA COMPRAMOS POR MÁS DE 100 MILLONES DE PESOS A COOPERATIVAS»
Por Daniel Bello
Ph Revista PPV
Atravesamos la Plaza San Martín bajo un sol radiante y entramos a la Municipalidad cumpliendo rigurosamente con los protocolos para entrevistas a Oscar Minteguía.
Minteguía es el actual Secretario de Desarrollo Social de la Municipalidad de San Martín y ocupa ese rol desde el año 2011, cuando Gabriel Katopodis se convirtió en el Intendente de la ciudad.
Entre sus logros de gestión se pueden señalar la creación del Registro de Empresas Sociales y Cooperativas, la organización de Ferias de la Economía Social y Solidaria y la conformación de la Mesa de Empresas Recuperadas en conjunto con la Universidad de San Martín.
Con distanciamiento preventivo mediante, dialogamos con Oscar sobre las consecuencias que la pandemia está dejando en San Martín y el trabajo de las cooperativas y empresas recuperadas.
¿Cómo ves la situación actual en relación con la pandemia?
Una primera observación para hacer es que el piso desde donde se arrancó era muy malo, porque veníamos de 4 años de una situación económica muy jodida. El pueblo pobre es muy resistente. Pareciera ser que se dobla, pero no se quiebra, entonces se la aguanta increíblemente. Si uno piensa en el sablazo que le había pegado el gobierno de Macri en forma directa con las tarifas, solo eso fue tremendo. Alguien puede decir que aquellas personas que viven en un barrio carenciado no tienen gas o se cuelgan de la luz, y puede ser que en algunas ocasiones esto suceda, pero si no tienen instalaciones de gas, por ejemplo, tienen que comprar la garrafa, que aumentó muchísimo también. También les pegaron de forma directa a través del aumento tremendo en los insumos básicos.
Hace más de 30 años que estoy trabajando en el desarrollo humano de las familias más empobrecidas, más vulneradas y nunca había visto una situación como la que se generó en esos 4 años en referencia al acceso a los alimentos. Yo recuerdo la hiperinflación del año 89, que me encuentra a mí participando de una organización social que se dedicaba justamente a la organización del consumo popular, se llamaba SERCUPO, y ahí aparecieron por primera vez las ollas populares, las panaderías barriales comunitarias; en fin, la organización en torno a la comida. Pero no se puede ni comparar con lo que pasó estos 4 años, en los cuales se complicó seriamente el acceso a la comida.
¿Qué problemas se evidenciaron o salieron a la superficie en estos tiempos?
La pandemia puso en evidencia 3 grandes situaciones.
La primera es el acceso al alimento, que se trata de un derecho humano básico y que nos puso a los gobiernos populares y a las organizaciones sociales a trabajar en la cuestión del abastecimiento popular, o sea, la comida no puede ser prenda de especulación, por lo menos, algunos productos tienen que ser de acceso obligatorio para las familias.
Pongámonos a discutir la soberanía alimentaria, la seguridad alimentaria, o sea, qué es lo que estamos comiendo, a quién se lo compramos, dónde, cómo. Y que estos sean también factores de organización. En ese punto, la pandemia nos despabiló y nos hizo meternos en estos temas en los cuales nos deberíamos haber metido mucho antes, pero que, por diversas circunstancias, no había sido así.
La segunda cuestión es el tema de la vivienda, es decir, a dónde viven las familias más humildes de nuestro país. Porque se dicta la medida para que hagas el aislamiento en tu casa y eso lo podés hacer si tenés casa. Es así que rápidamente surge la cuestión de “quedate en el barrio”, pero entonces también la unidad “barrio” comenzó a ponerse sobre la mesa de otra manera, porque en el barrio también pasan un montón de cosas jodidas, todo el tiempo. ¿Qué pasa, entonces, con el espacio público? ¿Quién lo tiene apropiado? Y acá se ven fuertes problemas en relación con el acceso: a los servicios, a la vivienda digna, a poder estar bien y tranquilo en mi barrio. Estos temas, la pandemia los puso en relieve y, sobre todo, en tela de juicio.
Y en tercer orden, aparece la cuestión del trabajo, o de qué manera generan los ingresos las familias más humildes de nuestro país. En este marco, cuando empieza la pandemia, los responsables de pensar esta problemática estimaron que se necesitaba tomar medidas concretas sobre una población estimada en 3 o 3,5 millones de personas. Y así surge el Ingreso Familiar de Emergencia (IFE). Pero la sorpresa se da cuando se inscribieron 12 millones de personas. Y lo recibieron a 9 millones. Y ahora que no hay IFE 4 está claro que habrá que hacer otra cosa. ¡Porque queda muy clara la zanja que había en los programas de complementariedad de ingresos con las estrategias de generación de ingresos de las familias, ahí vemos que había unos 6 millones de personas en términos de diferencia de apreciación!
Esto nos permite plantear con fuerza en estos momentos una vieja realidad: que existe todo un sistema de generación de ingresos que no se explica desde el sector asalariado. Esto es una realidad que tiene más de 30 años, que empieza a mediados de los 70 y que se profundiza muy fuerte en los 90, pero parece que todos nos hacíamos un poco los distraídos y se seguía insistiendo que la inclusión laboral iba por el lado de conseguir un laburo en una empresa, en una fábrica. Y mientras tanto se le daba un poco la espalda al mundo cooperativo y a las estrategias alternativas de trabajo autogestivo. O los tratábamos como, en general, el Estado trata, aún en los mejores momentos, a los actores de la Economía Popular y Solidaria, como una situación de segunda, un mal menor, “uy te tocó trabajar en una cooperativa”, entonces nunca diseñamos políticas de verdad para esto.
Los 4 años del macrismo fueron nefastos, eso no se puede discutir. Pero los problemas que estamos marcando no nacen en estos 4 años, son deudas sociales que se vienen arrastrando desde mucho antes. La brecha creciente entre pobres y ricxs, la democracia no la resolvió. En nuestros gobiernos compañeros, tampoco. Y esta es una cuestión por la cual nos castigan, sobre todo en la provincia de Buenos Aires, porque nos dicen que gobernamos 30 y pico de años, pero esto no lo solucionamos.
Previo a la pandemia, seguramente, habían planificado una serie de acciones que luego tuvieron que recalcular. ¿Cómo reformularon el mapa de la Economía Social y Solidaria en la ciudad para lograr mantener en pie al sector?
En realidad, no tuvimos que reformular, más bien nos apoyamos en lo que veníamos cubriendo desde hace 8 años. En ese sentido, los compañeros y las compañeras que tuvieron que asumir gobiernos locales el 10 de diciembre de 2019 se la habrán visto muy complicada. Nosotros la vimos brava y hacía 8 años que veníamos gestionando, por lo que los instrumentos que pusimos en juego y en valor no los inventamos en la pandemia, no hubiésemos podido, los teníamos armado desde antes. El Registro de empresas sociales y cooperativas como mecanismo de identificación de los actores en el territorio, la Ordenanza para las compras públicas a las cooperativas, el Fondo de Financiamiento Solidario para viabilizar esas compras públicas son ejemplos de instrumentos que ya veníamos utilizando y que fueron de una fuerte utilidad en estos tiempos. Nosotros contamos, desde hace 9 años, con una Dirección de Economía Social y Solidaria. Este año no la hubiésemos podido empezar. Haberla tenido y haber profundizado paulatinamente todas estas políticas nos permitieron este año salir a la cancha con todo.
Es así que desde el Municipio invertimos unos 250 millones de pesos en insumos básicos para la pandemia y alrededor de 100 millones de ese total, se los compramos a 31 cooperativas: muchas de San Martín y otras que no son de San Martín, por la obvia razón de que acá no producimos yerba o arroz o aceite. Y eso lo tuvimos que salir a comprar a otras cooperativas, pero que también han tenido que generar vínculos con las cooperativas de San Martín, entonces, de esta manera, las cooperativas locales no las sienten ajenas a las otras cooperativas que llegan a sumarse a este trabajo. Pero, partiendo de que las cooperativas de San Martín tuvieron todas sus oportunidades, incluso en algunos casos hubo reconversiones: Algunas se plantearon “hagamos alcohol en gel, porque la municipalidad está necesitando y nos va a comprar”.
Economía o salud fue una de las dicotomía que se planteo sobre la pandemia, ¿cómo se vio en San Martín esa cuestión?
Nosotros, en San Martín, perdimos 803 personas, muchas de ellas eran compañerxs de trabajo. Esto lo señalo porque nuestrxs compañerxs en el gobierno nacional vienen dando una lucha enla que tienen que andar explicando a quienes les tocó gobernar 4 años y destruyeron el país y que te plantean la dicotomía entre la primacía de la economía sobre la salud. Pero se plantea al tema salud como planteando que a alguien le va a doler la panza, o se va a enfermar unos días, pero la realidad es que te podés morir.
Si sos viejo, te podés morir; si estás inmunodeprimido, te podés morir; si estás con problemas de obesidad, te podés morir. Y los primeros tiempos fueron muy difíciles, porque enviar a lxs trabajadores municipales se hacía muy difícil. Por esto también hay que sacarse el sombrero con lxs militantes políticos de las organizaciones sociales.
En el libro el “Desafío de las finanzas solidarias” se plantea que las finanzas solidarias no se tratan de darle acceso al crédito al que no tiene crédito, sino darle a aquellas organizaciones o proyectos individuales que quieren llevar adelante otro tipo de economía.
De alguna forma, esto se ve enfrentado a otra mirada dentro de la Economía Solidaria, según la cual hay que darle crédito a todo al que se pueda para discutir la inclusión financiera.
Entonces, ¿cómo se pueden tender puentes entre la inclusión financiera y el financiamiento al desarrollo de otra economía?
Yo, ahora, estoy parado desde el gobierno, entonces, te digo inclusión financiera es que yo tengo un producto de financiamiento que le llegue a todos lados, que la gente no tenga que tener un conocido para que le llegue el crédito, sino que el crédito le llega si están las condiciones.
Nosotros tenemos un sistema de crédito hace 8 años, a través del cual venimos dando 75 millones de pesos en crédito y no hay un cartel en ningún lado que diga “acá se dan créditos”, porque eso lo que haría es que toda la gente que cree que está en condiciones de tomar un crédito, vendría y se pegaría la cabeza contra la pared. Y nos generaría a nosotros una situación enojosa de tener que decirle que no.
Entonces, la estrategia de financiamiento desde el Estado es salir a buscar eso que tenemos que financiar. Pero, aun así, hay que hacerlo de la mejor manera.
Cuando vos lo haces desde una organización, también lo tenés que hacer sustentable. Nosotros lo podemos hacer porque es un programa que lo llevan adelante trabajadores, técnicos, funcionarios que ya están pagos para hacer una cantidad de cosas vinculadas con fortalecer un sector.
Entonces, eso ya está pago, no tiene costo. El costo es el costo de la mora, de la incobrabilidad, pero el costo operativo, el Estado ya lo tiene pago.
Ahora cuando lo haces desde una organización – que yo también creo que está bueno hacerlo así- como una cooperativa que se dedique a dar créditos tiene que hacerlo sustentable. Puede ser que no gane plata prestando dinero, pero no puede perder porque eso le hace daño a los mismos tomadores del crédito y a la organización.
Entonces, en esa dimensión tenés que darle volumen a esa operación de crédito y ahí puede surgir la necesidad de tener escala, o sea, de tener la cartera de crédito diversificada donde hay distintos extractos y rubros. Porque fracasan absolutamente los que se dedican, en una localidad, a dar crédito de manera sectorial, por ejemplo, a los gastronómicos y a los textiles. Bueno, cuando esos dos sectores andan mal, ¿qué hacés? Tenés que tratar de que haya de todo: comercio, producción, créditos chicos, medianos y grandes, que sean seguros y otros no tanto: diversificar en el riesgo y en la estrategia.
Luego, la democratización de la inclusión financiera.
Si eso lo estamos diciendo nosotros desde nuestro libro, desde nuestra militancia, pero también desde este país donde el sistema financiero no es un servicio público… ¿a dónde te estoy metiendo?
Eso en general me encanta discutirlo con la palabra inclusión, porque cuando decimos ‘este es un proyecto inclusivo’, ¿inclusivo dónde? ¿a dónde estás tratando de incluir a esa familia? ¿a consumir cualquier cosa de cualquier manera? ¿los estás incluyendo para consumir lo que quiere el sistema capitalista que consumas? ¿lo estás tratando de incluir a la nueva esclavitud del año 2020 que consiste en tener trabajo y cobrar un sueldo para poder gastártelo todo en el sistema capitalista?
No importa si lo necesitas o no, no importa si te hace bien o te hace mal. Por eso, si una inclusión financiera y de acceso al consumo no viene de la mano de un discernimiento de qué es lo que estás consumiendo y para qué, y no viene de la mano de la refundación del concepto de bienestar y de acceso a la felicidad.
Cuando discutís qué es lo que hace feliz al ser humano, te podés encontrar con algunas sorpresas… descubrís que lo que lo hace feliz, es tomarse un mate abajo de un árbol. Y ahí no quiero ser simplista, pero en los pueblos de nuestra vasto interior versus el centralismo porteño, vemos que la gente que viene del campo no es pobre, es humilde, pero no es pobre. Si tiene para comer, dónde vivir, si puede criar a sus pibes y pibas… Pero empieza a ser pobre cuando lo arrastran a una situación de indigencia vinculada con “mira todo lo que podrías consumir y no podés”. Y eso pasa, básicamente, en los conurbanos donde tenés que criar a tus criaturas viendo como todos los demás consumen cosas que hasta hace un ratito no eran necesarias.
Entonces, estas cosas que estoy diciendo, desde mi responsabilidad en el Estado, me tienen que importar y me lo tengo que plantear: ¿Nosotros hacemos cosas para que la gente esté más feliz y, por lo tanto, más libre? Y ahí es donde digo que el Estado está preparado y diseñado en sus normas y en sus formas de hacer para priorizar la reproducción del capital y, por lo tanto, de los intereses que hay atrás del capital, antes que priorizar la reproducción de la vida. A tal punto de que, cuando digo esto, en algunas charlas – ahora por zoom- veo algunas caras preguntándose qué es la reproducción de la vida. Porque la del capital se entiende: vendo, compro, tengo una propiedad y no quiero que me la usurpen, etc.
Entonces, ¿qué es la reproducción de la vida? Acceso a la felicidad, plantearte qué es ser feliz. Y una vez que te lo planteas, ir por eso, y capaz que no sale tanta guita. Pero esto es re contra mala palabra para el capitalismo, porque si no sale plata, ¿para qué?
Por eso el neoliberalismo dice producción y reproducción, y para la producción hay inversión y para la reproducción hay gasto.
Entonces, después cuando no alcanza para todo y tenemos que recortar, ¿adivina qué recorto?
Planteas la necesidad de refundar el sentido del Estado de Bienestar, esta posibilidad que abre la post pandemia. ¿Qué se puede esperar en esos términos?
¡Ahí me matás! Porque estoy entre lo que yo deseo que ocurra y la experiencia empírica del ser humano. Yo no estoy muy contento con qué tipo de seres humanos somos. Y no quiero ser tan simplista, como cargárselo a un sistema económico, pero es así.
El sistema económico de la competencia, que se generó a la sombra del paradigma de la escasez, que es el que invita a la maximización de las ganancias donde se debe hacer un uso eficaz de los recursos escasos y las necesidades abundantes, tiene que alcanzar para asegurar la renta de algunos, que tienen el poder y el dinero. Bueno, eso es un sistema, de Adam Smith para acá, lo que generó un tipo de sociedad que le suelta la mano al pobre, al viejo, al discapacitado, al niño, a la niña. No es una sociedad que abraza, como era la de los pueblos originarios, una sociedad que estaba preparada para no dejar a casi nadie a la vera del camino.
Parado ahí, te diría, como dice un amigo, que es muy pesimista: 72 horas vamos a tardar en ser de vuelta los mismos cuando termine la pandemia. Pero yo me agarro desde la posibilidad de que eso no pase. Por eso, es tan importante que miremos los valores de la economía de la solidaridad, del ser humano, del trabajo, pero no la economía del capital. No concibo desarrollarme yo sino se desarrollan los que están al lado.
Este el concepto de solidaridad que los brasileños lo dibujan como un caracol.
En esta idea de la familia que mencionas, pensándolo en Municipios, Provincia y Nación, ¿cómo pensás que se puede potenciar el desarrollo de la economía social y solidaria?
Lo primero que hay que hacer es lograr identificar al actor, no caracterizarlo como un pobre que sólo reclama una chapa, sino que es una persona que necesita desarrollarse y que las oportunidades para desarrollarse le fueron negadas, se las robaron, entonces hay que reproducir oportunidades.
Hace muchos años, cuando recién arranque acá, cerraba los ojos e imaginaba cuál era el rol del Estado: era colgar lianas, para que la gente, en uso de su voluntad, cuando se tira encuentre una liana para agarrarse – debe tener la voluntad de tirarse no puedo, yo Estado, ir a hacerle un nudo con la liana porque capaz que lo ahorco-, pero sí tengo que colgar la liana y asegurarme que haya un montón.
Que si te tiraste para agarrarte de una y erraste, había otra al ladito porque el Estado la puso – el Estado al que vos le pagas-, el Estado al que la comunidad le paga para que haga la tarea: esa tarea es reproducir oportunidades, sobre todo para los que no la tuvieron.
Si la tuviste, no te la voy a negar, pero no sos prioridad porque la prioridad es aquel que no tuvo ninguna.
Entonces, el Estado provincial lo que tiene que hacer es apoyar a los Estados municipales que tienen esta visión porque le va a ser difícil instalar esta visión desde la no cercanía y el gobierno de cercanía es el gobierno local.
Nosotros, desde nuestra experiencia en provincia y todos estos años en la municipalidad, acuñamos el concepto de la gestión compartida con las organizaciones, que es más que la gestión asociada.
Porque la asociada eran las mesas vinculadas con el desarrollo local, donde los actores pulseaban, pero siempre ganaba el Estado, que es el que tiene la sartén por el mango.
En la gestión compartida, el Estado pone poder en juego, cómo, las organizaciones te ponen en la mesa problemas y preguntan cómo hacemos con esto y no podés no responder, los tenés que resolver con ellos.
Nuestras principales ordenanzas* vinculadas con la Economía Popular y Solidaria surgieron de los ámbitos de gestión compartida. La mesa de empresas recuperadas, el Consejo de la Economía Popular, me parece que el Estado municipal tiene que identificar a los actores, no tener miedo en el diálogo y en la construcción, jugársela, pensar instrumentos que potencien a ese actor.
Nosotros pusimos 100 millones de pesos para comprarle al sector de la economía popular y solidaria. Y no salió gratis, en el sentido de que nos trae mil dolores de cabeza, que la factura, que si la trajiste, que no la cargaron, que se demoran, que falta algo… no es fácil, pero es una decisión política.
Algo que creas que es necesario poner en valor…
Nosotros decimos que tenemos una tarea doble, que hay que transformar el Estado desde adentro para que todo el Estado reaccione de la manera que charlamos, porque en eso no hago cargo a mis compañeros que no la están viendo. No la están viendo y capaz nosotros no lo comunicamos bien, no fuimos capaces de subrayar el valor que tiene está otra economía.
En ese sentido, inesperada y sufridamente, la pandemia nos ayudó a poner de relieve los valores de una economía distinta y de personas que llevan adelante acciones económicas y sociales de manera diferente y se la juegan.
No estoy especulando que haya otra pandemia para que se nos siga enseñando, ojalá nunca más haya otra; ahora, ésta, nos enseñó un par de cosas que si no las aprovechamos…
Desde donde estamos, a mí me toca desde el Estado, a algunos desde una organización, alguna organización que conforma una federación tendrá más responsabilidad que una organización que anda suelta, si sos una confederación tendrás muchísima más responsabilidad.
Todxs la tenemos, de tamaños distintos, pero las tenemos.
Milito hace mucho tiempo en esta otra economía, no sé si tuvimos históricamente una oportunidad como está, si no la aprovechamos…
Me parece que hay que honrar a todos los que perdimos, que fueron carne de esta pandemia, y esta pandemia nos da la posibilidad de decir una palabra distinta, de construir un paradigma diferente.
No sé cuántas oportunidades más de esta vamos a tener…
*Ordenanza sobre el registro de empresas sociales y cooperativas: http://observatorioconurbano.ungs.edu.ar/wp-content/uploads/Ordenanza-11262-y-reglamentaci%C3%B3n-Gral-San-Mart%C3%ADn.pdf
Ordenanza para el compre cooperativos: http://observatorioconurbano.ungs.edu.ar/wp-content/uploads/Ordenanza-11.835.-Programa-de-Incentivo-de-compras-San-Martin.pdf