CUATRO SIMULACROS DE FUSILAMIENTO

Segundo libro de poemas de Boris Katunaric

CUATRO SIMULACROS DE FUSILAMIENTO

Por Claudia Sobico
Fotografía: Cari Aimé

Los estallidos de los disparos en los cuatro simulacros de fusilamiento sufridos por el escritor Antonio Di Benedetto durante la última dictadura cívico-militar argentina, se convierten en el estallido que dará origen a este poemario.

Cuatro simulacros de fusilamiento (Ediciones Lamás Médula, 2016) de Boris Katunaric es un poemario sobre violencia, dolor y muerte. El dolor como bagaje propio e ineludible: “Voy en la fila que debo seguir hasta que alguien me golpee la rodilla y caiga al suelo”. El dolor como impacto acumulado en la memoria colectiva de un pueblo: “El punto de partida es una incógnita sin culpa.

De manera que la humanidad no se reviste de otra cosa que de su misma pena”. El dolor también como agente que condiciona el comportamiento y la perspectiva, como aquello que impacta un cuerpo y lo determina, lo paraliza: “Huir es algo que intenté toda la vida, sin éxito/incluso cuando escapar significaba quedarse quieto” y en “El dolor físico no es eso/el dolor/son esas papas fritas que no comí por vergüenza.”

Cuatro simulacros de fusilamiento es también, minuciosa y delicadamente, un homenaje a sus seres amados. A lo largo de su libro, Katunaric va plantando citas de sus más admirados, como huellas, David Bowie, Miguel Ángel Bustos, Francisco Paco Urondo. Y dedica poemas a aquellos que le han sido bálsamos: “sentir ese hilo de respiración continua en tu nariz:/el ritmo de una hamaca paraguaya donde descanso/y me aseguro de que haya algo real” y a aquellos cuyo dolor ha vislumbrado: “Si hubiéramos conocido antes/esta arquitectura intensa/que rasga/lastima/y devora/como tu tigre la noche/solo llevaríamos/menos muerte en la campera”
La poética de Katunaric está atravesada por la multiplicidad de su ser: poeta, periodista y conductor radial, oficio plebeyo, dice, con una voz tan potente que se derrama: “la voz/no me cabe/en el cuerpo”.
Por último, creo que es la más íntima intención de Boris Katunaric, en este libro, abrazar ese dolor, el propio y el ajeno, sentarse frente a toda esa violencia con su más poderosa, quizás única arma, la palabra, y verso a verso, desarmarla.