CUATRO FEMICIDIOS EN EL FIN DE SEMANA, LA SERIE ÁNGELA Y UN MISMO HILO CONDUCTOR
Por Beatriz Chisleanschi
La miniserie española Ángela, escrita por Sara Cano, Paula Fabra y Leire Albinarrate y dirigida por Norberto López Amado y que se puede ver por la plataforma Netflix, deja expuesta, una vez más, la violencia de género a la que se pueden ver sometidas las mujeres.
Basada en la serie de televisión británica Ángela Black, que fue creada y escrita por Harry y Jack William, este thriller psicológico nos muestra la vida de una mujer casada con dos hijas a quien su marido le hace creer que no sirve para nada, es víctima de agresiones físicas y, como a la mayoría de las mujeres violentadas las cargan de culpa, una culpa que justifica que son merecedoras de ese maltrato.
El portal Consexando nos invita a reflexionar sobre los vínculos que refleja la miniserie de sólo 6 capítulos.
Al principio todo parece ideal. Hay intensidad y atención constante que se suma a las promesas de amor. Un “amor ideal” que termina siendo una trampa y que crea una patológica dependencia. Luego, comienza la confusión. Hacer sentir a la mujer como exagerada; que su percepción es equivocada y que es culpable de todo. Lo que hoy se llama gaslighting, y que nos habla de violencia psicológica. La culpa es la herramienta con la que el agresor se asegura que siga a su lado. El cuadro lo completa el aislamiento con expresiones como “tus amigas te llenan la cabeza”; “tu familia no te entiende”; “sólo yo te cuido de verdad”. Es el ejercicio del control disfrazado de cuidado y amor. Este control suele desembocar en que la mujer pierde la capacidad de decisión, el poder sobre sus tiempos, sus gestos e incluso, sus pensamientos.
Claramente, salir de esos vínculos no es fácil. Miedo, especialmente, miedo, sumado a la vergüenza, a no saber cómo seguir sola y, más aún, como sostenerse económicamente (la dependencia en ese plano forma parte también del ejercicio del dominio) es lo que lleva a que las mujeres violentadas tarden en salir del círculo de sometimiento y opresión.
Ángela es una ficción, pero, con un basamento muy arraigado en la vida real y que nos permite reafirmar que, aunque los hechos de violencia puedan pertenecer al orden de lo privado, los estados tienen una responsabilidad sobre ellos. Tal como señaló la feminista Carol Hanisch en 1970, “Lo privado es político” y por tanto la creación de Secretarías de la Mujer, de programas de protección y asesoramiento y la implementación de políticas que ayude a esas mujeres violentadas a salir de la situación en la que se encuentren envueltas se torna esencial.
El gobierno actual de Javier Milei camina exactamente en la línea contraria a estas políticas que nos hablan de humanidad, de protección y de derechos. Lo primero que hizo, apenas asumió la presidencia, fue desarmar el Ministerio de Género y Diversidad y, a partir de allí, destruir los diferentes programas y políticas vinculadas a cuestiones de género. Esta decisión no se sostiene sólo por la aplicación de la motosierra y el ajuste, sino en un claro posicionamiento que desconoce las desigualdades vigentes sólo por el hecho de ser mujer. Un claro ejemplo de esto fueron las propias declaraciones del ministro de Justicia y Derechos (in) Humanos Mariano Cúneo Libarona quien se encargó de comunicar su decisión de eliminar la figura de femicidio del Código Penal porque “Ninguna vida vale más que otra”.
Cuatro femicidios en un fin de semana
Como bien sabemos, el punto más algo del iceberg de la violencia es el asesinato, que, cuando se ejecuta sólo por ser mujeres, se trata de un femicidio, le guste o no al ministro Cúneo Libarona y a la derecha vernácula.
En medio de la desprotección estatal, este fin de semana cuatro mujeres perdieron la vida de mano de la brutalidad machista y patriarcal. Cuatro vidas que fueron arrebatadas sin que se escuchen voces de repudio, sin que los medios se hagan eco. Cuatro muertes, cuatro femicidios, cuatro mujeres que ya no están. Ellas eran:
Brenda Torres, cuyo cuerpo fue encontrado el viernes en una obra en construcción en el barrio Chateau Carreras en la provincia de Córdoba. Tenía 24 años y fue descuartizada.
En Berisso, Jésica Noelia Duarte, de 33 años, fue asesinada por su pareja a balazos frente a su hijo de 7 años, y el femicida Nicolás Ángel Castro – de 30 años- intentó quitarse la vida. Permanece internado con custodia policial.
Flora Inés Moyano – de 60 años de edad- fue asesinada en Mendoza este domingo en un basural, y en la espalda tenía escrito «Ahora no culias con nadie más». El femicida, Molina veía a Flora en sus salidas transitorias, ya que este sujeto tenía condena por varias causas, entre ellas abuso sexual.
Y en Chaco fue asesinada Érica Almirón Romero -de 24 años de edad-, y Joaquín Alfredo Pérez, ex pareja de la víctima, intentó escaparse de la provincia luego del femicidio, y dejó una carta a sus padres que decía “Maté Érica. Lo siento, mamá. Fue por venganza”. El mismo fue detenido cuando viajaba en micro con destino a Posadas, y está a disposición de la Justicia chaqueña.
¿Se puede ser indiferente a estas y cada una de los femicidios, transfemicidios, lesbicidios o travesticidios? Se trata, nada más y nada menos, de seres humanos que tenían sueños, deseos, proyectos y una vida por vivir y que les fue arrebatadas de un día para otro, mientras que el Poder Judicial mira para otro lado; el gobierno ejerce indiferencia y la sociedad sostiene la impunidad.
Ángela tiene un final, que no vamos a spoilear, pero que permite dar un cierre a la historia. En la vida real no siempre es así, pero bienvenidas estas ficciones si nos abren la puerta a pensar sobre el odio, las desigualdades, las violencias de género, la intolerancia y repensarnos como sociedad.