¿CUÁNDO ESTÁBAMOS MEJOR?
Por Gustavo Vera
La reaparición de Cristina Fernández de Kirchner en la escena política nacional se llevó todas y cada una de las luces de los últimos días. Casi como una venganza no programada, la ex Presidenta volvió a aparecer en cadena nacional para el deleite de sus seguidores y la furia de sus detractores. El motivo de su regreso fue la citación para declarar del Juez Bonadio por la causa del Dólar futuro”, que a esta altura no defienden ni cruzadas fanáticas como Margarita Stolbizer. La construcción política del relato Macrista cada vez más endogámico y apuntado a su núcleo duro de votantes. Y el juicio político a Dilma en Brasil, como la muestra más brutal de los nuevos golpes de estado latinoamericanos, amparados en supuestos hechos de corrupción, que sólo vienen a ponerle fin a los gobiernos de tinte popular de la región.
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Ante ciento de miles de personas (¿cien mil, doscientos mil, trecientos mil?) que se agolparon frente a los tribunales de Comodoro Py para ir a respaldarla, Cristina dio un discurso repleto de línea política, dejando claro por si alguno tenía dudas, que es ella y sólo ella la jefa de la oposición al Macrismo, remarcando la brutalidad del ajuste del Gobierno Nacional y su nulo interés por la calidad de vida de los sectores medios y bajos y que es ella y sólo ella la que conduce el Movimiento Nacional, que en su retórica frentista decidió bautizar Frente Ciudadano. Pero, sin dudas, lo más importante de sus palabras fueron las que dedicó a su propia fuerza política. La ex Presidenta remarcó la importancia de seguir apostado a organizar todos aquellos emprendimientos que abundan por el arco del kirchnerismo duro y que no responden a ninguna orgánica, llamó a dejar de pelearse con aquellos que no nos votaron y a dejar de pensar que son idiotas por el sólo hecho de haber votado por Macri y, por último- y tal vez lo más importante- pidió a su militancia ampliar la base de sustentación, modificar la lógica purista de construcción política que seguramente sin desearlo, le terminó jugando en contra al kirchnerismo en los últimos años. Cristina, demostrando una vez más su formación política peronista, de masas y frentista, indicó a su fuerza política la necesidad de volver a construir la mayoría electoral que ponga nuevamente al Peronismo en el gobierno. Pero además, y por si quedara alguna duda de la reaparición política con vocación de conducir el conjunto, la ex Presidenta se juntó luego de Comodoro Py con diputados, organismos de derechos humanos, curas de opción por los pobres (en una nueva señal de su estrecha relación con Francisco) y con la casi totalidad de los intendentes de la provincia de Buenos Aires, que como suele ocurrir con el PJ, se ordena en diez minutos ante el dirigente que lleva el termómetro de la política. Si a este grupo le sumamos la pata sindical que empieza a tener real preponderancia en la Argentina Macrista, el Frente Ciudadano toma un color y un voltaje político con grandes chances de hacer una elección superlativa en el 2017.
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Cambiemos llegó al gobierno con un discurso aperturista e integrador. La denominada Revolución de la Alegría venía a unir a los argentinos, mientras en lo spots televisivos Mauricio Macri y Maria Eugenia Vidal prometían con caras sonrientes que nadie te iba a sacar nada lo que tenés y que el país que viene es también para los que votaban a Scioli. En cuatro meses de gobierno, todas y cada una de las promesas de campaña se esfumaron, pero no sólo las que tienen que ver con la economía y las condiciones materiales de la gente que día tras día se ven perjudicadas, también aquellas promesas que venían a cerrar la grieta (como si tal cosa se pudiera cerrar). En estos cuatro meses, el Gobierno Nacional y sus voceros que construyen el relato político/ideológico de Cambiemos, se han dedicado a enrejar con alambre de púas a lo más duro de su electorado. De ese 51% que votó por Macri en noviembre pasado, sólo un 50% es parte de lo que podríamos llamar: cacerolero emocional yegua montonera. El otro 50% votó a Mauricio Macri con la genuina esperanza de poder estar mejor, ese 25% del electorado, que es el que Cristina le pide a su militancia que vaya a buscar, es el que Macri y los suyos están despreciando y faltando el respeto a su inteligencia, con operaciones tan burdas como llenar de policías un aeropuerto bajo la ridícula sospecha de que Lázaro Baez podía escapar del país, justo el día que se daba a conocer que el Presidente tiene cuentas offshore en Panamá.
Trabajar para el forista del diario La Nación solamente, puede ser efectista y coyuntural, pero a largo plazo es contraproducente y todo negocio para la oposición. La política es construcción de mayorías, el gran tema es que la derecha no lo sabe porque por primera vez en su historia está jugando sin cooptar estructuras partidarias o tirando tiros.
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Finalmente la Cámara de Diputados de Brasil votó por amplia mayoría para que se lleve a cabo el juicio político (Impeachment) a la Presidenta Dilma Rousseff en medio de un escándalo institucional que sacude al país más importante de esta región, la octava economía del mundo y el líder de la Sudamérica soberana desde el año 2002 cuando Lula fue elegido Presidente (asumió el 1 de enero del 2003), luego de tres intentos fallidos. Decir que a Dilma no se la acusa de ningún acto de corrupción y que sus detractores que votaron por el Sí al juicio político están envueltos en enormes casos de lavado de dinero, parece poco importante a esta altura. La derecha y su fábrica de colonización de las subjetividades que son los medios de comunicación han logrado naturalizar que todos y cada uno de los gobiernos populares que han gobernado los países de esta parte del mundo los últimos años, sean solamente clanes mafiosos cuyo único objetivo es enriquecerse, cuando lo que oculta esta falacia es que, por primera vez en muchos años, los excluidos del sistema alcanzaron un piso de dignidad, cosa imperdonable para la elites. Pero no sólo eso, el golpe a Dilma se da luego de que el PT le entregó la política económica a la derecha. Cuestión que da cuenta de que los sectores dominantes no sólo odian que los pobres coman, odian también que se sientan personas, que se recreen, que accedan a bienes culturales a los que nunca accedieron y sobre todo que su producción cultural se plante contra la dominante y se vuelva hegemónica, lo cual deja a la vista lo angurrienta que es la tecnocracia y el error garrafal que conlleva darles margen para maniobrar.
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La reaparición de Cristina y su bajada de línea política frentista y de masas, el enrejamiento que el Macrismo está haciendo de su núcleo duro de votantes, olvidando el otro 50% y los hechos golpistas en Brasil, dan cuenta de que la única posibilidad de retomar el camino soberano en nuestro país, para lograr parar la restauración conservadora en el continente, es apuntar a recuperar ese 25% del electorado volátil y disperso que acá y en todos lados, acompañó electoralmente a proyectos políticos que son contarios a sus intereses. El primer paso debería comenzar con una simple pregunta pero con una connotación política/ideológica enorme: ¿Estabas mejor hace cuatro meses o ahora?