Chile:
UN GIRO DE 180 GRADOS QUE ES POSIBLE PARA AMÉRICA LATINA
Por Miguela Varela
¿Qué pasó en Chile?
En resumidas cuentas, perdió la derecha. De los 155 constituyentes que se votaron para reformar la Constitución, 35 sólo pertenecen a las fuerzas de derecha. Algo que no alcanza el tercio necesario para bloquear propuestas. La derecha “moderada” y la más radicalizada formaron la coalición Vamos por Chile, que si bien llegó a superar el 21%, quedó lejos del objetivo.
Paralelamente, lxs independientes y la centro izquierda alcanzan el bendito tercio y ya se perfila el tinte de la nueva Carta Magna. Por su parte, los partidos de la ex Concertación también perdieron votos, como otro signo más de estos tiempos que ya no confía en las estructuras tradicionales.
Por último, lxs independientes que son el emergente de las protestas de 2019, con 45 constituyentes se convierten en el principal bloque para discutir la futura Constitución.
La izquierda también se alza con otros trofeos: la comunista Irací Hassler ganó la comuna de Santiago de Chile por sobre el conservador Felipe Alessandri, Rodrigo Mundaca hizo lo propio en Valparaíso y Macarena Ripamonti en la alcaldía de Viña del Mar. En Recoleta el comunista Daniel Jadue logró su reelección con el 64% de los votos y se perfila a nivel nacional.
Será la primera vez que lxs chilenxs eligen constituyentes para redactar su propia Constitución.
Estructuras zombies y aires de cambio
Este avance de la izquierda en Chile no sólo apunta a condicionar la redacción de la nueva Constitución, sino que además empujará a un reacomodamiento de la derecha para barajar y dar de nuevo. La sociedad chilena sigue alojando componentes conservadores que añoran los tiempos pinochetistas: estructuras zombies que no están del todo muertas pero tampoco del todo vivas. Se mueven en ese limbo que exige respuestas inmediatas, pero que no llegan a conformar. Es en este contexto, que la izquierda aprieta el acelerador y da respuesta con un golpe de gracia a los partidos políticos tradicionales.
Lo que sucede en Chile es un horizonte que le muestra a América Latina que hay poco espacio para los intermedios, para la prudente distancia entre la derecha y la izquierda. Es decir, existe poco margen para aquellas estructuras políticas que no quieren tener un discurso muy recalcitrante, pero tampoco cuestionar a los grandes poderes. Es cierto que la votación chilena no pone en marcha de forma inmediata la caída del orden establecido, pero logra algo que comenzó con las protestas estudiantiles de 2011: corroer el sistema desde abajo. Con manifestaciones, con nuevas formas organizativas, con el repudio a las medidas antipopulares, con la instalación de nuevas agendas y finalmente con la redacción de una nueva Constitución.
De celeste Francisca Linconao
Por su parte, la derecha se ha radicalizado para afrontar los nuevos tiempos y mostrar una salida conservadora pero que, al mismo tiempo, se vea innovadora. Es momento de que los movimientos nacionales y populares también apuesten a la creatividad: interpelen a lxs jóvenes, se apropien de las nuevas agendas vinculadas al medio ambiente, a la perspectiva de género y a los feminismos, a las nuevas formas de trabajo, a las alternativas sobre la producción y el consumo, que den soluciones inmediatas a los problemas cotidianos. Pero sobre todo que apuesten a un discurso de futuro. No basta con llorar sobre lo que nos dejó el neoliberalismo y la pandemia, es tiempo de saltar el molinete como hicieron aquellas estudiantes chilenas.