BAUTISMO DE FUEGO
Por Claudio Corriés
Miles de veces hemos escuchado –y en estos días se repetirá- que el bautismo de fuego de la Fuerza Aérea Argentina y la Aviación Naval fue el 1ro de mayo de 1982, durante la guerra de Malvinas. Nada más lejos de la realidad.
El bautismo de fuego de la fuerza aérea y la armada fue el 16 de junio de 1955, cuando bombardearon la Plaza de Mayo. 309 civiles muertos, más de 1000 heridos, incontables muertos en los días posteriores. Un grupo armado, usando las armas robadas que el pueblo les confió, se arrogaron la facultad de matar a su propia gente indefensa.
Para tener una idea de la magnitud del crimen. En el bombardeo nazi a Guernica (que tan maravillosamente plasmara Pablo Picasso) hubo 170 muertos.
En la guerra de Malvinas todas las fuerzas armadas juntas causaron 259 muertos en el enemigo inglés.
El objetivo explícito era matar a Perón. El verdadero era amedrentar al pueblo argentino.
Los aviones llevaban en sus alas cruces y la leyenda “Cristo Vence”.
“Cristo vence”, se decían los asesinos entre si antes de volar a matar indiscriminadamente. “Cristo Vence”. Pobre Cristo.
Produjeron el atentado terrorista más sangriento realizado en tierra argentina. Si, más que las bombas criminales contra la DAIA y la Embajada de Israel juntas.
Muchos de los instigadores y ejecutores terroristas ocuparon ministerios, secretarías, embajadas, y cargos de decisión en los gobiernos supuestamente democráticos y republicanos de Frondizi, Illia e incluso Alfonsín.
Varios de los que se llenaron la boca hablando de los supuestos “hijos te terroristas” décadas después (como si tal condición fuera herencia de sangre) siguen considerando ejemplares a gobiernos que tenían a los propios terroristas y a golpistas en puestos de decisión.
¿Cómo es posible que este hecho haya sido eliminado de nuestra historia? La historia mentirosa que nos contaron en la escuela lo omitió deliberadamente.
El odio asesino que protagonizaron unos tipos que se creían habilitados a bombardear a su pueblo y que la historia nunca olvidará. Aunque se empeñen en borrarlo de los libros.