NORMA PLÁ: LA VERDADERA REPARACIÓN HISTÓRICA
Por Ludmila Centurión Girola
Con la inteligencia natural de una mujer, Norma Plá, la cara visible de la resistencia de los jubilados ante los avances de un Estado liberal deshumanizado, fue hija de un guardia de tranvía y una empleada doméstica de la familia Martínez de Hoz. Su esposo no tuvo estabilidad laboral y murió relativamente joven, dejándola con una pensión que no alcanzaba para afrontar los aumentos desmedidos de los servicios, producto de una privatización infame que obligaba a los sectores de menores recursos a tener que optar entre pagar las facturas o comer.
Dejó la escuela primaria siendo muy chica y empezó a trabajar en la firma Bagley, luego en la fábrica La Bernalesa y por último como autónoma. En total aportó 42 años para su jubilación, y a la hora de percibir sus haberes, la respuesta del Estado era que “la plata no estaba” o que solo alcanzaba para un aumento de 5 pesos que no bastaba ni para comprar aspirinas.
En la década de los noventa la Patria trabajadora agonizaba, los sectores populares estaban inmersos en huelgas y el hambre crecía como nunca en nuestro país. En ese contexto, los jubilados habían recibido un golpe brutal: las pensiones jubilatorias fueron congeladas en $150, situación que sometía a los viejos a una pobreza inevitable. En ese momento, Norma comenzó a reclamar por los derechos que se habían conquistado mediante la justicia social, y así se convirtió en el motor de la lucha.
La plaza del Congreso era el punto de encuentro para demandar un haber mínimo de 450 pesos. Llegaron a hacer más de cien marchas y nunca recibieron una respuesta concreta. Mientras el entonces ministro de Economía, Domingo Cavallo, sostenía que él no podía vivir con menos de diez mil pesos, Norma y los jubilados tenían que mendigar cuatrocientos cincuenta.
Ayer, 18 de junio se conmemoraron veintiún años de su muerte, quien la encontró todavía envuelta en la lucha, arriesgó más de una vez su vida sólo por generar conciencia en las y los trabajadores y su futuro, cada una de las convocatorias no fue un capricho como los medios de comunicación cómplices de las políticas de ese entonces querían hacer creer.
Denostaron una y otra vez su lucha poniendo en tela de juicio su integridad psíquica. Pero esas marchas eran una respuesta a la opresión que sufría la sociedad. Después, la historia le dio la razón a Norma: tuvimos estallidos, violencia y muerte. Pero no fue la crisis la responsable de ese trágico diciembre como supo titular Clarín, fueron las políticas de estado liberales y represivas que criminalizaron la pobreza.
En 2006, diez años después del fallecimiento de Norma, comenzaría a llegar la tan ansiada justicia para los jubilados a través de medidas tomadas por el gobierno de Néstor Kirchner primero y de Cristina Fernández posteriormente para reivindicar los derechos de los jubilados: se anunció en mayo de ese año el aumento de las jubilaciones mínimas a 470 pesos y se garantizó luego la actualización de los haberes mediante la Ley de Movilidad Jubilatoria que determinaba dos aumentos anuales. Norma no lo llegó a ver.
Lamentablemente, la oposición de ese entonces, hoy gobierno, utilizó durante su campaña el reclamo del 82% móvil y de la reparación histórica como espejos de colores para nuestros adultos mayores. El 82% nunca llegó y los ministros ya no saben cómo reconocer que lo prometido es inviable.
Asimismo, la reparación histórica articulada por la actual gestión no logra resarcir los atropellos sufridos durante los noventa por quienes aportaron toda su vida. Los montos son abismalmente inferiores a los que cada miércoles Norma salía a reclamar en Callao y Rivadavia.
No hace mucho, en Plaza de Mayo tuvo lugar la primera manifestación de jubilados y pensionados de 2017, donde expresaron sus demandas por los recortes sufridos en la obra social PAMI y por la mentira que significó la reparación histórica. En la mayoría de los casos no significa más que entre trescientos y quinientos pesos de bolsillo: otra vez no les alcanza ni para las aspirinas.
Recordar a Norma Plá cumple no sólo con una función histórica o de memoria colectiva, sino también con la de exhortar a la ciudadanía a no permitir el retroceso en la conquista de derechos. Conmemorar su muerte debería interpelarnos a que no se repitan las condiciones que llevaron a nuestros adultos mayores a la situación de vulnerabilidad.
Hoy no estamos lejos de las condiciones políticas, sociales y económicas que les robaron abiertamente a los jubilados. Conservar en la memoria a Norma, en este momento, es tan vital como llevar adelante su lucha:
“Luchemos, pero unidos, porque si no nos unimos el sistema avanza y nos comen los de afuera”
(Norma Plá 1932-1996)