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Caso Natalia Melmann

 

 

GUSTAVO MELMANN: «QUIEREN TIRAR ABAJO TODO
LO QUE SE LOGRÓ»

 

Por Sol Santalucía
Cobertura fotográfica PPV

«Nosotros hicimos, hacemos y vamos a seguir haciendo porque aún nos quedan asesinos libres» cuenta Laura Melmann, la mamá de aquella joven de quince años que en el 2001 fue secuestrada, violada y asesinada por la policía bonaerense de Miramar.

Tras dieciséis años de la muerte de Natalia Melmann, familiares, amigos, organizaciones de Derechos Humanos y políticas se reunieron en las puertas del Tribunal de Casación de La Plata para reclamar a la Justicia que se vuelva a condenar a los acusados.

La abogada defensora, Claudia Perelló, consiguió que se aceptara la revisión de la causa para una nueva defensa de los imputados: Oscar Echenique, Ricardo Anselmini y Ricardo Suárez, condenados a cadena perpetua en 2002 por el Tribunal Oral en lo Criminal 2 de Mar del Plata como coautores de los delitos de privación ilegal de la libertad agravada, abuso sexual agravado y homicidio triplemente calificado por ensañamiento, alevosía y en concurso de dos o más personas.

«Los que asesinaron a mi hija son una manga de inescrupulosos y sádicos, pero la empatía que tiene la abogada que los representa la hace igual y todavía peor, porque supuestamente tiene un amplio conocimiento del derecho, pero evidentemente es tan violadora y asesina como ellos», enfatiza Gustavo Melmann, papá de Natalia.

De esta forma, «lo que están tratando de generar es impunidad, de tirar abajo lo que se logró en el juicio Oral del 2002. Ese juicio donde se probó fehacientemente quiénes habían asesinado a Natalia, y que hoy están tratando de dejarlo nulo y de remontar el encubrimiento policial que existe».

Los padres de Natalia no fueron notificados de la audiencia, explicaban que esta audiencia es una cosa inadmisible, un manotazo de ahogado que la abogada encontró en el Código Penal de revisión de la condena y del que se enteraron de casualidad cuando fueron a ver al abogado por el juicio al cuarto asesino, Ricardo Panadero.

Hay ocho testigos y se pretende dar vuelta el veredicto de la Corte Suprema de Justicia en el cual fueron sentenciados a cadena perpetua; sin contar a los implicados que no fueron condenados y, a Gustavo “El Gallo” Fernández, sentenciado a 25 años de reclusión como partícipe necesario del delito de privación ilegal de la libertad agravada, absuelto de los cargos de coautor del homicidio de la menor, y el cual logró salir después de tan sólo cuatro años de cumplimiento de condena.

«El gallo fue quién ayudo a la policía con la entrega de mi hija y le bajaron la condena porque el ‘caballero’ no sabía para que la quería a Natalia la policía», comenta Laura.

«Cuando se trata de un civil,  yo supongo debe ser distinto; pero cuando se trata de la policía, es una de las tantas corporaciones de este país que hace y deshace, tiene el dinero para poder pagar abogados y tiene toda la influencia.  En aquella época te paraban cada dos cuadras para pedirte identificación, eso amedrenta a los jóvenes para que después sean buches de la policía como lo fue Gallo Fernández, qué es a quién encargaron la vida de mi hija; le dijeron: nosotros queremos una virgen para esta noche, y él la eligió».

Aquella noche del 3 de febrero de 2001, Natalia estuvo en la disco «Amadeus» y luego de discutir con su ex novio Maximiliano Maroldt, la adolescente se fue del lugar. Gustavo “El Gallo” Fernández salió tras ella para entregarla a la policía, a esos tres asesinos que la golpearon brutalmente y la violaron, para luego asesinarla.

El cuerpo fue hallado el jueves 08 de febrero tapado con unas ramas en el vivero de Miramar. Al conocer la noticia, Gallo Fernández se fugó, pero a la madrugada siguiente fue detenido.

Nadie vio a Natalia después del boliche. ¿Nadie?

Su ex novio, quien caminaba a una cuadra de distancia de Natalia esa noche, no vio nada. Fue citado a declarar pero no dijo nada y se lo acusó de mentir pero no de partícipe necesario.
Gustavo “El Gallo” Fernández dijo que la policía no sabía para qué querían a Natalia, y hoy camina en libertad por las calles de Miramar. Muchas veces, hasta cruza su mirada con Laura en algún sitio.

«Los asesinos viven a dos cuadras de mi casa, recibimos todo tipos de amenazas, de golpes, por eso era mi temor de que estuvieran sus familiares acá, ellos no tienen ningún tipo de principio. Los hijos se van a las manos, a mí me han golpeado muchas veces por querer poner una placa en la puerta de la comisaría en homenaje a mi hija, ni siquiera nombrándolos a ellos para no lastimar a los hijos de estos tipos, pero después estos hijos crecen y la paliza que nos han dado ni te cuento».

Laura observa el panorama, la reja cerrada para ingresar al Tribunal, la gente colgando carteles en defensa de su hija y piensa, reflexiona y comenta: «Jamás pensé que iba a tener que caminar agónicas diez cuadras por mi hija todos los sábados como marchamos durante siete años pidiendo justicia, pero seguiremos haciéndolo porque aún nos quedan asesinos libres». 

 

 

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